Barbón reivindica la memoria histórica en el homenaje a los niños exiliados para «no cometer los mismos errores»
El Ministerio de Política Territorial rinde tributo a una veintena de personas que tuvieron que abandonar el país siendo menores para huir de la guerra y que contribuyeron a luchar contra el fascismo en Europa, cinco de ellas asturianas
Más de 50.000 niños fueron evacuados de España entre 1937 y 1938 huyendo de los bombardeos y el hambre y, en muchos casos, dejando ... atrás a sus padres, que adoptaban esta dramática decisión para tratar de alejar a sus hijos del horror de una guerra. Unos 17.000 lo hicieron desde Asturias, principalmente a través del puerto de El Musel, en los llamados «barcos del dolor», en palabras del secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez. Crecieron, según su relato, «lejos de su tierra, donde tuvieron que adaptares a otras formas de vida, pero sin perder nunca su identidad» e, incluso, mantuvieron un fuerte «compromiso» con su pasado que les convirtió en ocasiones a ser piezas importantes en la lucha contra el fascismo en Europa.
A esos miles de niños les rindió ayer tributo el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática con motivo del acto institucional del Día de las Víctimas del Exilio que, en esta edición, lleva como lema 'Con los niños de la guerra' y elige a Asturias como escenario. Así, desde el Centro Niemeyer se recordó ayer «una de las páginas más dolorosas pero también más digna» de la historia de España y se distinguió a veinte de aquellos entonces niños, cinco de ellos asturianos, con las Declaraciones de Reconocimiento y Reparación por su contribución a la derrota del fascismo.
El más conocido, el dramaturgo y miembro de la generación del 27 Alejandro Rodríguez Álvarez 'Alejandro Casona' (Besullo, 1903-Madrid, 1965), premio nacional de Literatura y comprometido con la República española, quien tuvo que exiliarse y afincarse en Buenos Aires. Pelayo José López Pérez (Candás, 1925-Gijón, 2020), uno de los niños que salieron en otoño de 1937, vivió en México 77 años y siempre destacó por su «gran sensibilidad en la recuperación de la memoria democrática». José Maldonado González (Tineo, 1900-Oviedo,1985) se exilió en Francia donde ejerció como ministro y presidente de la República en el exilio. Regresó con la democracia.
Además, aún vivos, recogieron personalmente el diploma entre fuertes aplausos Acracio Fernández Pérez (Gijón, 1930) y María Luisa Muñoz (Condado de Laviana, 1929). Él embarcó hasta Leningrado junto al resto de «niños de la guerra» y luego regresó al exilio en Dinamarca y Bélgica en 1970 hasta su definitivo retorno a España. Hizo frente al franquismo en la clandestinidad desde CCOO y el Partido Comunista. María Luisa Muñoz, por su parte, fue evacuada desde El Musel a Leningrado. Estudió en el internado para niños ciegos porque era invidente desde la infancia y, a consecuencia de una grave enfermedad, perdió el oído. Eso no le impidió graduarse en Filología Rusa y ser profesora de español en la Universidad Estatal Pedagógica Herzen en Leningrado. Regresó en 1987.
En representación de las personas homenajeadas tomó la palabra Rosa Muñoz Pastor, hija de José Muñoz Congost, quien recordó cómo estos niños «crecieron lejos de sus patria, aprendieron otras lenguas y se adaptaron a otras costumbres», pero siempre «manteniendo el recuerdo de sus raíces» y «viviendo con la esperanza de regresar algún día a una patria libre».
El acto contó con la presencia de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, quien centró su discurso en dar «visibilidad» a las mujeres exiliadas, recordando que «no sólo fueron acompañantes del drama sino protagonistas en primera línea y, como madres, enfermeras, y maestras, también guardianes de la dignidad en medio del desarraigo».
Por su parte, el presidente del Principado, Adrián Barbón, quiso reconocer la «contribución esencial» para España de los hombres y mujeres que vivieron en el exilio y que, desarrollando su potencial en otras naciones, «nunca renunciaron a sus raíces y nunca olvidaron su tierra». Y, citando el «cada hora tiene su verdad» del dramaturgo asturiano Alejandro Casona, uno de aquellos niños del exilio a los que este jueves se homenajeaba en Avilés, el presidente defendió que «en esta hora, nuestra verdad ha de ser reconocer, celebrar y difundir aquel ejemplo, el compromiso vital de todas aquellas personas exiliadas que tuvieron que reescribir su historia» y también «abrir de par en par las puertas del recuerdo para no cometer los mismos errores de antaño». Y es que tanto Barbón como el resto de los intervinientes en el acto quisieron poner en valor la memoria histórica «como principal antídoto frente a la ola reaccionaria que acecha Europa», en palabras de Fernando Martínez. «Aprender del pasado y proteger el futuro es el doble desafío de nuestro tiempo», añadió Barbón.
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