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Ayudando

ANTONIO OCHOA

Lunes, 11 de diciembre 2017, 00:30

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Algunas noticias y declaraciones en los medios nos llevan casi a concluir que los habitantes de las zonas rurales somos unos locos inconscientes a los que hay que atar corto para que no pongan en peligro la supervivencia del planeta. Me parece terriblemente injusto que olviden lo mucho que aportamos al mantenimiento de la civilización urbana. En estos tiempos en los que la contaminación del aire asfixia las ciudades, nosotros tenemos en marcha dispositivos que capturan miles de toneladas de CO2. Poseemos unos artefactos enormes, llamados 'castaños', que lo atrapan, lo encapsulan en unos nódulos llamados 'castañas' y, con ayuda de otros dispositivos llamados 'cerdos', lo convierten en jamón.

Hay otros artificios medianos, llamados 'viñas', que lo convierten en vino y millones de otros pequeñitos, llamados 'hierbas', que, con ayuda de unos grandes aparatos ambulantes, llamados 'vacas', lo convierten en leche o filetes. Así que, cuando estas navidades se peguen una opípara cena con estos productos, recuerden que eso es CO2 de sus coches reciclado gracias a nosotros.

Y qué decir de esa otra gran preocupación que es la pérdida de biodiversidad debida a la extinción de especies. Mientras muchos se limitan a combatir el problema a base de palabras, nosotros ayudamos con obras.

Soltamos cabras, ovejas y vacas al monte para que los lobos y los buitres puedan comer. Tenemos colmenas, cerezos y otros frutales para que los osos se alimenten. Plantamos patatas y maíz para que los jabalíes no pasen hambre. Sembramos huertos para que los topos y los ratones proliferen y las rapaces no desaparezcan. Y todo eso lo hacemos a sabiendas de que no recibiremos nada a cambio, a sabiendas de que las indemnizaciones son una broma, de que tienes que llevar más papeles a la consejería para que te paguen cien euros por destrozos que al banco para que te presten un millón. Todo esto lo hacemos altruistamente, porque amamos nuestra tierra y porque, si alguien tiene que comerse los frutos de nuestro sudor, preferimos que sea un oso antes que un político.

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