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Asturianos en Chile: «Vivir un toque de queda en pleno 2019 es algo que nadie se espera»

Saqueos, negocios cerrados y trabajo desde casa, así vive las protestas la comunidad que emigró desde el Principado

pablo cueto parcero

Martes, 12 de noviembre 2019, 17:34

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El hotel de Lucio fue saqueado y destrozado. Las ventas en el bar de Adriano bajaron más del 50%. José tuvo que despedir a trabajadores. Inés se vio obligada a trabajar desde casa. Yedra no pudo votar en las elecciones españolas. Todas ellas son experiencias que podrían parecer distópicas, pero son verídicas. Esta es la realidad que viven los asturianos afincados en Chile, tras más de veinte días de intensas movilizaciones.

Casi un mes lleva el país haciendo historia. Por un lado, las manifestaciones pacíficas inundan las calles de las principales ciudades, día tras día, reclamando una mayor agenda social del Gobierno y un cambio en el sistema neoliberal imperante hasta la fecha. Y, por otro lado, los grupos más radicales arremeten contra los comercios, el mobiliario público y la propiedad privada, manchando de violencia las reivindicaciones sociales y causando temor entre la población, a lo que se suman las cifras millonarias que costará reparar los destrozos. Para entender la crisis social de este territorio andino, varios asturianos residentes en Chile relatan a EL COMERCIO cómo viven las citadas jornadas.

El hotel Principado de Asturias, que fue atacado durante las protestas. P. C. P.

«Llevo 60 años en Chile, hubo problemas en tiempos de Allende, pero no de esta magnitud», es lo que sentencia Lucio Torre, natural de Peñamellera Baja y propietario de los Hoteles Principado. Uno de ellos, fue saqueado y destrozado hace dos semanas por vándalos, que lo intentaron en una segunda ocasión días atrás. El edificio se encuentra a escasos metros de la plaza Italia, zona cero de todas las marchas.

En suma, la empresa de Torre mantiene cerrados y tapiados cinco establecimientos, los mismos que «contaban con muchas reservas para la COP 25 que fueron canceladas», señala el peñamellerano. Ya que, finalmente, el evento de la ONU sobre el cambio climático se celebrará en España, dada la grave situación que atraviesa la nación chilena. Pero, estos acontecimientos no merman la energía con la que Lucio pretende seguir trabajando a sus casi 80 años. Sin embargo, reconoce estar preocupado por el futuro de sus hijos en el negocio familiar. «Ellos se criaron en otro ambiente, yo estoy más curtido porque soy hijo de la guerra civil», apunta desde su despacho. Una sala llena de recuerdos vitales que evocan a Asturias en la que no faltan fotografías con famosos políticos y futbolistas, que muestra orgulloso.

En el sector hotelero chileno, otro de los hombres más importantes es Faustino Alonso. Con 19 años partió del pongueto pueblo de Sellañu hacia América y ahora es el propietario de una de las cadenas hoteleras más importantes del país, Hoteles Diego de Almagro, que cuenta con más de una treintena de establecimientos. Afortunadamente, no han sufrido grandes daños pero «sí se ha notado en las ventas, pues han bajado —sobre todo— en las grandes ciudades en un mes bueno como este», declara.

«Anulan todo, la gente tiene temor», manifiesta José Alonso Suárez, un emigrante que llegó a Chile en 1961 desde Ponga y que ha conseguido sacar adelante un hotel, varios restaurantes y una inmobiliaria. Alonso cree que las protestas forman parte de un «fenómeno mundial que está afectando a otros países», aunque no duda en reconocer un buen nivel de vida, «pero también hemos luchado por ello», sentencia. En su empresa, no solo han disminuido las ventas, sino que se ha visto obligado a despedir a trabajadores.

Otro asturiano que se muestra preocupado es Cándido Sánchez, natural de Llonín y propietario de un hospedaje cercano a la plaza Baquedano: «si sigue así tendremos que cerrar y mandar a la gente al paro, la única forma que tenemos de mantener la propiedad es cerrando».

