Cruz
ANDRÉS PRESEDO
Domingo, 13 de agosto 2023, 01:57
Ha vuelto a suceder. Cierto miembro del comité ejecutivo de la Cámara de Comercio, seguro que nada docto en el proceloso mundo de los vericuetos ... del arte moderno y, después de no poca reflexión, lo confiesa: «No llego a comprender el mensaje del cartel de la Feria». Y lo comenta con cierto recelo y hasta signos de indisimulado pudor, por no alcanzar a sacarle el zumo a las explicaciones de su mensaje. La inmensa mayoría del comité, ante la imagen, prefirió hacer un 'mutis por el foro', de libre interpretación. No es la primera vez, y seguro que no será la última, que esto sucede. Empresa y arte pueden no ir de la mano, aunque no pocos apuntan siempre y cada año al mismo artista. Otros echan de menos una doble versión del cartel, a modo de los subtítulos de la televisión, que anuncie la Feria en asturiano, vamos, en bable. No estaría mal, incluso sin cooficialidad, aunque a alguno le pudiera dar pampurrio.
Y hablando de oficialidad, loable es el nuevo aspecto del pabellón del Ayuntamiento de Gijón después de unas obras de limpieza de cara (hasta ahí) que ya tenían que haber estado acabadas en la Feria del año pasado, cuando aquello más que un pabellón era una caja de óxido con trampantojos. En cuanto al contenido, como viene siendo tónica general, para salir del paso, macro centollo incluido. Igual para el próximo año y, por fin, se dedica a nuestra querida Universidad Laboral, ahora que ya está en obras en iglesia y cocinas y que, salvo nuevo desaguisado, recuperarán parte de su porte en pocos meses. Y para porte, el busto de Franco con el que se dio de bruces el personal encargado por la Universidad de Oviedo para hacer un inventario (¿otro?) de lo que había en el lugar. Franco nunca visitó la 'Uni', pero allí está presente, eso sí, en bronce. La obra es anónima y más bien desafortunada si, como se supone, estaba encargada a mayor gloria del personaje. Es probable que ni el propio Franco se hubiera reconocido. Pero también aparecieron en las excavaciones otros insignes de la época en forma de lienzos apilados en cajones de madera, cuadros medio apolillados de promociones de alumnos, toda la cubertería de plata y ¡cómo no! los trozos, restos y pedazos de la Cruz de la Victoria que, en su día, presidió la parte superior de la ex iglesia.
Por mor de las obras de Impulsa, los vestigios de aquella denostada joya viajaron del suelo de unos servicios higiénicos, donde pasaron su primer destierro, a un almacén de plata. Vamos, un lujo. Allí seguirán viviendo su penuria como ya lo hacen, desde hace también años, los afamados y valiosos bancos de la ex iglesia (al menos los que quedan) en la ex sacristía y en la ex lavandería. Con destrozos incluidos, seguiría siendo un material inestimable para exponer en el pabellón municipal y, además, gratis. Tan gratis como las visitas al edificio de la antigua Fábrica de Tabacos ya programadas en su día, que contaron hasta con la presencia del presidente Barbón, y que eran más dignas de una expedición espeleológica que de otra cosa.
Al menos, parece que el noble edificio ha dejado de ser un spa para gatos. Que vaya a ser un museo, esa ya es otra historia. Pasarán más de mil años.
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