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De izquierda a derecha, y desde la primera fila, Rubén Castaño, Ana Fernández, Blanca Álvarez, Rosa Carretero, Camino Gontán, Carolina González, Julia Arboleya, Mati Sánchez, Federico Fernández, Ismael Huerta, Nadia García, Alicia Blanco, Rafael Cofiño, Marcial Argüelles, Ignacio Donate, Mar Cuesta, Cristina Diaz, Rosa María González, Felicidad Rodríguez, María José Gómez, Esther Gómez, Sara Diez, Teresa Suárez, María Azucena Fabiñas, Sonia López, Alejandra Menéndez, Rosario Canga, Marta Huerta, Dolores Pérez, Eva García, Pilar Alonso, Esperanza Alonso, Ana García, Ana Suárez, Victoria García, Ana Magali Montes, Sandra Freitas, Germán López, Juan Ignacio Sordo, José Ramón Hevia, Mónica Regueira, Carmen Natal, María José Villanueva, Miguel Prieto, Vanesa Fernández, Gloria María González, Javier Fernández, Iván Rodríguez, Virginia Menéndez, Antón González, José Vázquez, César Menéndez, Inés Zamanillo, Cristina Cuesta, Susana Merino, Carmen Rodríguez Marta Rodríguez, Alejandro Ezama, Esther Mondéjar, Marisa Redondo. Ramón Quirós, Delia Peñacoba, Miguel Vázquez, Laura González, Tatiana Cuartas, Marta Pisano, Mónica Armayor y Chema Blanco. ALEX PIÑA
«Durante la pandemia se trabajó sin descanso»

«Durante la pandemia se trabajó sin descanso»

Guardianes contra la covid. Más de cincuenta personas, rastreadores aparte, han batallado sin tregua desde Salud Pública para devolver la normalidad a Asturias

MIRIAM SUÁREZ

Viernes, 8 de octubre 2021, 00:39

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Dice Rafael Cofiño, director general de Salud Pública, que «nunca se gana en una pandemia». Ni siquiera cuando se tiene, como es el caso de Asturias, la menor incidencia acumulada del país y el mayor nivel de vacunación contra el coronavirus. Su departamento no se olvida de que, en este último año y medio, hubo más de 70.000 contagios y 2.742 personas perdieron la vida. Quienes iban registrando sus nombres, uno por uno y día a día, todavía se emocionan al pensar en esos momentos tan crudos de la pandemia: «Ha sido un horror».

Aunque la sede de Salud Pública pasa prácticamente desapercibida al viandante, este edificio anexo al Calatrava ha sido el cuartel general de la lucha contra el coronavirus y, en su interior, se ha realizado un trabajo «ingente». Ahora que la situación epidemiológica del Principado parece normalizarse, el equipo que ha gestionado esta crisis sanitaria hace balance y cuenta a EL COMERCIO los entresijos de «esta hecatombe», dando así a conocer los muchos desvelos que han sufrido de puertas para adentro.

«Se ha pasado realmente mal», resume Ana Fernández, jefa de sección de Vigilancia Epidemiológica, el servicio que el 31 de diciembre de 2019 recibía aviso de la neumonía atípica que empezaba a propagarse en la ciudad china de Wuhan. Fue el anuncio de un desastre sanitario sin parangón. Por el servicio de esta especialista en bioquímica, doctora cum laude, pasaron todos los datos relativos a la pandemia. Todos. Ahora solo espera «llegar pronto» al estadio en el que el coronavirus reciba un seguimiento similar al de la gripe.

Solo dos personas tienen acceso al almacén de las vacunas, cuyo ubicación no se desvela por una alerta de robo de la Interpol

Fernández asegura que la vacunación ha supuesto un antes y un después en el control del coronavirus. Incluso fuera de España se ha puesto como ejemplo la campaña de inmunización asturiana. No ha sido una casualidad ni tampoco un camino de rosas. Marta Huerta, responsable del programa de vacunación de la Consejería de Salud, cuenta que, cuando empezaron a administrarse las primeras dosis en diciembre de 2020, llevaban ya siete meses trabajando en el asunto.

Inicialmente, se compraron 1,4 millones de jeringuillas y de agujas ante la posibilidad de desabastecimiento. Y un ultracongelador especial para conservar las vacunas, que llegó el 22 de diciembre y «resulta que no funcionaba». Aunque el imprevisto se resolvió, a Marta Huerta se le atragantaron las Navidades de la preocupación. Ella es la única persona autorizada, junto a Ismael Huerta, para la recepción y distribución de las vacunas que van llegando a Asturias desde el Ministerio de Sanidad.

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Tanta cautela se debe a una alerta de la Interpol -organización de policía internacional- avisando de una red de robo de vacunas. De ahí que, en ningún momento, se haya dado a conocer el emplazamiento del ultracongelador donde se almacenan las dosis que se van administrando. «Detrás de la vacunación hay una logística increíble», señala Huerta. Por no hablar de que «se ha trabajado sin descanso». La frase se puede tomar casi en sentido literal, porque, en los momentos más duros de la pandemia, no hubo horarios ni domingos. Es más, buena parte de la plantilla no ha querido ni coger vacaciones.

Del seguimiento y control de la pandemia se han ocupado unas cincuenta personas, que a lo largo de este año y medio han recibido el apoyo de otros servicios y consejerías, donde muchos funcionarios dieron un paso al frente para arrimar el hombro en la batalla contra el coronavirus. A lo que hay que sumar el trabajo realizado por el equipo de rastreo, que ha llegado a contar con más de 200 civiles y 120 militares, que guardan estrecha relación después de compartir interminables jornadas pegados al teléfono y al ordenador.

Hubo fines de semana, trabajando desde casa, en los que no tuvieron tiempo ni de quitarse el pijama. En noviembre, según recuerdan César Menéndez, supervisor del servicio de vigilancia de contactos estrechos, y María José Villanueva, coordinadora de programas covid, hubo jornadas de 700 y 800 casos en los que tuvieron que hacer seguimiento a 2.100 personas. «Nuestras familias han sido muy generosas, porque hemos pasado días muy complicados», convienen.

Las personas que aparecen en estas líneas son solo una muestra de la labor que se ha realizado desde Salud Pública para doblegar la curva epidemiológica. La adopción de las medidas preventivas o la elaboración de las resoluciones necesarias para implantarlas también son cosa suya. Resoluciones como la que hoy se aprueba en el Consejo de Gobierno para poner fin a las restricciones, seguramente la más esperada. «Creo que el trabajo realizado es para sentirse orgullosos», concluye el director general.

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