En el mismo pueblo de Cándido nació Vicente Herrero, en 1943. Tras una larga vida de trabajo, se mudó hace cinco años de un distrito humilde al acomodado barrio de Las Condes, al norte de Santiago. Una zona que le queda cerca del Estadio Español, el club social donde se entretiene jugando a los bolos asturianos. «Es un deporte que forma parte de mi vida aquí, hace poco incluso gané un concurso», relata emocionado. Vicente salió hace poco del quirófano, donde se sometió a una operación que considera fue exitosa. Por ella tuvo que pagar unos 22.000 euros, «si no hubiera tenido ese dinero, no hubiera podido operarme», aclara.

Alta presencia asturiana

Más joven es la estudiante Yedra Riesgo, una praviana de intercambio en la ciudad costera de Viña del Mar. Yedra, que estudia Historia, se quedó sin ejercer su derecho al voto en las elecciones generales del domingo, ya que no pudo desplazarse para solicitarlo al consulado español de Santiago, debido a la magnitud de las protestas. «Vivir un toque de queda en 2019 es algo que nadie se espera», declara a la vez que muestra en fotografías su participación en las marchas.

Como puede apreciarse, si algo es numeroso en el país de Víctor Jara, es la comunidad asturiana. Según la presidenta de la Colectividad Asturiana en Santiago, Nayda Fernández, de su organización forman parte más de un millar de familias. Además, «para los que vivimos del comercio ha sido un tiempo muy duro porque hay muy poca actividad económica, necesitamos un punto final a esto y seguir trabajando», declaró Fernández.

Inés Rodríguez y Rosa Madera son amigas y ovetenses. Las dos dieron el salto de la capital asturiana a la chilena para desarrollarse profesional y familiarmente, aunque en diferente año. Forman parte de otra generación de emigrantes, la de este siglo.

Inés es abogada y, en la actualidad, consultora en recursos humanos. Tuvo que trabajar algunos días desde su casa porque la torre en el que se ubica su oficina cerró «por seguridad». «Fue sorpresivo, en mi círculo no nos lo esperábamos», reconoce Inés sobre el estallido social. «Es entendible el descontento, pienso que van a salir cosas positivas», asegura. Por otro lado, Rosa es emprendedora social y señala: «vivo con interés y miedo lo que algunos califican como un cambio de paradigma, un cambio de era».

En los medios de comunicación chilenos, también hay asturianos. Es el caso de Miguel Ángel Felipe (Salinas, 1969). Periodista y fotógrafo, trabaja en un importante diario como editor de fotografía. Este castrillonense tarda habitualmente una hora en desplazarse a su trabajo, ahora se demora cuatro. A su vez, reconoce –entre risas– que se entretiene tocando una flauta irlandesa en los largos atascos. «Vivo como en una película de Bruce Willis, pues hay barricadas, no hay semáforos, me meto por atajos… es un poco incómodo, pero lo vivo con cierto placer».

Cuando el reloj da las 5.45 de la mañana, cada día, a Adriano Alonso le suena el despertador para ir a trabajar. Nacido en Amieva, lleva cincuenta años en este país, donde regenta el restaurante El Quijote. Situado justo enfrente de La Moneda, el palacio presidencial. A pesar de estar en uno de los epicentros de las movilizaciones, no ha sufrido ningún daño porque su negocio queda dentro del perímetro de seguridad que fijan los carabineros cuando hay manifestaciones. «Si antes dábamos 100 comidas, ahora damos menos de la mitad», explica con un marcado acento asturiano. «La joya de Santiago era el metro y de la noche a la mañana nos lo encontramos destrozado», critica.

«El movimiento de ahora es civil, no político, no hay ningún líder, es el pueblo que está reclamando contra las injusticias sociales, que las hay», analiza Adriano. El mismo que concluye su análisis haciendo una analogía respecto a la crisis social en Chile: «es como los temblores», así llaman a los terremotos de poca magnitud, «hay muchos y como estamos acostumbrados sabemos que va a parar; lo malo es que a veces son más largos de lo acostumbrado».

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