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María José Sánchez, médico de familia en el Zarracina; Julián Díaz, enfermero en el centro de salud de El Cristo, en Oviedo, y la enfermera Noemí Otero, a las puertas del HUCA PABLO LORENZANA
«Pasamos del miedo al virus al egoísmo»

«Pasamos del miedo al virus al egoísmo»

Del aplauso a la falta de respeto. La presión social pasa factura a los sanitarios, cansados y desmotivados por la carga de trabajo y las quejas de los pacientes

Ana Moriyón

Gijón

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Domingo, 9 de enero 2022, 05:51

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«Hemos pasado de tener miedo a la covid y salir a la ventana a aplaudir para sentirnos parte de una misma sociedad, a que ahora lo que prevalezca sea lo propio, que nos hagan la PCR lo más rápido posible aunque solo tengamos unos mocos y que nos tramiten la baja de un día para otro, sin importarnos si el sistema sanitario está desbordado o si hay otras personas mucho más graves que nosotros». Así lo siente y lo cuenta Rubén Villa, médico de familia en el centro de salud de Grado, quien, como muchos de sus colegas, tiene la sensación de que todos sus esfuerzos y horas trabajando sirven de poco. Hablan de «cansancio y agotamiento», de «estrés», pero también de «desmotivación» y de «frustración» por no poder dedicarle a cada paciente el tiempo que realmente requiere, sin ocultar su «desgaste» por las presiones que están recibiendo por parte de algunos de sus pacientes.

«Se nos carga con actividad burocrática en ocasiones absurda que bloquea el sistema, tramitamos constantemente bajas médicas y solicitamos pruebas a personas que están sanas o tienen unos mocos, pero la gente se enfada porque exige inmediatez para cuestiones que no son urgentes y, en ocasiones, hasta nos faltan al respeto», relata.

Los casi dos años de pandemia empiezan a pasar factura y son los sanitarios, los mismos a los que se les aplaudía puntualmente cada tarde a las ocho de la noche durante la primera ola, quienes parecen estar ahora en el punto de mira de una sociedad cansada ya de un virus que en estos momentos se extiende por el Principado a un ritmo vertiginoso.

El médico de familia Rubén Villa, en su consulta en el Centro de Salud de Grado | J. M. Pardo
Imagen - El médico de familia Rubén Villa, en su consulta en el Centro de Salud de Grado | J. M. Pardo

La presión que reciben por parte de los usuarios es tal que María José Sánchez, médico de familia en el centro de salud gijonés de Zarracina, habla incluso de «agresividad». «Son la minoría, pero hay gente que protesta porque cree que no estamos viendo a los pacientes, cuando pasamos consulta a unos 50 o 60 pacientes diarios, o porque les cuesta contactar telefónicamente con el centro de salud, precisamente porque las líneas están colapsadas debido al flujo de llamadas que tenemos que hacer cada día», aclara Sánchez. El problema, sostiene, es que en muchos casos se demanda atención médica por cuestiones livianas por las que antes no se iba al médico, «pero que ahora la gente quiere que se las soluciones, de forma urgente, y por teléfono», reprocha. Y es que, añade, aunque se ha vuelto a ofrecer atención presencial, «hay pacientes que quieren mantener las consultas telemáticas porque son más cómodas para ellos, a veces porque están en su segunda residencia fuera de Asturias», afea.

«Hay mucho egoísmo y se hace un mal uso del sistema por un problema de falta de responsabilidad. El paciente tiene unos derechos, pero también la obligatoriedad de utilizar correctamente el sistema sanitario», defiende la doctora, al tiempo que habla del copago como posible solución a lo que considera un abuso del sistema público. «No se puede uno presentar en urgencias para pedir una receta o pedir la baja médica porque por la mañana no hayas podido contactar con tu médico de cabecera. Un trámite administrativo nunca debe ser urgente», sostiene a modo de ejemplo, consciente también de las carencias y de la falta de personal que ya existía en Atención Primaria, y que no han hecho más que agravarse en pandemia.

«Problema crónico»

Lo explica Julián Díaz, enfermero en el centro de salud de El Cristo, en Oviedo, quien entiende que la mala organización y gestión de personal no es nueva, más bien «un problema crónico» al que la crisis sanitaria únicamente ha puesto el foco. La pandemia ha provocado un incremento de la presión asistencial en los centros de salud, pero también ha generado retrasos importantes en las pruebas diagnósticas y consultas de especialistas lo que, finalmente, repercuten en el médico de cabecera, «la puerta de entrada al sistema sanitario». Un escenario especialmente delicado y complejo que, según comenta Díaz, genera tanto la frustración de los pacientes, que ven cómo la atención que reciben no es la misma que recibían antes, como la del propio profesional. «El esfuerzo es finito y el tiempo también, y eso repercute en la calidad y es muy frustrante para nosotros no poder dedicar más tiempo a cada caso», admite.

Una preocupación que también verbaliza Daniel Moro, médico en el centro ovetense de La Lila y muy crítico con la falta de organización por parte del Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa), la descoordinación entre áreas sanitarias, y la asistencia telefónica que se implantó con la pandemia. «Nunca trabajamos tanto y tan mal, la gente está muy desmotivada porque después de la atención presencial tiene que hacer 26 llamadas en una hora, y eso es inalcanzable», señala, para advertir a continuación de que este tipo de consulta vía telefónica no es efectiva porque el médico necesita ver a sus pacientes, y sin embargo le roba mucho tiempo que deja de utilizar para ejercer la medicina.

Una medicina al albur de decisiones políticas, se queja este profesional, que hace que en ocasiones se cambien los protocolos de actuación en función de las necesidades del sistema y no en base a decisiones médicas o científicas. «Pero los políticos nunca prueban de su propia medicina porque cuando se ponen malos, se les atiende enseguida», denuncia.

María González, ante el HUCA, donde trabaja como enfermera en la UCI
María González, ante el HUCA, donde trabaja como enfermera en la UCI pablo lorenzana

Los compañeros que trabajan en los equipamientos hospitalarios no están mucho mejor, aunque sus quejas son otras. «Aquí los pacientes llegan muy enfermos y lo único que recibimos por su parte son agradecimientos», celebra María González, enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

«Agotados»

La presión, se queja esta profesional, la reciben por parte del Servicio de Salud del Principado de Asturias. «Estamos agotados tanto física como psicológicamente y no nos dejan coger nuestros descansos alegando que no tienen personal cualificado en cuidados críticos. Pero en la primera ola, cuando por ratio de pacientes estaban obligados a reforzar el personal, trajeron a gente sin cualificar que nosotros nos encargamos de formar, y que ahora ya no están», reprocha González. Por eso son muchas las compañeras de servicio que aún recuerdan el día en el que uno de sus superiores les llamó «héroes» para, a continuación, decirles que «los héroes no tienen descanso».

Quizá sea ese el motivo por el que a Noemí Otero, también enfermera en la UCI del HUCA, tampoco le gusta que la comparen con ninguna heroína pese a estar trabajando en primera línea. «Este es mi trabajo, no somos más héroes que los camioneros o los dependientes, que también trabajaron para ofrecer servicios básicos durante todo este tiempo. Pero no por ello los responsables sanitarios tienen que explotarnos con la excusa del coronavirus. La pandemia solo ha agravado el problema de falta de personal que ya estaba presente», concluye.

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