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La delegada del Gobierno en el Principado, Delia Losa, accede a quitarse la mascarilla tras distanciarse del fotógrafo. ÁLEX PIÑA
«El periodo de gracia se acabó, la Policía impondrá la distancia social»

«El periodo de gracia se acabó, la Policía impondrá la distancia social»

Delia Losa Carballido | Delegada del Gobierno en Asturias ·

«Claro que temo un susto en las playas. Sé lo que es perder a un ser querido, sufro con las víctimas del virus y por eso alarmo, quizás más de lo debido»

ramón muñiz

Domingo, 28 de junio 2020, 02:06

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Abogada de hablar claro y cercano, Delia Losa (Mieres, 1954) se reconoce tan asustada con la pandemia como asombrada de la respuesta del país: «¿Recuerdas las películas de Mazinger Z?Estaban las partes sueltas pero a una voz de alerta se juntaban y formaban aquel monstruo. Aquí el virus tensionó al Estado y España demostró un músculo impresionante. Teníamos a las fuerzas y cuerpos de seguridad por un lado, los sanitarios por otro, las oenegés allí y las tiendas de alimentación aquí y, cuando se nos llamó el 14 de marzo, todos funcionamientos juntos».

–Representa al Gobierno central en Asturias. ¿Qué le diría a los familiares de los 335 fallecidos por el coronavirus?

–Es un drama. Les acompaño en el sentimiento. Mi madre murió hace pocos meses y aún siento el dolor de perder a un ser querido. Lo sufro con ellos y por eso machaconamente estoy alarmando sobre el virus, a lo mejor más de lo debido. Cada vez que veo a alguien en el hospital, con un aparato metido, que puedes estar así dos meses y salir con las cuerdas vocales desechas...(silencio) Tremendo.A las familias mi cariño, apoyo y más sentido pésame.

–El lunes en El Molinón hubo aglomeraciones y la policía no intervino. ¿Por qué?

–A lo mejor no se midió suficientemente la forma en la que se debería haber organizado el movimiento de la gente.

–¿Qué orden ha dado a los agentes para que no se repita?

–Levantar acta de infracción a quien no lleve mascarilla cuando tiene esa obligación.Llevamos una semana de gracia pero se acabó. Vistos los rebrotes hay que volver a imponer la distancia social y los agentes van a velar por que se cumpla esa norma. Mira las superficies comerciales; estuvieron abiertos y apenas tuvieron positivos. Con mascarilla y distancia se consigue.

Un virus con tres daños

–Visto lo ocurrido, ¿no teme un susto en las playas asturianas?

–¡Claro que lo temo! Vivo en un constante temor con la COVID. Me aterra el contagio, la facilidad con la que se transmite, el daño que produce. He visto a un hombre de 50 años que ha perdido capacidad pulmonar y tiene que ir con una maleta de oxígeno pegada...¿Cómo no voy a tener miedo? Tengo pavor por el daño humano que causa, por cómo tensiona al sistema sanitario y luego el perjuicio económico.

–Tras vivir eso, tener que volver a la mano dura, ¿desmoraliza?

–Conociéndonos los españoles, era lo esperado. Fueron meses retenidos y viene el buen tiempo. Es humano, pero hay que limitar el contacto. La multa por no llevar mascarilla es de 100 euros y sube si hay reincidencia.

–En el estado de alarma la multa era de al menos 600 euros y pusieron 19.918 en Asturias. ¿Qué dice eso de nosotros?

–Nada malo, creo. Somos un millón de habitantes y que te corten el modelo de vida en el que te criaste cuesta. Aquí recibimos un aluvión de llamadas sobre lo que se podía hacer. Me sentía como cuando tu hijo te preguntaba 'mamá, ¿puedo salir?' pero el fondo era de buena voluntad, de querer comprender la norma.

«Se te caen muchos mitos»

–¿Cuántas preguntas recibió?

