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La sardina Cuca, al final de su cortejo fúnebre, acompañada de amigos y familiares. CAROLINA SANTOS

Carnaval de Gijón: Cuca se fue al cielo de las sardinas

Su testamento deja un mensaje claro: «Muero triste con Asturias encendida; garrar al fin les riendes, ¡que'l futuro es feminista!»

MARLA NIETO

GIJÓN.

Miércoles, 6 de marzo 2019, 03:32

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«Ay por dios, ay pobriña que murió». Cuca se fue al cielo de las sardinas, «con Tini Areces» como dijo en su testamento. El paseo de Begoña se disfrazó ayer de pintorescos tonos fúnebres para despedir a la sardina más revolucionaria de todos los carnavales, defensora de las mujeres, cuidadora del medio ambiente y vengadora de los incendiarios quien, nadie duda, ayudará a «la tierrina» desde el cielo mandando lluvia para combatir los desastres que suceden en la región estos días. Una de sus buenas amigas brigadista, portuguesa afincada en Ferrol que la conoció gracias a Roxi, fue la más afectada por la pérdida, regando cada metro cuadrado de asfalto con lágrimas sardineras mientras reclamaba al público allí presente: «Pero, ¿cómo podéis sonreír? Se nos ha ido la mejor. Aprovechad ahora a verla por última vez, antes de que cerremos la lata». No sucedió así con una Roxi más animada, que se desmoronaba de cuando en cuando, pero que llevó la profesión por dentro lo mejor que pudo, sufriendo el duelo en silencio y con una sonrisa pintada.

Un entierro activista

La sardina llegó a una abarrotada pplaza del Marqués envuelta en los animados y, al mismo tiempo, inagotables ritmos charangueros, que no flaquearon en ningún momento después de cinco días de fiesta. Y allí apareció de repente el espíritu de Cuca, que se alzó unos metros por encima del tumulto para leer su testamento, texto que mostró a una sardina realmente enfadada con el mundo, no solo por las formas en las que la pobre tuvo que morir, mordida por «la bruja de Maricá, la Raluca vampira», sino sobre todo «por el fuego y les fogueres», pues enfatizó: «Muero triste con todos esos incendios, con Asturias encendida, que si estuviera en mi mano a esos que la prendían los ponía a picar piedres veinticuatro horas al día». Dijo que ella no pudo «salir parriba» de la rabia, en cambio a Roxi, a quien Raluca también mordió, «la curó la sidra, la resucitó dafechu y anda saltando vivina». Retomó su reivindicativo discurso sobre el vertido de plásticos al mar sollozando en un tono ya cansado que «namás yos falta tirar una bomba radioactiva. Con tanta calamidad morimos las parrochinas, los centollos, los oricios, los lenguaos y las sardinas» y siguiendo con la contaminación no olvidó la que últimamente predomina en el aire por culpa de la cual «vamos morrer afogaos de respirar porquería». A voz en grito soltó... «Que dejéis a les muyeres de una vez vivir tranquilas y garrar al fin les riendes, ¡Que'l futuro es feminista! No faltó el guiño a las elecciones donde advirtió de que se mire bien lo que se vota «Qu'hai mucha mierda escondida, píntenlo too mui guapo y dempues la rebajina». Ni muerta pierde el humor, la pequeña gran Cuca.

«¡Ta lueguín, Xixón!»

Sin más dilación terminó su adiós en cinco minutos que a pesar de parecer cortos para su público, fue emocionante en mensaje. «Ta lueguín, Xixón del alma, hasta siempre patria mía, que esa ye la mío bandera roja y blanca, Pelayina. ¡Puxa Gijón!¡Puxa l'Antroxu!» fueron sus últimas palabras. Un aplauso restallador de tímpanos le abrió las puertas a su nueva vida en el más allá y cerró, además de la lata de sardinas, días de mágica fiesta.

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