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La madre de Rokhia, Isatou, ejerce de acompañante en el bus que cubre la línea del colegio San Jorge y del centro de San Antolín. FOTOS: CARLOS BERNAL
Un colegio para dos niñas y por una esperanza

Un colegio para dos niñas y por una esperanza

San Jorge. La directora del centro público de Luiña (Ibias) celebra la decisión de Educación de mantener abierto el equipamiento en una zona que busca renacer

CARLOS BERNAL

Viernes, 14 de octubre 2022, 01:20

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El colegio público San Jorge de Luiña, en la zona minera, hoy paralizada, de Tormaleo, en Ibias, es la viva imagen del concejo. El centro, un colegio perfectamente equipado que en su día acogía a decenas de pequeños, se ha ido vaciando tras el cierre de la minería hasta quedar con tan solo dos alumnas de educación infantil: Lucía Méndez y Rokhia Tambedou, una pequeña de ascendencia gambiana. Las familias Méndez, del pueblo ibiense de Torga, y Tambedou (Ebrima, que trabaja como agricultor desde que en 2020 llegaron al concejo, e Isatou, que ejerce de acompañante en el bus que lleva a su hija al colegio y a otros alumnos al centro de San Antolín) respiran aliviados al conocer la decisión, por parte de la Consejería de Educación, de mantener el colegio abierto, a pesar de que con el curso ya comenzado el colegio sufriese tres bajas. «Las cosas bien hechas hay que reconocerlas, me alegro de que no echen por tierra mi lucha personal para que el curso comenzase en tiempo y forma», señala la alcaldesa, Gemma Álvarez.

Lucía y Rokhia corren por los pasillos abriendo las aulas del colegio, en el desierto verde y negro del extremo suroccidental de Asturias, acostumbrado a ser noticia ya solo por los incendios que a veces amenazan desde el sur el bosque de Muniellos o por el cierre de algún negocio heróico.

Saúl Fernández y María Palacios con sus dos alumnas, Lucía Méndez y Rokhia Tambedou.
Saúl Fernández y María Palacios con sus dos alumnas, Lucía Méndez y Rokhia Tambedou.

El colegio está claramente dimensionado para otro momento histórico. Es un centro para familias de mineros, diseñado cuando aquellas eran unidades familiares numerosas. En la primera planta, una biblioteca y en la segunda: un aula polivalente, un aula de música, un aula con ordenadores, una de ciencia y tres más con pupitres, pizarra y un amplio material pedagógico. «Es una pena que no haya más alumnos, porque las instalaciones están en perfecto estado», opina María Palacios, maestra de infantil y, durante este curso escolar, directora, secretaría y jefa de estudios en el San Jorge. Un pluriempleo obligado que ella asume con resignación y buen talante.

El equipo educativo que acompaña a Palacios está constituido por cuatro profesores interinos que imparten educación física, audición y lenguaje, música e inglés. «Este centro no tiene plazas fijas, cada año venimos profesores distintos, muchos trabajamos también en el colegio de San Antolín», la capital del concejo, indica Saúl Fernández, profesor de educación física, mientras a su lado, inquietas como corresponde a su edad, Lucía y Rokhia abren el aula de ciencia. «Es el aula de los de primaria -dice la pequeña Lucía- los hermanos de Lula». «Echamos de menos a Lula», añade Rokhia sobre la que era su compañera de clase del año pasado que, junto a sus dos hermanos se matricularon en un colegio de La Coruña tras el inicio de este curso. Sus padres se fueron, como tantos otros, de Ibias a buscarse el futuro, dejando de paso al colegio en un limbo jurídico, pues legalmente no es factible mantener un centro abierto con solo dos alumnas salvo que alguna circunstancia excepcional lo justifique.

«Es una buena noticia que el colegio siga abierto, pero tenemos que conseguir que una familia venga a vivir aquí, estamos haciendo todo lo posible pero necesitamos más ayuda por parte de las instituciones», señala Javier Chacón, presidente de la junta vecinal de Fondos de Villa y uno de los vecinos más activos de la zona en la búsqueda de familias para evitar el cierre del colegio público. A Chacón, en esta misión le acompaña Jorge Salgueiro, promotor de Espacio Tormaleo, un proyecto empresarial que busca reactivar económicamente el área de Tormaleo desde agosto pasado. «Comenzaremos a contratar a gente en los próximos meses -asegura Salgueiro- y también hablamos con el Ayuntamiento para reactivar espacios que ayuden a la recuperación económica de la zona».

En 2024, dos alumnas más

Para el colegio, el milagro es difícil, pero no imposible. Se trata, para el próximo curso, de conseguir que al menos una familia con dos hijos o dos con uno cada una se asienten en alguno de los pueblos del entorno para alcanzar la matriculación mínima de cuatro alumnos y conseguirle al colegio San Jorge una prórroga que los fríos números de la inversión pública que supone mantener abierto el colegio justifican difícilmente. Y es que tanto Lucía como Rokhia tienen sendas hermanas que aún no han cumplido su primer año, pero que serían alumnas para el San Jorge en el curso 2024-2025. No es solo mantener abierto el colegio lo que pretenden los vecinos. Es devolverle la vida a lo que no hace tantas décadas fue un hervidero económico gracias, entonces, a la mina. Y, para ello, que las niñas puedan sentir la vinculación con su tierra y, tal vez, quieran quedarse de mayores, es esencial.

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