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Beatriz Pérez Mayo y Jairo Feito Menéndez, recién casados

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Beatriz Pérez Mayo y Jairo Feito Menéndez, recién casados CAROLINA SANTOS

Boda vaqueira: la braña reclama su futuro

La boda vaqueira de Aristébano reúne a cientos de personas entre canciones, bailes y tradiciones. Los vaqueiros de honor pidieron más atención para el medio rural asturiano

p. a. marín estrada

Lunes, 29 de julio 2019, 02:14

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El sol se apuntó ayer como un invitado más al 'casoiru' de Beatriz Pérez Mayo y Jairo Feito en Aristébano, sumándose a los centenares de asistentes de toda Asturias que aprovecharon el buen tiempo para subir hasta la braña valdesana en la que desde hace sesenta y un veranos se celebra el festival dedicado a reivindicar la cultura de los vaqueiros. Ellos, los novios, y las tradiciones de este pueblo trashumante fueron los principales protagonistas de la romería en la que el Consejo Rector de la Vaqueirada reconoció con sus títulos de honor al empresario astur-paraguayo Belarmino Fernández Lorences, la cantante Anabel Santiago, el escultor César Castaño y la ganadera Lucía Velasco. El matrimonio formado por Maria López Feito, de Sapinas, y Ángel Manuel Cernuda Ardura, de Carlangas, recibieron las distinciones de Vaqueiros Mayores.

La caravana, encabezada por el tradicional carro de bueyes con la cama de los novios, arrancaba puntual su marcha hacia el caserío de la braña media hora antes del comienzo de la ceremonia nupcial para iniciar desde allí el desfile hacia el prau de la ermita de la Divina Pastora. Una pareja de gaita y tambor abría el cortejo, al que seguían tras el ajuar, el Consejo Rector en pleno, los grupos La Fonte la Faya de El Faedal, La Corte de Enverniego y Perendengue. Luego, a caballo, –como marca el rito– subirían los contrayentes y los vaqueiros de honor hasta el lugar donde el párroco de Naraval, Alejandro Fuentevilla, daba las últimas instrucciones a sus monaguillos para que todo estuviese dispuesto.

La novia, tinetense de raíces vaqueiras en la braña de Bustellán, relataba momentos antes de que comenzase la boda que ésta surgió como una propuesta «medio en broma» de Jairo a través de las redes sociales y que una vez aceptada por su parte, cobraba para ella un significado especialmente emotivo como homenaje a la memoria de su madre. Los cantares de La Corte de Enverniego recibieron a los contrayentes en el altar al aire libre que el sacerdote definió al saludarles como «el del templo de la creación, rodeados de la naturaleza». En su sermón, el párroco combinó como es su costumbre el humor y la campechanía con el rigor de la fe. «Ya sé que para buena parte de la gente que nos está viendo lo que les interesará es lo guapa que va la novia o lo 'curiosu' que está el novio, pero para nosotros los creyentes lo importante es recordar ahora que el matrimonio es ante todo una vocación y que como tal necesita de una reflexión profunda», afirmó, para recordar que las únicas condiciones de las que precisa un matrimonio para perdurar «son el respeto y la fidelidad».

Crítica a la sartén

Una vez concluida la ceremonia religiosa el sacerdote hizo entrega a los recién casados del regalo habitual con el que los obsequia el Consejo Rector de la Vaqueirada, una sartén para ella y una llave para él. El beso entre Beatriz y Jairo fue jaleado con vivas a los novios, al cura y «al acompañamientu», y antes de que las cantadoras del grupo Perendengue les dedicasen un 'careo' (coplas de pique y bromas de los 'casoiros'), su panderetera, María Josefa Fernández Cañedo, quiso expresar su posición crítica al detalle entregado a la pareja: «La tradición está muy bien, pero las mujeres hace ya tiempo que estamos empoderadas y no necesitamos que nos den una sartén», manifestó, recogiendo el aplauso de los asistentes. Después del acto, explicaría a EL COMERCIO que con su gesto quería «reivindicar mi posición como mujer recordando que está bien que te cases al modo del rito vaqueiro, pero no que traslades eso a tu vida cotidiana porque ya no es el momento ni el lugar, y las mujeres somos libres para decidir y hacer, igual que los hombres».

En su recogida de sus distinciones como Vaqueiros de Honor, la cantante Anabel Santiago declaró su orgullo al recibir este título «ya que no soy vaqueira de nacimiento pero sí de alma» y para demostrarlo agasajó a los presentes entonando unas vaqueiradas. El escultor César Castaño aprovechó para reclamar atención «a las necesidades del mundo rural, tan olvidado por los políticos» y la ganadera Lucía Castaño se sumó a la petición, mientras Belarmino Fernández Lorences ofrecía su disposición de «vaqueiro en Paraguay» para colaborar con sus paisanos y su Asturias natal. Los sones y cantares de La Fonte la Faya, y de los otros grupos pondrían el broche a la fiesta de la mañana que tendría su prolongación tras la comida con nuevas muestras del rico folklore vaqueiro.

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