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Exiliados de la ciencia

Exiliados de la ciencia

Se formaron en Asturias y tienen expedientes sobresalientes, pero no pueden acceder a un empleo estable en casa. Los investigadores asturianos en el extranjero reclaman mejoras que permitan avanzar a la región

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Domingo, 24 de junio 2018, 04:53

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Tienen preparación, tienen experiencia, están en la mejor edad para hacer un trabajo al que muchos expertos apuntan cuando de elevar el nivel de un estado se trata. Y, sin embargo, se ven obligados a abandonar su región y su país para poder vivir de lo que hacen.Son los investigadores, jóvenes que se han formado en Asturias, despuntado en sus carreras científicas y, aunque quisieran, no pueden quedarse en su región si aspiran a vivir de la ciencia.

Los responsables de los principales centros de investigación de la región lo denunciaron en las páginas de este periódico: Asturias exporta talento investigador, pero no por gusto, sino por su incapacidad para retenerlo. «En el año 2013, debido a la falta de financiación, no era posible renovar mi contrato en el Instituto Nacional del Carbón y las ofertas laborales más interesantes venían del extranjero», explica Leticia Fernández, quien durante los cuatro años que estuvo en el Incar investigando las propiedades fotoquímicas de varios materiales de carbono y su aplicación en descontaminación de aguas trabajó con un equipo que logró varios premios. Esos cuatro años de doctorado se cubrieron con becas y contratos, «algunos de solo tres meses», pero tras presentar su tesis, al cabo de pocos meses, puso rumbo a Bélgica.«En vista de que se acababa mi contrato en el Incar me presenté a varios procesos de selección que se ajustaban a mi perfil y tuve la suerte de resultar elegida en varios de ellos, por lo que pude escoger a dónde irme», afirma.

Su caso tiene reflejo en las cifras que publica anualmente el Instituto Nacional de Estadística. En el año 2009 se gastaron (los investigadores prefieren decir «se invirtieron») en Asturias 370 millones de euros en investigación y desarrollo. Había entonces 4.883 investigadores trabajando a jornada completa en la región. La crisis se llevó esas cifras por delante.En solo un año el gasto bajó en 132 millones y el número de investigadores en 1.300, iniciando una tendencia negativa que solo se consiguió frenar en 2016. Conoce bien esta etapa Susana García, quien regresó a Asturias en 2009 después de unos años como estudiante de doctorado en la Universida de Nottingham, en Reino Unido. Lo hizo para incorporarse a un grupo de investigación de prestigio en el Instituto Nacional de Carbón, pero tras cinco años de trabajo que incluyó publicar su tesis se dio cuenta de que estaba cobrando menos que cuando empezó.«Si a lo eventual de mi situacion unimos que la crisis estaba apretando fuerte, que la inversion en I+D no hacía mas que reducirse, que la oferta de empleo público era inexistente y que veía cómo muchos de mis companeros, excelentes investigadores, se quedaban sin trabajo despues de muchos años de esfuerzo, todo ello me hizo plantearme si realmente tenía alguna oportunidad de seguir mi carrera científica en Asturias».

Ahora es profesora de ingeniería Química en la Universidad de Heriot-Watt, en Edimburgo, y directora asociada de Captura yAlmacenamiento de CO2 en el Research Centre for Carbon Solutions, donde dirige un grupo de veinte investigadores. «Desde el primer día he tenido un contrato permanente y en una escala salarial acorde con la labor que desempeño, con opción de progresar cada año dentro de cada nivel y de subir incluso de nivel».

Los científicos asturianos que trabajan en el extranjero apuntan a dos causas principales para que las diferencias entre la investigación que se hace en España y la que se desarrolla en estos países sea tan enorme:la falta de financiación y la escasa voluntad política para que la haya. Desde 2009 los principales países de la Unión Europea han mantenido o aumentado el porcentaje de suProducto Interior Bruto que dedican a I+D.Alemania pasó del 2,72 al 2,94% de hace dos años.España, en cambio, del 1,35 al 1,19%. En Reino Unido, donde trabaja Susana García, el gasto se mantuvo en torno al 1,69%. «El sistema investigador en Asturias y España es muy cerrado y endogámico, las fuentes de financiación son escasas y las empresas no se involucran lo suficiente en la I+D. Adicionalmente, el sistema de contratación en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) no fomenta ni apuesta por mantener y proporcionar estabilidad a sus investigadores».

La diferencia de condiciones laborales para los investigadores que trabajan en otros países es enorme. Y no se trata de una cuestión puntual, sino sistémica.Teresa Rodríguez, que trabaja en Harwell, cerca de Oxford, para la multinacional Element Six UK Ltd. señala que «tanto a nivel académico como industrial, hay bastantes más oportunidades que en España y, obviamente, que en Asturias. Aquí se apuesta por la innovación y la investigación en todos los sectores científicos, con ofertas atractivas y sueldos competitivos».

