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JUAN GARCÍA
RIBADESELLA.
Martes, 9 de julio 2019, 00:09
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La Asociación Cultural Amigos de Ribadesella celebró el pasado sábado una excursión a los acantilados del Infierno en la que se combinaba el tren con el senderismo. Una jornada que debería haber sido de desconexión y diversión y que, sin embargo, les deparaba una desagradable sorpresa, según explicaban ayer desde el colectivo mediante un comunicado. Y es que, tras superar la «odisea» que les supuso hacerse con un billete colectivo, se encontraron con que el tren que debería llevarles hasta el apeadero de Belmonte de Pría, desde donde iban a iniciar su caminata, estaba averiado. «Nos lo comunicaron en la estación, y nos dijeron que no nos podían poner un autobús», explicaron los afectados. Agregando que las soluciones ofrecidas por el operador ferroviario «eran tan peregrinas que preferimos omitirlas».
«Quedamos tirados como colillas, con el billete colectivo en la mano», lamentaron. E indicaron que, «como hay que hacer de la necesidad virtud, y tirando del refranero, oponer a los grandes males grandes remedios, quienes llegaron a la estación en coche ofrecieron sus plazas vacantes para acercarnos al área recreativa de Cuerres e iniciar desde allí la ruta».
El colectivo explicó que se habían decantado por la línea de Feve «por economía, por ecología y por colaborar, aunque sea de manera testimonial, con los trenes de cercanías, poco acostumbrados a ver los vagones llenos». Sin embargo, recalcaron, «conseguir el billete colectivo ya supuso una odisea y pagar con tarjeta, imposible, no vaya a ser que alguien piense que Renfe se incorporó al siglo XXI», afearon.
Eso sí, decididos a quedarse con la parte positiva de la excursión, los Amigos de Ribadesella recalcaron también cómo su guía, Luna Adrados, «demostró conocimientos y entusiasmo a la hora de trasmitir la información a los atentos visitantes», cerca de medio centenar. Tanto es así, recalcaron, que a partir de ahora todas las personas que acudieron a la cita van a contemplar esas maravillas geológicas con otros ojos. «Aprendimos que para ver cenotes no hace falta irse a México, que en nuestra costa tenemos dolinas para todos los gustos y lamentamos, desde la altura, que no haya una bajada decente para pegarse un baño en el precioso pedral de Arra», apostillaron los riosellanos.
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