Desalojo frustrado en Barros
Sus tres hijas siguieron en el interior y ni sanitarios ni agentes pudieron sacarlas por su escasa movilidad. El juez obliga a derribar parte de la planta superior
MARTA VARELA
Sábado, 20 de septiembre 2014, 00:40
Pasados unos minutos de las doce del mediodía, responsables del Ayuntamiento de Langreo llegaban al número 38 de la calle de Antonio González Rojo, en Barros, para proceder al desalojo de una mujer y sus tres hijas que deben abandonar su domicilio familiar para cumplir una orden judicial. En ella se obliga al Ayuntamiento de Langreo a derribar parte de la zona superior de la casa.
Desde el primer momento, Herminia Batista y sus hijas Manuela, Ana y Herminia Sebastiao se negaron a abandonar su casa y se encerraron en ella. La tensión fue en aumento y se pasó el aviso a los servicios sanitarios, pero tampoco pudieron acceder a la vivienda. Un cerrajero municipal intentó durante varios minutos entrar en la casa, ante la atenta mirada de representantes del Ayuntamiento, más de media docena de agentes de la Policía Local y numerosos vecinos que se acercaron hasta el domicilio. Finalmente los agentes, los sanitarios y el personal municipal lograron entrar y se oyó el llanto de las cuatro mujeres que no querían salir: «Estamos defendiendo nuestra casa, que negocien con nosotras porque no la vamos a dejar», indicaba Manuela.
Poco después, llegó una UVI móvil para trasladar a la madre, dado su delicado estado de salud, si bien todas las inquilinas presentan problemas médicos. En torno a la una de la tarde, efectivos sanitarios sacaron en silla de ruedas a la progenitora y la trasladaron al Hospital Valle del Nalón aquejada de un ataque de ansiedad. Herminia no dejaba de llorar y de lamentarse.
En el interior de la casa, los sanitarios intentaron calmar a las tres hijas y ayudarlas a abandonar la vivienda, algo a las que ellas se negaron en todo momento. El amplio dispositivo que había en la zona explicaba a los representantes municipales que «parece imposible sacarlas sin que ellas acepten».
Y es que dos de las tres hermanas tienen obesidad mórbida y sufren fuertes subidas de tensión. A las dos de la tarde se decidió suspender el desalojo, se instaló una nueva cerradura en la puerta principal, único desperfecto que se había causado en la casa, y todo el dispositivo abandonó la zona. En las habitaciones superiores, las tres hermanas no dejaban de llorar. Ana y Herminia se encontraban acostadas en sus camas, muy nerviosas.
Mes y medio fuera
Los responsables municipales son conscientes de que deben dar cumplimiento a la orden judicial que les obliga a enmendar un error suyo, una licencia de obra mal otorgada en 1995, y derribar unos cincuenta centímetros del primer piso de la casa. Esta demolición dejará esta zona con una altura demasiado pequeña para ser habitable.
Desde el Ayuntamiento de Langreo se recuerda que se han dado muchas opciones a esta familia, pero que no fue posible lograr un acuerdo. Ahora parece que la única solución es enviarlas a un hotel, con todos los gastos pagados, durante el tiempo que duren las obras de derribo. Los técnicos municipales aseguran que estos trabajos podrían dilatarse a lo largo de mes y medio.