–Abrimos un mail para ello y tuvimos picos de 700 al día. Cuando cambiábamos de fase no bajamos de los 500. Hicimos un equipo para responderlas, la mayoría por teléfono. Se te caen muchos mitos al ver al personal ofreciéndose a venir en fin de semana porque sabían que habría dudas. Preguntaban si podían ir al huerto, si caminar es lo mismo que pasear, de todo...

–Las rectificaciones no ayudaron a seguir tanta nueva norma. Un día un ministro permitía rebajas, luego otro las prohibía y al final vuelven a dejarlas...

–Trabajé en el Principado, en Régimen Jurídico. Hicimos muchas leyes y recuerdo la de ordenación farmacéutica. Estábamos con cinco inspectoras con mucha experiencia, pensando en todas las situaciones pero al final, cuando sacas la norma del horno, alguien llega con una caso que no habías previsto.Rectificar como lo hizo el Gobierno lo veo en positivo porque se adaptó cuando lo normal es que, por amor propio, dejes la ley sin tocar un tiempo para que no te acusen de ir sin rumbo.

–España tiene la tercera tasa de mortalidad del mundo, 60,5 fallecidos por la COVID por cada 100.000 habitantes. Italia está con 57, Francia 42 y Portugal, 15. ¿De verdad no cree que se podía haber hecho mejor?

–Habrá que ver la cifra al final, porque se sigue ajustando, y no sabemos cómo cuentan otros países. Este virus fue nuevo para todos.La Organización Mundial de la Salud (OMS) es la que tiene los conocimientos, capacidad y legitimidad y desde que el 11 de marzo declaró que era una pandemia España se puso a trabar en ello.

–Con los mismos datos EdP se puso en alarma el 6 de marzo, ocho días antes que ustedes.

–Está en China, ahí la situación era de alto riesgo, y es una empresa particular. Parar un país entero es algo muy distinto, de consecuencias enormes y que no puedes hacer cuando ni la OMS ha dicho que la situación es de pandemia.

–¿No cree que hubo fallos que nos hicieron tardar?

–Es que mirar las cosas cuando ya han pasado...El sistema sanitario por ejemplo no lo habrías podido crear cinco días antes, estaba ahí y en Asturias estaba porque se ha logrado mantener el gasto social pese a que había partidos que pedían recortarlo.

–¿No nos va la vida en aprender de esos errores del pasado?

–Sí, por supuesto.

–¿Y qué se hace para ello?

–El Gobierno lucha denodadamente para acabar con la COVID por un lado, por reflotar la economía por el otro y hay un equipo científico analizando todo el proceso buscando conclusiones que nos hagan reaccionar mejor. Es un trabajo ímprobo, inmenso, el que se está haciendo pero a veces el ruido del Congreso hace que nadie lo valore. Las medidas aprobadas para sostener la economía, a las empresas pero también a la gente, no las habría aprobado un Gobierno de derechas.

–No se cuestiona tanto el esfuerzo como el acierto. Se apoyaron en un comité científico que lidera Fernando Simón, quien en enero decía que «España no tendrá como mucho más allá de un caso aislado» y el 26 de febrero que «no tiene sentido que los ciudadanos sanos usen mascarilla». Si el diagnóstico es erróneo, ¿no hay que cambiar?

–Tenemos que cambiar, sí, pero no tanto al experto. Todo ha sido nuevo, han sido tres meses de enfrentarnos a un virus que no conocíamos, y por eso un día anuncias una medida, luego ves que no funciona y en vez de mantenerte firme en su defensa la cambias. Es verdad que hemos tenido que cambiar, pero es que el virus y el conocimiento que se iba teniendo nos obligaban a ello.

–¿Qué será diferente si vuelve la temida oleada de otoño?

–Todo. Ahora tenemos experiencia. La gente se cuida. El personal sanitario ha aprendido...salvo que al virus le de por cambiar de careta y nos despiste.

–¿Faltó material sanitario también en Asturias?

