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gloria pomarada
Sábado, 28 de julio 2018, 17:48
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Una vez al año la festividad de San Melchor de Quirós reúne a los religiosos asturianos que participan en misiones por todo el mundo y, esta mañana, el punto de encuentro estuvo en Covadonga. Son 168 los misioneros repartidos actualmente por países de África, Asia y Latinoamérica, de los cuales cerca de una decena pasan unos días en la región para difundir su labor en algunos de los enclaves más necesitados. Uno de ellos es Benín, donde se desarrolla la misión diocesana de la Iglesia asturiana desde 1987. Hace apenas una semana el padre Alejandro Rodríguez regresaba del país africano tras catorce años de misión, en los que los sacerdotes de la región han conseguido asentar una diócesis en Bembereké. «Se ha convertido en la más grande y es necesario dividirla en dos», explicó durante el encuentro de misioneros el religioso burgalés, ordenado sacerdote en Oviedo.
La labor en la parroquia, de unos 20.000 habitantes, será ahora ejercida por sacerdotes benineses, mientras que los asturianos emprenderán una nueva misión en Gamia, a escasos treinta kilómetros. A pesar de que Rodríguez considera que no es el «mejor momento» para dejar Bembereké por la aún escasa «experiencia pastoral» de los sacerdotes africanos, confía en que el reto salga adelante. Lo hará de la mano de Antonio Herrero, ya presente en Benín, y César Borbolla, hasta ahora párroco de Lastres que se desplazará a la misión en otoño. Por su parte, Rodríguez continuará su labor como cura de distintas parroquias de Luanco. «Seguiré en contacto con los chavales a través de internet», contó Rodríguez, que destacó que algunos de los mejores amigos que deja en Benín son musulmanes. «Las relaciones son muy buenas y estamos en continuo contacto con el imán», señaló.
La convivencia con otras religiones fue también uno de los aspectos destacados por el avilesino Fermín Riaño, en Tailandia desde hace 29 años. «El budismo puede aportar mucho al mundo occidental», apuntó, pues el fin de las misiones «no es tanto la incorporación al catolicismo, sino abrirse a la trascendencia». Su tarea, narró, se desarrolla mano a mano con los campesinos de Udon Thani, una localidad cercana a la frontera con Laos donde Estados Unidos tuvo sus bases aéreas durante la guerra de Vietnam.
Otro de los ejes de la misión asturiana pasa por la formación de la mujer. A ese objetivo se ha dedicado Encarna Martínez en los últimos 33 años. Destinada ahora en Costa de Marfil pasó antes por Benín y Camerún, donde las dificultades lo son aún mayores por el hecho de ser mujer. «Las jóvenes no iban a la escuela, a través de la información que les fuimos dando empezaron a frecuentarla más», relato la dominica. Otro de sus cometidos, recordó, es el de acoger a los pequeños cuyas madres fallecen durante el parto. «Cuando muere la madre se considera que la culpa es del niño y los dejan abandonados, nosotras los recogemos», dijo Martínez.
Las suyas, coincidieron los misioneros, son «experiencias de vida» que animaron a continuar, especialmente «cuando eres joven».
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