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«Hubo un estruendo espantoso y toda la zona se llenó de polvo»
Los vecinos señalan que nunca habían presenciado un desprendimiento de tales proporciones
La montaña se vino abajo poco después de las once y media de la mañana de ayer. «Yo estuve en el lugar diez minutos antes, dando parte al seguro de una gotera», afirmaba Marisa Serrano, la propietaria de una casa rural en el núcleo de la cortina. Se trata de la vivienda que quedó en pie, en lo más alto de la ladera, junto al rastro que dejó el desprendimiento. Al lado, había otra edificación. No quedó resto alguno. «De repente, se escuchó un estruendo espantoso y se llenó todo de polvo. Fue horrible», decía. Quien estaba a muy pocos metros de donde finalizaron su trayectoria destructiva las rocas es Isabel Lorenzo. Tiene 89 años y ha vivido casi toda su vida en este núcleo. «Nunca ha visto nada igual», contaba. «Me encontraba en la huerta, cogiendo una lechuga; cuando me quise dar cuenta, vi que caía una gran piedra y que venía hacía mí. Enseguida se llenó todo de polvo y yo eché a correr lo que pude hasta que salí del pueblo».
En el momento del desprendimiento había pocos vecinos, ya que se trata de un pueblo habitado solo por cuatro familias de forma continua, «que pueden llegar hasta los cuarenta vecinos los donde semana», señalaba la alcaldesa, Gema Álvarez. La mayoría son vecinos de Pola o de otro concejo del Caudal que tienen fijada una segunda residencia en este pueblo. Las casas, cuatro, afectadas estaban vacías. La zona quedó acordonada, poco después de las tres y media de la tarde. Los vecinos, que en un principio recibieron la orden de desalojo del pueblo, respiraron tranquilos al saber que iban a permanecer en sus viviendas. «La gente ahora está en el pueblo con normalidad tras el susto de esta mañana», decía por la tarde la regidora, todavía en La Cortina.
Goteo de propietarios
«Yo la verdad, que tengo donde ir sin me mandan marcharme, decía Isabel Lorenzo, pero, la verdad, prefiero quedarme en mi casa; no creo que haya riesgo», señalaba a la puerta de su casa antes de conocer que se anulaba el desalojo.
Muchos de los propietarios y vecinos eventuales se iban enterando de lo ocurrido y se acercaban hasta el pueblo para conocer lo ocurrido. Adoración Martínez y Julio Domínguez son de los que sí estaban en La Cortina. «Se escuchó un enorme estruendo y no sabíamos qué ocurrió; salí a la calle y vi una nube que lo cubría todo. Pasamos mucho miedo al principio, porque creíamos que podrían caer más piedras. Mire, todavía estoy temblando», señalaba ella. No obstante, tras ser informada por los bomberos, de que no había riesgo de nuevos derrumbes, ya se mostraba más tranquila.
Javier García es el alcalde de la población y acababa de llegar de Mieres, donde vive, para comprobar lo ocurrido en La Cortina. «Todo esto impresiona bastante», señalaba, al poco de ver el argayo.
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