Estación del Semeldón, en Ponga, con el punto de descarga del cable aéreo al fondo. E. C.

Un prodigio alemán en Ponga

Un cable teleférico unía los bosques con una estación, de donde partía la madera en ferrocarril hacia el puerto riosellano El concejo contó en los años 20 con la explotación forestal más innovadora del país

GLORIA POMARADA

BELEÑO.

Jueves, 5 de julio 2018, 00:20

Hubo un día en el que el nombre de Ponga sonó en Europa como referente de la explotación forestal más puntera. Corría el año 1922 cuando la Sociedad Forestal Asturiana desembarcó en el concejo con un proyecto pionero bajo el brazo: la instalación de un cable de 2,4 kilómetros a lo largo del río Semeldón por el cual trasladar las hayas y robles talados en el bosque de La Llambria. Una tecnología innovadora para la época firma de la empresa alemana Pohlig y de los ingenieros Fernando Baró y Guillermo Rosenthal. 'Don Guillermo', como era conocido en la zona, fue el primero en probarlo, deslizándose por el cable mientras se fumaba apaciblemente un puro en una escena que «mezcla lo épico y lo literario». La historia ha sido minuciosamente investigada por el catedrático pongueto Ángel Mato, que, tras años de pesquisas, acaba de publicar un libro con todos los detalles. «En Ponga no quedó documentación al hacerse a través de Fomento», relata el historiador. Sin embargo, su trabajo ha logrado esclarecer todos los entresijos de aquella explotación «novedosa en España» y que llegó a ser considerada la mayor del país durante la década que permaneció en funcionamiento.

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El trazado del cable se complementaba con una vía ferroviaria de cuatro kilómetros desde la estación de Semeldón. Que Ponga hubiese contado a principios del siglo XX con su propio ferrocarril fue un hecho que incluso a Mato le costó creer en un principio. Tras horas de conversación con los mayores del lugar, entre ellos Cándido Llera, el historiador fue armando las piezas de este episodio del reciente pasado pongueto. «Nadie soñó nunca que en Sellaño se instalara un ferrocarril», se admira.

Pero lo cierto es que existió y desde su estación la madera emprendía rumbo hacia Prestín, para cargarse a continuación en tren hasta Llovio. El destino final dentro de la comarca era el puerto de Ribadesella, de donde llegaron a partir mil toneladas de madera en el primer envío hacia Valencia. «Se multiplicó por quince el número de toneladas de salida», explica Mato sobre los años de actividad de la sociedad forestal. Sin embargo, en 1933 el proyecto llegaba a su fin. «Era tan ambicioso y la instalación tan cara que la rentabilidad quedó tocada», apunta Mato.

De aquella iniciativa quedan hoy algunos restos del trazado ferroviario, muros de la estación ocultos bajo la maleza y el recuerdo de que Ponga «destacó por la valía de sus recursos y la explotación racional de los mismos».

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