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La misteriosa herencia de 14 millones de euros que puede ir a parar a un oculista de Oviedo

La fortuna de un empresario leonés enfrenta a su hijo biológico con los beneficiarios del testamento, que incluye una lujosa mansión de 400 metros cuadrados en Madrid, fondos en cuentas bancarias, obras de arte, acciones y una finca cinegética, entre otros bienes

Lunes, 3 de noviembre 2025, 16:56

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Catorce millones de euros están en juego. Esa es la herencia de un empresario leonés, Antonio F. D., fallecido en 2021 frisando los 90 años, que ha terminado convirtiéndose en un culebrón. Un complejo litigio sucesorio nacido al calor de un patrimonio amasado durante décadas que incluye una mansión de 400 metros cuadrados en Madrid, varias cuentas bancarias (en España y Suiza), acciones, porcelanas, obras de arte, una colección de armas y una enorme finca de caza en León, de más de 200 hectáreas, dicen que una de las mayores de España y donde ha tenido que intervenir el Seprona por abandono de animales.

De momento, un juzgado madrileño mantiene bloqueada la herencia hasta que se resuelva la batalla legal entre el único hijo biológico del empresario, así reconocido por el Tribunal Supremo, y los beneficiarios designados por el fallecido en su testamento, entre los que se encuentran un oculista de Oviedo, dos instituciones religiosas (en León y Zamora), el chófer del empresario y un albacea al que se le asignó una pensión mensual de nada más y nada menos que 10.000 euros.

Un romance secreto y un extraño empadronamiento

Todo comenzó con un romance clandestino, allá por mediados de los años setenta. Una relación sentimental que el empresario mantuvo con una mujer vasca que estaba casada y de la que nació un hijo que nunca llegó a ser reconocido por el leonés.

Hasta que, décadas más tarde, ese hijo (nacido en Eibar, en Gipuzkoa, y que hoy ya ha cumplido los 50) inició una batalla en los tribunales para demostrar su filiación. Una lucha judicial que le dio la razón, como acreditaron las pruebas de ADN al 99,9%, y que abrió la puerta a que ahora exija ser reconocido como único heredero legítimo.

Pero el camino no promete ser fácil, porque uno de los obstáculos de este caso de película es que el empresario tenía un plan: se empadronó en Pamplona poco antes de fallecer, una jugada maestra con la que Antonio F. D. pretendía acogerse al régimen foral navarro, cuyas leyes sucesorias permiten designar libremente a los herederos, dejando fuera incluso a los hijos.

Así las cosas, la pelota está en el terreno del demandante, que sostiene que su padre nunca vivió realmente en el pequeño piso alquilado e «impropio» para el tren de vida que llevaba en un «barrio marginal» de Pamplona, sino que residía habitualmente en su fastuosa vivienda de alto 'standing' y 400 metros cuadrados en el barrio madrileño de Chamberí. Y, para desmontar la estratagema paterna, su defensa ha aportado informes de detectives privados que demostrarían que el empadronamiento fue «una maniobra de conveniencia» para poder dejarlo sin su trozo del pastel y que incluyen testimonios de numerosos vecinos de la zona que aseguran que nunca vieron al millonario por allí. Pero es que, además, ha solicitado una investigación sobre posibles transferencias ocultas a cuentas en Suiza.

Hasta resolver el embrollo, un fallo ha ordenado paralizar el reparto de la herencia y el juicio está previsto para abril de 2026. Sobre la mesa, catorce millones de euros cuyo destino, de momento, está en el aire. ¿Viajará una parte a Asturias?

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