Al matadero por el alto precio de los piensos
Carne y leche, en riesgo. Los ganaderos advierten: «Hay peligro real de perder el tejido agrario, que no se recupera fácil»
Asfixia y situación límite son las ideas que repiten los ganaderos asturianos consultados por este diario sobre el momento que vive el sector en nuestra región. A la progresión en el aumento de los costes de producción de los combustibles y la energía eléctrica ha venido a sumarse desde comienzos del año pasado un espectacular incremento del precio de los piensos compuestos, que según las formulaciones llega a doblarse. El sacrificio de animales para poder hacer frente al pago de facturas ha sido la única salida para muchas pequeñas y medianas explotaciones, cuando no el cierre mismo de las granjas. La problemática que sacude a todo el tejido ganadero regional está frenando a la vez la incorporación de los más jóvenes, que no ven un futuro cierto para su actividad, un contratiempo más para un sector con una elevada edad y en el que se estima que en los próximos cinco años podrían jubilarse cerca del 40% de los actuales profesionales.
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La brutal subida de los piensos golpea tanto a los productores de leche como a los de carne, si bien en el primer caso el ajuste de los precios en origen al alza les ha servido para amortiguar en parte el aumento de los costes. En ambos casos, las fuentes consultadas coinciden en hablar de una posible escasez de estos alimentos básicos. Un explosivo cóctel para las ganaderías asturianas, puntal clave de nuestra economía y del sostenimiento poblacional en la zona rural.
El momento crítico preocupa por un igual a las ganaderías, independientemente de su tamaño o su solvencia. Paulino Badiola, responsable de una de las mayores vaquerías de leche del Principado, ubicada en Condres (Gozón) con una cabaña de 600 reses, y una de las más premiadas, pone sobre la mesa algunas cifras de cómo han afectado a su empresa los incrementos de costes: «En energía eléctrica el año pasado en agosto pagamos una factura de 2.500 euros y en este 7.200 euros, con 2.000 kilovatios menos de consumo. El pienso ha pasado de costar 36 céntimos el kilo a 54 céntimos. Los primeros seis meses del año por el mismo consumo de pienso que el año pasado pagamos 100.000 euros más. En cuanto al gasoil, en 2021 la media era de 0,75 céntimos, ahora está a 1,50, el doble. En todo caso para una explotación de este tipo los costes más importantes son los de alimentación, representan el 70% y es verdad que en el último trimestre del año los precios han subido como nunca antes (ya no producimos a pérdidas), pero también se han elevado como nunca los costes, es una pescadilla que se muerde la cola y el hecho es que siguen cerrando explotaciones», explica.
Matar para no cerrar
Este profesional esgrime otros datos que vuelven específico el caso de Asturias: «Hace cinco años teníamos el 10% de la producción láctea de España y hoy se ha reducido al 7%, mientras Galicia representa más del 40%. Allí la Administración se ha implicado en apoyar al sector primario. Hay algo que sí nos envidian nuestros vecinos y es la Central Lechera, un paraguas, si no estuviese habrían cerrado la mayoría de granjas», opina. En cuanto al relevo generacional, su receta es clara: «Es difícil que lo haya si no hacen atractivo el sector y de momento, la clave es conseguir que los que están no se vayan».
Más reducida, la ganadería Casa Viña de Albandi (Carreño), tiene al frente a Tino Rodríguez. Él cuenta con su propia teoría sobre la subida de los piensos: «No es algo que venga solo de la guerra de Ucrania, los grandes inversores llevan tiempo copando el mercado de cereales como antes el del ladrillo. Tienen estancados los productos y juegan con ellos, especulan. Al retenerlos, la escasez disparó los precios y hoy son muchos los ganaderos que trabajan con rendimiento cero, tienen que vender animales, sacrificarlos o directamente cerrar, Nosotros nos mantenemos porque fabricamos nuestro propio forraje y abaratamos los costes con una ración bien hecha, pero aún así no es fácil: llenar de mezcla el silo ahora supone 5.000 euros al mes», apunta.
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Más complicada tienen la situación los productores de carne. José Manuel Cardín, de la ganadería Les Roxes en Poreñu (Villaviciosa), mixta con 15O reses de IGP Ternera Asturiana y 30 lecheras, habla sin ambajes: «Esto es un sinvivir que no nos afecta solo a nosotros, sino a toda la cadena alimentaria. Para cebar terneros hay que disponer de un capital y luego se obtiene una rentabilidad, pues ahora se venden para los cebaderos a cualquier precio y de cualquier manera. De IGP ahora mismo prácticamente no hay terneros para abastecer el consumo de Asturias. Y si antes había poco rendimiento, ahora peor». El productor tiene su propia opinión sobre el relevo generacional: «Nos venden la moto de que va haber doscientas y pico incorporaciones, pero es engañoso. Si no aguantamos aquí los que lo tenemos heredado de los padres y toda la vida trabajando en ello, ¿cómo se van a incorporar los que no lo vieron? El ganadero naz, no se haz y lo que tienen que hacer es incentivar a los que ya estamos y que los chavales vean beneficios para continuar. Tal como están las cosas yo no voy a mandar a mis hijos que sigan aquí», afirma.
Devaluación del ganado
Luis Menéndez, de la ganadería cárnica Peña Crespa, en El Pedrosu (Villaviciosa) expone su caso: «Tengo 30 madres más el semental, en total 46 animales. Pasé de pagar 370 euros en pienso a 560 y no tuve otra opción que sacrificar. Con los actuales precios y márgenes no me puedo revolver, es una situación de asfixia. El precio de los animales es irrisorio, hay devaluaciones de hasta 500 euros: uno que vale 1.700 venderlo en 1.200. Y son animales que has criado con ilusión, te duele mandarlos así al matadero, pero tengo que vivir». Él también desconfía de las posibilidades de relevo generacional: «La edad media es muy avanzada, mucha gente por encima de los 60 años y si hay gente que viene por detrás no vale para suplir a los que hay. Estamos todos a reducir, la gente no sospecha las dimensiones del problema que nos vamos a encontrar a no tardar mucho con el cierre de más explotaciones. Es real el peligro de perder el tejido agrario, que como el industrial no se recupera de la noche a la mañana», razona.
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