El acusado por maltrato animal señala rencillas con los denunciantes
Según la fiscalía, el presunto autor mantenía a veinticuatro perros en una finca de Pulide en condiciones de «insalubridad importante»
Borja Pino
Avilés
Miércoles, 20 de abril 2022, 20:08
Para A. I. G. M., una disputa con un matrimonio que reside a escasos metros de su finca de Pulide justifica la denuncia por presunto maltrato animal que pesa sobre él después de que, en junio de 2019, sus vecinos acudiesen a las autoridades, convencidos de que los veinticuatro perros que el acusado mantenía en la parcela se hallaban en situación de abandono. Así lo ha afirmado esta mañana, durante la vista oral celebrada en los Juzgados de Avilés, y en la que ha negado que sus animales sufriesen cualquier mal.
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«Mis perros tenían agua limpia, estaban alimentados, los limpiaba y estaban controlados», aseguró el hombre, propietario de varias parcelas en Pulide. El 24 de junio de 2019 agentes del Seprona encontraron en una de ellas a los canes, veintiún adultos y tres cachorros, en lo que la fiscalía definió como«condiciones de insalubridad importantes». Además, se localizó el cadáver del sabueso español 'Poga', y a una perra raza grifón, 'Selva', con «una herida infectada en el cuello».
Nada de eso ha sido admitido por A. I. G. M., quien, además de reiterar las óptimas condiciones en que se hallaban los perros, aseguró que el día 22 llevó a 'Poga' a una batida para espantar jabalíes. A su juicio, el sabueso podría haber muerto «por problemas de corazón, el ataque de otros perros, un golpe de calor o un relámpago».
En cuanto a 'Selva', afirmó que la lesión «ya estaba curada cuando los agentes llegaron», algo que confirmaron los tres veterinarios llamados a la sala en calidad de testigos. Además, insistió en que «la perra no era mía», y aseguró que alguien le había retirado la correa en los días previos. «Me la soltó el enemigo», aseguró.
Por ello, A. I. G. M. señaló intenciones espurias en la denuncia presentada por el matrimonio. El acusado declaró que la parte femenina de esa pareja «empezó a pedirme perros; llegué a darle uno», y apuntó que, según terceros, «entraba en mi finca, se llevó varios perros y los vendió».
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Por el contrario, tanto J. M. V. como M. G., la pareja denunciante, calificaron de «bueno», incluso «amistoso», su vínculo con el acusado, llegando a afirmar que le regalaron tres casetas para proteger a los animales. J. M. V. apuntó que «el agua al alcance de los animales estaba llena de verdín», y que «a casi todos los vi rascarse, por pulgas y garrapatas». Otro punto conflictivo, pues solo uno de los dos agentes del Seprona que acudieron a la finca reconoció que «las pulgas me las llevé a casa». Ni su compañero, ni los veterinarios pudieron confirmar la presencia de parásitos; además, los tres profesionales médicos descartaron síntomas de desnutrición en los canes.
El único aspecto en el que coincidieron todos los testigos fue en la insuficiente higiene de la parcela, llena de diversos objetos, excrementos y restos de comida. A tenor de los testimonios, la acusación particular mantuvo su petición de pena de diez meses de cárcel, mientras que la defensa reclama, como mucho, la consideración de abandono de animales domésticos, un delito leve con multa de entre seis y diez euros durante un mes.
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