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GLORIA POMARADA
RIBADESELLA.
Lunes, 8 de octubre 2018, 01:02
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Corría 1968 cuando los camiones Land Rover Santana 1300 se hicieron a la carretera, y de inmediato la versatilidad de su espacio de carga los convirtió en una herramienta de trabajo para muchas familias asturianas. José Luis Suárez, de Campomanes, posee aún uno de esos viejos furgones, que hizo las veces de autobús a finales de los sesenta, hasta que sufrió un accidente. Reconvertido después en vehículo de transporte de mercancías y sustituido más adelante por camiones más modernos, el Santana nunca abandonó la familia. Una vez jubilado, Suárez se encargó de su restauración y ahora él y su mujer, Josefina Miragaya, recorren las carreteras asturianas. Ayer, la ruta les llevó hasta el X Encuentro de Vehículos Clásicos de Ribadesella, donde se encontraron con un hermano gemelo, el camión de Eusebio Gutiérrez, de Panes. En su caso, el Santana 1300 de 1968 fue un «capricho» fruto de la nostalgia, pues le recordó al viejo vehículo de su padre, camionero. «Se me cruzó el recuerdo al verlo en ruinas. Cuando lo compré y fue la grúa a por él me dijeron que me había equivocado, que tenía que haber llamado al chatarrero», contó. Sin embargo, consiguió restaurarlo y hoy «pasa la ITV a la perfección cada seis meses». En sus orígenes, abundó, el camión sirvió para transportar cerdos de una granja de Potes.
Distinta mercancía porteó el Barreiros de 1975 del ovetense Felipe Rodríguez, encargado de los movimientos de carbón de Minas de Miranda. «Lo llaman el 'yeyé' por ser de esa década», explicó este asiduo al encuentro riosellano, que ayer vio menguada su asistencia por la lluvia caída a lo largo de la mañana. Fueron 25 los vehículos clásicos que finalmente plantaron cara al mal tiempo, el registro más bajo de todas las ediciones, lamentó el organizador Javier Peña. No obstante, a la cita de los «clásicos populares, camiones y coches americanos», no faltaron joyas del coleccionismo, como un Mercedes 170 DA de 1952 bautizado como el 'Lola Flores'. «Lo llaman así por el sonido que emite, similar al de las castañuelas», apuntó Peña.
Uno de los vehículos más fotografiados ayer fue el Cadillac Dorado de Ramón Martínez, un «enamorado de los coches desde siempre» que atesora un total de seis en su segunda residencia de Ribadesella. Entre ellos, relató, un Rolls-Royce que compró «a Emilio Botín padre en 1981». Curiosa es también la historia del Cadillac, que cruzó el charco para la Expo de Sevilla y que Martínez acabó adquiriendo. Sin embargo, su elevado consumo impide que pueda rodar todo lo que le gustaría. «Tiene 8.200 de cilindrada y gasta 30 litros», indicó. En su garaje guarda además un Lincoln, un Jaguar y Mercedes.
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