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Pedro Sánchez e Irene Montero, en un acto institucional. E. NARANJO / EFE

Madrid sortea las prohibiciones sanitarias con concentraciones más pequeñas

Las mujeres optaron por celebrar su día con protestas virtuales, sin olvidar la exhibición de prendas moradas

ANTONIO PANIAGUA

MADRID.

Martes, 9 de marzo 2021, 02:32

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Salvo concentraciones muy minoritarias, Madrid no fue el escenario de marchas multitudinarias de otros años por el Día de la Mujer. La decisión de los jueces, incluido el Tribunal Constitucional, de ratificar la prohibición de las manifestaciones feministas por razones de salud pública fue obedecida en términos generales. La Comisión del 8M, convocante de la primera huelga de mujeres en 2018, anuló todos los actos anunciados.

El Sindicato de Estudiantes, sin embargo, fue una de las pocas organizaciones que desafió la orden de la Delegación del Gobierno. El movimiento estudiantil celebró una protesta no autorizada en la Puerta del Sol, frente a la sede de Gobierno de la Comunidad de Madrid. El Real Palacio de Correos, que acoge al Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso, no lucía ninguna enseña morada, a diferencia del Congreso, del que colgaban dos pancartas con lazos violetas.

Por las calles de Madrid se lucieron con profusión sudaderas, abrigos, pañuelos y bufandas moradas. La Comisión del 8-M, tras conocer la noticia de que sus cinco manifestaciones eran definitivamente anuladas por el Tribunal Constitucional, animó a mujeres y hombres a aplaudir en los balcones y terrazas, como ya ocurrió durante el confinamiento.

«Estoy convencido que dentro de poco podremos aprobar esa ley del sí es sí, para que solo sí sea sí», anunció el presidente

En Callao una reducida protesta que alcanzaba la veintena de mujeres se hizo presente con el propósito de abolir la invisibilización femenina. Eran miembros del Movimiento Feminista de Madrid. Al rato se juntaron otras cuantas manifestantes hasta llegar a la cincuentena. Portaban carteles en los que se proclamaba «el porno es prostitución grabada» o «la revolución será feminista o no será». También por la tarde discurrió una caravana de bicicletas por la Gran Vía.

«No estamos haciendo nada ilegal. El 8M no es ningún delito. No nos van a meter en casa. Estamos defendiendo la libertad de expresión y el derecho de manifestación», dijo la secretaria general del Sindicato de Estudiantes, Coral Latorre. La dirigente estudiantil reclamó la dimisión del delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, que impidió -respaldado por la justicia- la celebración de cualquier protesta para evitar los contagios por la covid-19.

«Bares abiertos»

Latorre adujo que mientras Franco ha proscrito todas las protestas para mantener a raya las infecciones, «los bares permanecen abiertos, el Corte Inglés está lleno de gente y se autorizan las manifestaciones de nazis y negacionistas». La Policía hizo la vista gorda cuando las jóvenes de la organización estudiantil y de la entidad Libres y Combativas, megáfono en mano, arengaron a un centenar de personas congregadas en torno a ellas contra la «represión salvaje». «Parece ser que solo los manifestantes de la izquierda propagan el virus», declaró una integrante de Libres y Combativas.

Justo el día en que se celebra el Día Internacional de la Mujer, el famoso mural del distrito madrileño de Ciudad Lineal amaneció embardunado de pintura negra para borrar las 15 caras de mujeres célebres que han hecho un hueco en la historia, la grande y la pequeña. Lo que no pudo hacer Vox, lo ha conseguido una extraña organización que se hace llamar Revolution. También hubo un amago de incidente cuando un pequeño de personas -dos hombres y una mujer- empezó a cantar el 'Cara al sol', y tuvieron que ser protegidos por la policía.

En la Plaza de Juan Goytisolo, frente al Museo Reina Sofía, un grupo de mujeres urdía con alambre una jaula en cuyos barrotes ataban paños de cocina usados. Dentro de esa cárcel está la artista Barbara Long, protagonizaba una 'performance'. «Como mujeres somos cómplices de nuestra propia jaula», argumentaba.

A Teresa -sombrero, bufanda, guantes y mechones de pelo morados- no le gusta que le vengan con el cuento de las prisiones consentidas. «Me incomodan esas palabras. Muchas que han construido su jaula lo han hecho para protegerse», arguye esta secretaria de dirección. A sus 64 años denigra la opresión a que se han visto históricamente abocadas las mujeres y cree que muchas, como su madre, si han sido víctimas del patriarcado no lo han hecho por voluntad propia.

«Vengo de un pueblo donde las mujeres rompían el hielo con las manos, sin guantes, para lavar», dijo Teresa. «Mi madre sabía tejer, esquilar las ovejas, hace la matanza, y no le daba ninguna importancia a esas cosas. Fue a los 80 años, cuando la invitaron a un taller en el Reina Sofía, y tomó conciencia de que lo que hacía era relevante».

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