El relato visual de una revolución
Pocas fotos se conservan del fragor de la revuelta. La mayoría se captaron a posteriori y dejan constancia de la destrucción causada
No eran tiempos como los de hoy. El concepto de la inmediatez era otro y por esa razón pocos fueron los fotógrafos que captaron la Revolución de 1934 en el momento y muchos las que la retrataron a posteriori, en ruinas, en desastres, en la morgue y las detenciones. El relato visual de la última revolución obrera tiene en todo caso varios nombres ilustres asturianos de la fotografía, como son los de Constantino Suárez y Alberto Ceñal (Foto Klark, anterior a Foto Lena) en Gijón, o Florentino López, Floro, en Oviedo. Celestino Collada, Manuel García Alonso o Miguel Mena también disparon en aquella Asturias que llegaría incluso –y no deja de ser curioso– a convertirse en serial de postales con la firma de Lucien Roisin y a la que los medios de comunicación nacionales dedicaron amplísimos despliegues informativos de los que se conserva testimonios en la hemerotecas y también en el Muséu del Pueblu d'Asturies, que guarda, por ejemplo, un número de 'Ahora' dedicado casi en su totalidad a la revuelta con fotos de Gerardo Contreras y Eduardo Vilaseca.
La cobertura informativa en el fragor de la batalla fue, en todo caso, y como se apuntaba limitada. Sí se sabe, por ejemplo, y existe notable testimonio gráfico de ello, que el propio ejército envió aviones a Asturias para fotografiar lo sucedido desde el aire. Una decena de imágenes tiene en depósito la fototeca gijonesa en las que se advierte una ciudad de Oviedo humeante. Y este diario publicó también instantáneas del fotoperiodista gijonés Constantino Suárez. «La información gráfica de Suárez da una visión completa de lo acontecido en Gijón esos días cruciales y su trabajo será reproducido en los periódicos asturianos y madrileños», escribe Francisco Crabiffosse, el mayor experto sobre la historia de la fotografía en Asturias, en el libro dedicado al gran fotoperiodista. «No son fotos del instante que se vive en la calle, salvo en esa escena de La Escalerona donde los guardias de Asalto apuntan con sus fusiles, sino en las huellas inmediatas de los sucesos: destrozos causados por el cañoneo, barricadas en Cimadevilla con 'colchones proletarios', y más sólidamente levantadas, en El Llano, centro neurálgico de la sublevación», escribe sobre ese testimonio gráfico que incluye las consecuencias «de la utopía fracasada»: cuerdas de detenido, cadáveres en la sala de autopsias... Suárez también dedicó series a Oviedo y Sama de Langreo, donde la revolución tuvo más incidencia que en Gijón.
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Y después, con el fracaso, llegaron más fotógrafos y imágenes de destrucción se multiplicaron en blanco y negro para dejarse ver tanto en medios nacionales como internacionales. Suárez, sin ir más lejos, llegó a publicar sus instantáneas en la revista argentina 'Caras y caretas'. Más tarde, llegarían otras instantáneas vinculadas a la Revolución, como revela Crabiffosse, como es la lucha por la amnistía, entierros de presos, concentraciones de milicias y pioneros.
Los archivos gráficos asturianos y de nacionales nos muestran en blanco y negro lo que aquí acontenció con las carencias del momento. Componen una historia en imágenes fundamental. La escrita se redacta también en forma de pies de fotos mucho más que reveladores. La Biblioteca Nacional de España conserva una fotografía que retrata el Teatro Campoamor tras la revuelta. Y, mecanografiado en papel y pegado en el reverso, se lee lo siguiente: «En él se celebraban frecuentes temporadas de ópera (...), pero los elementos del 'Soviet Rojo de Asturias' que consiguieron apoderarse de Oviedo durante la revolución comunista de octubre de 1934, decidieron incendiarlo por creer que la ópera y las representaciones teatrales constituían un vicio burgués». Así se contaba esa imagen que forma parte de una serie encargada por la Delegación del Estado para Prensa y Propaganda.
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