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BELÉN GARCÍA HIDALGO / ANDREA ARRUÑADA
TAPIA DE CASARIEGO / MOAL.
Sábado, 26 de octubre 2019, 00:10
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«El medio rural tiene futuro. Siempre ha estado sometido y siempre ha salvado obstáculos, afrontado retos». Así, sin cortapisas, arrancó el primer encuentro de Mujer Rural organizado por el colectivo femenino del pueblo cangués de Moal. Una decena de mujeres «valientes» explicaron cómo su apuesta por el medio rural se postula como el mejor aliado contra la despoblación. Aunque conscientes de que no existe una fórmula secreta para fijar población, ellas abogan «por no poner todos los huevos en la misma cesta». O lo que es lo mismo: diversificar la economía.
En la actualidad, señaló la gerente del Grupo de Desarrollo Rural Alto Narcea-Muniellos, el colectivo femenino forma parte de esa 'migración ilustrada' que dejó el pueblo para formarse y retorna de manera estable para regenerar el pueblo. «Para mejorar hay que exigir y formarse».
La adaptación es otra de las claves. «En 40 años cambió todo muy rápido. Mi vida se fue renovando con los tiempos», destacó Isabel Álvarez, Mujer Rural 2018. Así, fue como surgió el matadero, que abrió sus puertas ante un cambio legislativo que amenazaba con dejar Ibias sin carne y desabastecer su carnicería. Más tarde, sumaría a su proyecto empresarial una pensión y un mesón. «Hay que incentivar el medio rural de alguna manera», reivindicó. «No se puede dejar morir los pueblos».
A la falta de oportunidades, se suman las dificultades que muchas personas con discapacidad encuentran para demostrar su potencial por carecer de una verdadera cohesión social. Intentar solucionar este problema fue uno de los objetivos del encuentro 'Desarrollo rural desde la inclusión social' organizado ayer en Tapia.
Como señaló Jaime Izquierdo, comisionado para el reto demográfico, «es imprescindible trazar un modelo de trabajo en equipo que actúe como ascensor social para todas las personas». Una integración que solo será posible si, como él mismo explicó, se atiende a las «necesidades específicas del territorio» que, inevitablemente, irán «ligadas a la agroecología». Es algo que saben muy bien en la Fundación Edes, cuyo presidente, Antonio García, acudió al acto para «buscar inspiración» en proyectos de inclusión que funcionaron en otras comunidades.
El suyo propio, la Finca El Cabillón (especialista en la venta directa de hortalizas ecológicas), es el mejor ejemplo de unión entre empleo y desarrollo local. «Queremos cambiar la mentalidad de los consumidores. Cuando nos compran a nosotros, tienen que saber que no solo apuestan por un producto, también por un modelo laboral y de territorio». Además, cree que «hay que adaptar la formación a los recursos disponibles en la zona y garantizar servicios de calidad». Una tarea que, afirma, solo será posible con la colaboración de las distintas entidades para que «nadie se tenga que ir de donde es feliz».
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