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ALEJANDRO FUENTE
UJO.
Jueves, 1 de marzo 2018, 00:41
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David Vázquez es un vecino de Ujo (Mieres) de 42 años. Denuncia que vive «un calvario» desde que sufrió un accidente en el trabajo y, desde la Navidad de 2016, ha sido víctima de varios errores médicos. Entonces, comentaba ayer en su domicilio, residía en un pueblo de Zamora donde tenía un pequeño taller mecánico. «Fue al poner una rueda en un vehículo, me dio un tirón a la vez que tosía. El dolor fue tremendo». Fue atendido de urgencia en el hospital provincial y se le diagnosticó una dolencia muscular. Pero el dolor iba creciendo y tuvo que dejar de trabajar. Fue en febrero cuando decidió regresar a Asturias con su familia. Y tuvo que acudir, con traslados en ambulancia, al hospital Álvarez-Buylla con diagnóstico similar. Posteriormente, fue derivado al Hospital Universitario (HUCA) en Oviedo. «Yo pedía que me hicieran pruebas, que me miraran bien, que este dolor no era normal. Pero no me hicieron caso», lamentó.
¿Cuál era -y sigue siendo- el origen de su sufrimiento? «Una costilla rota que no me detectaron en ninguno de los tres hospitales públicos. Tuve que acudir a un centro privado a que me realizaran una exploración en profundidad». De un cajón del salón saca una montaña de papeles médicos de los diferentes centros sanitarios a los que acudió. «Aquí está, fractura no consolidada de la séptima costilla izquierda con bordes óseos irregulares».
Eso fue en marzo. «A los pocos días, me desperté con un fortísimo dolor y acudí al HUCA ya con este informe. Me dijeron que ese papel a ellos no les valía para nada y que me harían las pruebas. Entonces sí, detectaron la rotura».
Pero el problema se fue complicando. «La pesadilla fue a peor. Con el paso de tiempo se fueron formando una especie de callosidades en la costilla rota porque no se soldaban. Ese crecimiento hizo que se rompieran otras dos. Ya me avisaron de que iba a necesitar material protésico». Y llegó la hora de la operación, que era de urgencia y en la que tardaron varios meses en darle cita. Fue en septiembre. «Ni me pusieron prótesis, en su lugar una especie de puntos para intentar unir las costillas». En diciembre se despertó entre alaridos. Esas juntas se habían roto.
«Soy un marrón para los médicos de la sanidad pública; como ellos no me detectaron el problema, no quieren saber nada de mí porque soy una prueba de sus errores», aseguró. Poco después afirmó que no puede dormir en la cama desde que comenzó esta odisea. «Lo tengo que hacer sentado, ya no puedo más», dijo. Y ahora sigue a al espera de regresar al quirófano. «Iba a ser una operación de emergencia para arreglar este estropicio; y sigo esperando». Lo peor, comentó, es que sabe que no volverá a estar como antes.
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