Al otro lado del Atlántico, en EEUU, el modelo se repite. «La diferencia está básicamente en la inversión. El porcentaje de inversión en I+D en EEUU es muchísimo más alto que en España, no solo por parte de la administración pública, también por parte de las empresas privadas y las fundaciones», afirma Miguel Prado, que trabaja en la Harvard Medical School investigando el mecanismo que regula el reciclado de proteínas en diversas enfermedades como la anemia y las neurodegenerativas.

Lucía Cabal también trabaja en Boston. Investiga para el departamento de Medicina Oncológica del Dana Faber Cancer Institute con un contrato ligado a un proyecto de cinco años.«Esa duración no significa que tras ese periodo se acabe aquí mi trabajo. Una de las ventajas de trabajar enEEUU (y sobre todo en Boston) es que siempre hay financiación y oportunidades disponibles para seguir trabajando», afirma. Unas oportunidades provocadas por «la financiación. Eso lo explica todo: las posibilidades laborales en cualquier campo científico, poder emprender tus propios proyectos y también el acceso a metodologías y servicios.Otro aspecto que me resulta envidiable es su alta predisposición a la colaboración».

Hay investigadores que ya se dieron cuenta de que su futuro estaría fuera de Asturias durante su etapa como estudiantes.Es el caso de Abigail Calzada, que siempre quiso dedicarse a las ciencias planetarias y la exploración espacial.«Me di cuenta de que no había oportunidades en Asturias. Mi campo de trabajo es muy específico y ahí es inexistente.En España hay varios grupos, pero por desgracia están muy limitados en cuanto a recursos», señala.

Ahora trabaja como científica de misión en las oficinas de Luxemburgo de la firma japonesa de exploración robótica lunar Ispace.«El caso de Luxemburgo y mi área de trabajo es especial y probablemente no puede ser comparado con España. Es un país pequeño y rico y quiere convertirse en un referente en todos los aspectos relacionados con la exploración de recursos espaciales».

Salir de Asturias para buscar estabilidad se ha convertido para muchos de ellos en una necesidad laboral, pero también la defienden como un paso adelante en su formación.Es el caso de Sonia Melendi (Oviedo, 1977), profesora titular en Ingeniería Energética en la universidad de East Anglia, en Norwich.«Creo que hay que salir. Una vez terminada la tesis doctoral es el momento de seguir formándote en otros centros, a ser posible en el extranjero. El problema es que tiene que haber mecanismos para que, aquel que quiera, pueda volver».

La estabilidad y los sueldos acordes a la formación no son las únicas ventajas que los investigadores asturianos encuentran cuando salen al extranjero. Las condiciones laborales, el sistema de trabajo, también cambia. «Una cosa que está fatal enEspaña es la maternidad. Si no tienes plaza fija olvídate de que te renueven si te quedas embarazada, lo que retrasa muchísimo la maternidad, a veces teniendo que renunciar a ella. En ese sentido, Luxemburgo da muchas facilidades», explica Veneranda López. A pesar de las condiciones, de los salarios, de los puestos, muchos aspiran aún a volver a Asturias, donde dejaron a la familia y a los amigos.«Con esa idea me fui, con la de volver. Sé que es posible, pero también muy complicado.Deberían cambiar las políticas y las mentalidades de los políticos.No puede ser que se resuelvan convocatorias para el retorno de personal investigador con promesas de cuatro, cinco años, y estabilización y que luego a los dos se diga que ya no hay dinero para investigar y que la gente se tenga que ver en la situación de volver a irse», se queja Lucía Cabal.

Una opinión que comparte Teresa Rodríguez.«Me gustaría volver, pero lo veo complicado, no veo mucho futuro para mí en Asturias. No creo que la experiencia que he adquirido y sigo adquiriendo se viera valorada en otro ámbito fuera del industrial».

Para Victoria García, la clave de su posible vuelta pasaría por un cambio en el ámbito científico.«Es necesario dejar atrás la construcción de centros fantasma e inversión en maquinaria que no se pone en marcha en años. Si continuamos trabajando 'a la española' siempre estaremos a la cola.Me gustaría volver a mi tierrina, pero no lo haré hasta que no pueda realizar el trabajo para el que estoy capacitada en condiciones dignas». «Me encantaría volver a Asturias. ¿A quién no le tira la tierra? Pero no volvería a cualquier precio. Y no me refiero solo al salario, también a la estabilidad laboral», concluye Sonia Melendi.

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