Ernesto Junco acaricia a 'Yucón', uno de los lobos que aún sigue en las instalaciones de La Grandera. E. J.

«Mi sueño es volver a encontrarme con gente que tenga ganas de aprender todo lo que yo puedo enseñarles»

Ernesto Junco quiere convertir el zoo de La Grandera en un espacio de divulgación medioambiental | El cangués busca alternativas para seguir dedicándose al mundo de la naturaleza tras vender a los animales por no poder seguir manteniéndolos debido a la pandemia

LAURA FIDALGO

CANGAS DE ONÍS.

Martes, 11 de enero 2022, 02:02

La ley de Murphy dice que cuando hay posibilidades de que algo salga mal, sale mal. Este principio se lo aplicó como anillo al dedo Ernesto Junco (Cabielles, 1946), propietario del zoo de Cangas de Onís La Grandera. Explica él mismo que «no podía seguir evitando lo inevitable y finalmente me tocó cerrar el capítulo y ponerle punto y final». Este nuevo año comienza con una nueva historia para él. Su espíritu naturalista no acabó con el reciente cierre del zoo, sino que está buscando nuevas oportunidades para seguir dedicándose a lo que más le gusta, la naturaleza y aprovechas las instalaciones existentes: «Tengo la intención de reconvertir el zoo en un espacio de divulgación medioambiental».

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Aunque apenas quedan animales en La Grandera, las instalaciones y los conocimientos se mantienen vivos. El cangués pone énfasis en que «los trabajadores del zoo no solo nos dedicábamos a alimentar a los animales y a atender a los visitantes, sino que nos pasábamos horas contemplando su comportamiento y además, observábamos con detenimiento a los árboles», que a propósito de ello, asegura que «puede que tengamos los más sanos del país».

Son los más de treinta años de dedicación y aprendizaje los que han empujado a Junco a reorientar lo que él llama su segunda casa. «Sería injusto para nosotros mismos y para la gente desaprovechar todo lo que hemos aprendido durante este tiempo». Asimismo, adelanta que «ya he informado de esta iniciativa al Ministerio para la Transición Ecológica».

El oso pardo 'Lolín', una de las estrellas del parque.

Por el momento, «tan solo es una idea que ronda por mi cabeza», insiste, aunque espera ansioso que pronto pueda llevarse a cabo. «Mi sueño es volver a encontrarme con personas con ganas de aprender todo lo que yo puedo enseñarles, esa es mi vocación y es a lo que quiero dedicarme el resto de mis días», subraya.

Y es que la pandemia cambió de forma repentina el rumbo de la vida del naturalista, que deseaba «seguir cuidando de los animales hasta que alguien tuviese que cuidarme a mí». Este sueño se truncó de golpe en marzo de 2020, pues «todo empezó a ir cuesta abajo con el decreto del primer confinamiento». Rememora con angustia esos meses, pero sin lugar a dudas, señala que «lo peor de todo fue la incertidumbre, aunque ya me imaginaba cuál iba a ser el final». En un principio, reunió fuerzas para seguir tirando del carro, y con la solidaridad de los vecinos y ayudas llegadas de Francia, Austria, «y por supuesto, España aguantamos como pudimos y así conseguimos retrasar el momento del cierre».

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Una de las aves que hubo en el zoo.

Las aguas nunca volvieron a su cauce. «El panorama iba de mal en peor y nosotros ya no podíamos seguir manteniendo a los animales con el dinero de nuestro bolsillo». Por tanto, Junco se dio cuenta de que tenía que poner los pies en la tierra y «dar por finalizada la vida a la que llevaba dedicada más de tres décadas».

A su vez, llegó la hora de despedirse de los animales. Hubo evidentemente lágrimas y nostalgia: «Sé que no soy el único que ha tenido que cerrar debido al virus, pero no es lo mismo tener que vender las cafeteras del bar, que deshacerse de seres vivos a los que llevas cuidando toda la vida».

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Aun así, reconoce estar tranquilo y satisfecho con su idea: «Muchos de ellos están en un parque de Galicia, que me prometieron que los cuidarían de la mejor manera posible».

Hasta el día de hoy, no todos han tenido que decir adiós a Junco, sino que, una minoría, «por líos de papeles» siguen junto a quien les vio crecer. «Mantengo a un oso llamado 'Lolín', a dos lobos, 'Tizón' y 'Yucón', y al guacamayo 'Coco', pero más pronto que tarde tendrán que abandonar Asturias para irse al parque gallego como todos los demás».

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