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GLORIA POMARADA
BENIA.
Viernes, 13 de julio 2018, 00:52
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El viajar va ligado a una avidez de conocimiento sobre el lugar visitado que en el Parque Nacional de los Picos de Europa alcanza cotas más altas que la del mismo Urriellu, los imprescindibles Lagos o la subida a Bulnes. Lo saben en la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ), que desde su llegada al espacio protegido con el fin de recuperar la especie han trazado un camino paralelo a esa meta, el de la divulgación. Por primera vez, el pasado verano esa tarea divulgativa se presentaba bajo el prisma turístico de la mano de un proyecto «novedoso en España»: visitantes que descubren los quebrantahuesos con los expertos de la entidad como guías. Ayer, el programa de ecoturismo arrancaba su segundo verano de actividad. «Es el único proyecto de recuperación de una especie que ofrece la oportunidad de convivir con los investigadores», destaca Gerardo Báguena, director de la Fundación.
Como novedad, los ecoturistas se encontrarán esta temporada con el mayor número de quebrantahuesos sobrevolando los Picos, hasta veinte una vez que se efectúe la liberación de los últimos cuatro ejemplares recibidos en el último mes. A pesar de que en la jornada inaugural no acompañaron los cielos despejados, el éxito del avistamiento de aves está asegurado en la primera parada, el Mirador de la Reina, donde los visitantes conocen el funcionamiento del comedero de aves rapaces carroñeras. «Lo que hacemos es poner comida para ver cómo se alimentan buitres leonados y también aparece casi siempre el quebrantahuesos, alimoches, milanos reales y algún águila real, si hay suerte», explicaron los guías. En esa instalación revierten precisamente los ingresos que la Fundación obtiene con los recorridos, pues la cuantía permite financiar sus gastos de funcionamiento. «Se sufraga la investigación con turismo desde un punto de vista académico», destaca el director de la entidad conservacionista.
La segunda parada llega en la Llomba, desde donde se observan tanto las jaulas de preliberación como la fauna que puebla las montañas. Las visitas están limitadas a un máximo de 25 personas y parten cada jueves y viernes de la estación de autobuses de Cangas, a las 10.45 y a las 9.45 respectivamente. En los tres meses que permaneció activo el último verano, el programa atrajo a un total de 416 usuarios. «Son gente con inquietud por la ciencia, por ver cómo se está recuperando la especie», explica Báguena sobre el perfil de los visitantes. Un 20% de ellos fueron extranjeros, procedentes de seis países, y «la mitad» se hospedaban en el Parador de Cangas de Onís, que colabora en el proyecto. «Son gente viajada, que conoce muchos países y que no tenía pensado subir al Parque Nacional porque en verano hay mucha gente», detalla. La situación, dice, cambia cuando en la oferta se incluye la posibilidad de «observar la biodiversidad». En su primera temporada la ocupación «fue del 100% excepto algún día de lluvia», cuenta el director de la Fundación.
Las visitas se ofrecen tanto en español como en inglés, por un precio que ronda los veinte euros según el tipo de tarifa, e incluyen actividades de observación e interpretación. Al interés de ver a una especie protegida volando en libertad por un espacio del que había desaparecido se suma el aliciente de hacerlo junto a las personas que se encargan de su evolución desde el día en que nacieron. «El biólogo explica todo el proyecto, muestra la vida de cada uno de ellos. Esto es turismo 2.0», asevera Báguena.
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