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Desde Las Cruces.Algunos de los participantes, a la vista lolos puertos de Güeria, con el Farimientu ala izquierda y Peña Rueda a la derecha,cerrados por la alineación oeste del macizo de Ubiña. FOTOS: FERMÍN GUTIÉRREZ

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De Asturias a León, al paso. El Campamento Geográfico Itinerante Sela, una escuela a pie de cordillera para 31 aventureros españoles, rusos y mexicanos

Fermín Rodríguez

Sábado, 13 de julio 2024, 02:00

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Concluyó el Campamento Geográfico Itinerante Sela dedicado a M. B. Cossío y a rodear a pie el principal polo ganadero peninsular, que culmina en las Ubiñas. La excursión instructiva fue organizada por el CeCodet en cooperación con el regimiento Príncipe número 3 , con la colaboración de Caja Rural y las fundaciones Cajastur Alvargonzález, Joluvi, el Ayuntamiento de Villablino y la Fundación Sierra Pambley. Participaron 31 personas, procedentes de Rusia, México y varias regiones españolas, para aprender caminando, interpretar lo que ven, y sentir el esfuerzo de acercarse a verlo.

Eso les cambió un poco, pues todas las horas del día son momentos de experiencia , ya sea viendo pasar cuatro lobos durante la imaginaria nocturna, conversando con Roberto y Hector, vaqueros en Valseco y Pinos, oyendo conferencias, sudando en las subidas y soportando las bajadas a plena carga, o visitando queserías tradicionales y la 'catedral de Babia'. Siempre sumergidos en el paisaje del parque de sensaciones que abrió sus puertas en Xomezana, a primera hora del 2 de julio y no cerró hasta el atardecer del 5 en Caboalles de Arriba, ya en la vertiente leonesa de la cordillera.

La hospitalidad de Domi, regenta de la Casa Cultural de Xomezana, hizo que el grupo arrancase con buen pie hacia la braña de Bobias, siguiendo después por Valseco al alto de Las Cruces, donde columbraron la magnificencia de los puertos de Güeria.

Con eso habían recorrido la parroquia de Xomezana de abajo arriba, reconociendo sus tres grandes pisos bioclimáticos, que la hacen completa y rica. Siguiendo al sol, los xomezanos suben y bajan para hacer que el ganado coma bien, lo que necesita ciencia y esfuerzo.

En Vega la Forcá vieron cómo se incurva la 'rodilla asturica', y por el Quentu´l Visu bajaron a La Guariza y La Mortera de Tuiza. Que no es parroquia completa; está tan alta que le falta el piso fondero. Por eso los tuizanos invernaban en Cenera o en los valles bajos. La ausencia la compensaban con la trajinería. Fueron catorce kilómetros hasta llegar al Meicín. Al día siguiente el grupo completó los diez que lo separaban de la Casa de Mieres, subieron los collados Cerreos y Terreros y se asomaron al balcón desde el que se vislumbra Babia. De nuevo encontramos la hospitalidad de los ganaderos que cabanan en el puerto de Mieres, lo que permitió alguna comodidad y mucha conversación con ellos y con los compañeros militares que explicaron su vida profesional bajo un fresno.

Hay incertidumbre por el lío con el puerto, que se nota en el abandono de la Casa de Mieres y en la desazón de los ganaderos. Una sensación que debió estar presente hace un siglo cuando el Ayuntamiento de Mieres pleiteó con el de Lena por el usufructo de los pastos del antiguo 'Conceyón', al que perteneció hasta 1833. No solo le fue negado esto, sino que muchos de sus montes fueron vendidos a vecinos y empresas mineras, que desplegaron sus guardas jurados para advertir de la nueva propiedad a las comunidades que los venían utilizando.

Así que siendo alcalde Pepe Sela, en 1925 el acuciado Ayuntamiento compró a buen precio el puerto de Pinos . La gestión fue facilitada por los lazos que tanto Pepe como su primo Aniceto mantenían con el círculo de institucionistas que gestionaban la Fundación Sierra Pambley, propietaria de los puertos. Aniceto estaba cercano al maestro Giner de los Ríos y trataba como colega a Cossio, con quien subía a Peña Ubiña. Pepe Sela, aunque en un plano más lejano orbitaba alrededor del mismo centro; por ejemplo, había participado en la excursión de León a Asturias que la ILE había hecho en 1883 y que rememoramos el año pasado.

Pero la Fundación Sierra Pambley no solo vendió en subasta estas vegas del puerto a Mieres, sino a otros vecinos de la zona, que hicieron buen negocio, como atestiguan las sólidas casas que vemos en Pinos y San Emiliano. Dieciocho kilómetros y algunas explicaciones permitieron hacerse cabal idea de la alta plataforma babiana, segundo escalón bajo los puertos, que fue recorrida hasta Riolago, la capital de Babia.

Después, una extensión nos llevó a Torre de Babia, pueblo de familias pudientes y de buen pasar, lugar de concentración de ganados trashumantes en los grandes apartaderos que lo compartimentan, y que preside la 'catedral de Babia', cuyo porte y retablos hablan del poderío de la comunidad ganadera, asentada en varios barrios, con sus capillas y pendones, que plantaban orgullosos ante la iglesia matriz.

Y desde ahí a Villablino, en bus dispuesto por la Fundación Sierra Pambley, en cuyo huerto instalamos el campamento, disfrutamos de una cena en pie y de un par de conferencias dictadas por Pedro González, que permitieron saber qué es la Fundacion Sierra Pambley y quién fue su presidente durante 50 años, M. B. Cossio, el hombre de confianza de Giner, el descubridor del Greco, el 'influencer' que convencía a Alfonso XIII de la necesidad de proteger el patrimonio histórico español y rentabilizarlo a través del turismo.

Los diez kilómetros del viernes sobre el papel no parecían mucho, pero engañaban. Por su dureza y por su belleza. Asombroso el bosque de texos de Brañarronda, a donde el grupo fue conducido por Javier Santos, geógrafo de León y por Luis González, minero jubilado y botánico. Fueron cuatro horas hechizados por tejos milenarios que abrazaban y miraban, presidiendo una vegetación que no empequeñece ante la ceja de selva peruana, ni por ardor y ni por pendientes. Si Babia es pasto, Laciana es bosque. Completamos su recorrido acercándonos a Caboalles de Arriba, testigo mudo de una reconversión minera que trasvasó al Levante la población prejubilada. En medio de esto, Merce Fisteus, concejala y afamada escritora, lucha para que el destino no le tuerza el brazo a Laciana.

Cada participante lleva una colección de postales en sus ojos, y en su cuerpo la señal de haber sentido los kilómetros. También han comprendido todos cómo las laderas de las montañas no hacen fronteras. Que somos parte de una larga tradición, cuya presencia está viva en este yacimiento de energía verde, que el hombre explotaba en una aventura diaria con conocimiento desde el fondo del valle hasta los huertos caliares. Y que para ir lejos, lo mejor, siempre, es ir en buena compañía.

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