–Al principio hubo problemas de suministro aquí, en Alemania, Francia...Eso mostró la fragilidad del mundo, que por más potencia que seas, dependías de cuatro fábricas en China.

–¿Estamos condenados a mantener esa dependencia?

–Me gustaría que se cambiara, pero no sé si quienes detentan los mandos de la política económica mundial lo van a permitir.

–¿No son los Gobiernos?

–Tienen el poder de gobernar; el poder económico lo tienen otros.

Tirones de orejas

–¿Cuál fue su peor momento?

–El primero, la declaración del estado de alarma. Luego el 29 de marzo, cuando el permiso retribuido. Ese real decreto cerraba las empresas a excepción de las industrias que prestaban un servicio esencial. Desde el minuto cero se encendieron las alarmas. El consejero de Industria y el presidente Adrián Barbón sabían que si paras un horno de colada no lo abres en tres meses. Industria me pasó un listado de empresas esenciales y yo... le di el visto bueno.

–Y es cuando la llaman del ministerio y la riñen.

–Sí, la norma tenía un carácter general y parecía que me había salido de la línea, pero al final les hicimos entender que la industria asturiana es esencial.

–¿Fue su única pelea?

–También cuando se anunció que los municipios por debajo de 5.000 habitantes no tenían franjas horarias. La norma decía que eran municipios o entidades de ámbito inferior al municipio. Aquí teníamos casos como Cudillero, con 5.400 habitantes en su concejo, pero si entiendes cada núcleo de población, todos quedan liberados. Escarmentada por lo anterior, pregunté a la secretaría general de Política Territorial si podíamos aplicarlo por núcleos. Dijo que sí, aunque luego hubo quien intentó acusarnos de ir por nuestra cuenta.

–También tuvo que dar usted algún toque. Gijón al principio intentó mantener las franjas horarias en la zona rural, y dejar a los surfistas ir en coche...

–Tienes que mantener una cohesión para que la gente dé credibilidad a lo que dices. Entiendo que el Ayuntamiento, al ser la administración más cercana, tiene más presión del ciudadano. Aquí mismo parecía que detrás de estas puertas había una avalancha que estabas sujetando, que teníamos el peso de Asturias en la espalda y lo que te pide el cuerpo es decir que sí, que puedes salir.

Soldados y voluntarios

–Para mantener el orden, policías y guardias civiles doblar turno. ¿Están agotados?

–Sí. No lo dirán nunca porque tienen un sentido del deber tan exacerbado que no lo reconocerán, pero estuvieron en alerta y tensión permanente, a disposición.

–Por primera vez vimos al ejército calle a calle, limpiando y controlando. ¿Qué le suscitó?

–Son estamentos que en el inconsciente colectivo están separados de la sociedad y a veces asociados a un pasado no muy halagüeño. De repente ves cómo se rompen todas las barreras psicológicas y los consideras tu gente, que los necesitas y agradeces verlos. Te dan una tranquilidad enorme. Ese sentido del deber y esas expresiones que usan mucho y los civiles podemos pensar que son frases hechas, son realidades. La Unidad Militar de Emergencias venía a desinfectar tres residencias y al terminar te decían si podían hacer más. Vinieron 278 efectivos y limpiaron 79 en siete días. Y el regimiento Príncipe patrulló 24 concejos, hizo 31 desinfecciones y atendió el punto de triaje del HUCA.

–¿Le falta alguien a quien agradecer su trabajo estos días?

–Al tercer sector, las oenegés. El 14 de marzo hablamos y el 19 se había montando el albergue de la Tejerona en Gijón y tres días después otro en Oviedo para las personas que estaban en la calle. Se les dio alimento, atención sanitaria y psicológica y a todos se les convenció para que entraran por propio voluntad. A Cruz Roja llamaron muchos ofreciéndose a ayudar, los voluntarios de Protección Civil llevaron mascarillas a los sitios más recónditos. Ha sido impresionante.

Lea la entrevista íntegra en la edición impresa y en Kiosko y Más.

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