Borrar
Llegada. Bernal, tercero por la izquierda, junto con el equipo encargado del rescate, a su llegada a la aldea de Bir. E. C.

«Piensas que no vas a volver a ver a tu familia, que tu vida se acaba en ese caos de piedra»

José Luis Bernal. Parapentista asturiano rescatado en Bir Billing (India) ·

«Fueron cinco noches muy duras. Tenía seis almendras, una ciruela y una barra de cereales. Para beber me metía bloques de hielo en la boca»

PABLO SUÁREZ

GIJÓN.

Jueves, 1 de enero 1970

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cinco días con sus respectivas noches. Casi 120 horas que a José Luis Bernal, el parapentista asturiano rescatado ayer en el noroeste de la India, le parecieron meses. «Tienes la esperanza de que te saquen, pero sabes que es complicado», dice desde el campo base de Bir, rodeado de sus compañeros y a punto de coger un vuelo para volver a los brazos de su familia, que ya lo espera en Asturias.

-¿Cómo se encuentra?

-Vivo, que no es poco. (Risas). Estoy algo débil pero muy contento y agradecido. Está claro que hoy no era mi día. El destino me ha dado otra oportunidad.

-¿Qué fue exactamente lo que le ocurrió?

-Son cosas que pasan a veces, pero que por el lugar donde ocurrieron cobraron mucho más peligro. Estaba volando y el viento me fue arrastrando para atrás. Fui perdiendo la ruta hasta que acabé en un valle inmenso, donde me vi obligado a aterrizar.

-¿Fue consciente del peligro?

-Sí. En el mismo momento en que me fui para atrás y vi cómo me alejaba de la zona buena de aterrizaje ya me di cuenta de que tenía un problema, uno muy serio. Es muy complicado localizar a alguien en la posición donde yo estaba. Además, mi localizador personal, que es lo que te puede salvar en muchos casos, no funcionaba. El último contacto que yo pude tener con mis compañeros fue bastante lejos de donde acabé tocando tierra.

-Esa zona es inmensa, ¿verdad?

-La gente no se puede hacer una idea de cuánto. Los Picos de Europa, por ejemplo, son un lugar grande. Sin embargo, esta cordillera es mucho mayor. El macizo de Ubiña cabe entero en el valle donde yo aterricé, que es uno más de los cientos que puede haber en este área.

-Fueron cinco noches de supervivencia extrema. ¿Cómo lo ha logrado?

-Cinco noches sin material alguno. Simplemente llevaba el equipo de vuelo, seis almendras y una barrita de cereales.

-¿Fue lo único que pudo comer?

-Lo único. Seis almendras, la barrita y una ciruela pasa. El primer día intenté racionarlo, pero el segundo fue imposible ya.

-¿Y para beber?

-Para beber me metía bloques de hielo en la boca.

-¿En algún momento pensó en moverse?

-No. Cuando vi los desniveles que había desde el fondo del valle hasta poder ganar una cresta lo descarté por completo. A eso hay que sumarle que las características del paisaje son absolutamente inhóspitas. Caminar por allí es caminar en un caos de bloques de piedra inmensos. Es brutal, salvaje.

-Dice que pensó mucho en su familia. ¿En algún momento dudó de volver a verlos?

-Hombre, por supuesto. Yo sabía que estaba bien, pero no tenía nada claro cómo iba a salir de allí. Te viene a la cabeza que igual te quedas, que todo va a acabar ahí. Pensé en lo terrible que sería para mis dos hijos y en el marrón que se iban a comer mis amigos aquí. Si no fuera por ellos no estaría hablando con usted.

-Incluso llegaron a movilizar al ejército indio.

-Sí. Tengo un amigo militar que colabora con el ejército en tareas de asesoramiento. En cuanto se enteró buscó la forma de organizar un operativo para venir a buscarme. Es increíble cómo se ha movido la gente. Estoy alucinando.

-No fue hasta el cuarto día cuando pudo ver al helicóptero sobrevolando la zona.

-Efectivamente. Fue el martes cuando oí el helicóptero. Sin embargo, el problema seguía siendo hacerles saber cual era mi ubicación. Yo lo veía perfectamente, pero él a mí no. Comencé a dar indicaciones como pude hasta que conseguí que me vieran. Intentaron el rescate ese mismo día, pero fue imposible. De hecho, la operación ha sido más extrema que mis días de supervivencia. Yo estaba en un canal muy estrecho, rodeado de bloques de caliza que hacían imposible aterrizar. Mis opciones se reducían a que el piloto tuviese la pericia suficiente como para estabilizar el vuelo a una distancia a la que yo pudiese agarrar uno de los patines.

-Aquella tarde no lo vieron claro.

-Lo intentaron, pero no. Por lo menos me pudieron tirar una mochila conayuda médica y alimentos. Esa noche yo intenté seguir bajando pendiente abajo para facilitar la aproximación del día siguiente.

-¿Fue algo más complicada esa noche de espera?

-Fue la única noche en la que no pude dormir nada. Al día siguiente, muy temprano y sin apenas brisa, volvieron a buscarme. El piloto forzó todo lo que pudo y logré subirme. La sensación fue maravillosa, pero soy consciente de que el rescate podía haber terminado en tragedia. El helicóptero estuvo varias veces a punto de colisionar contra los bloques. No lo vi claro hasta que me vi dentro. Me puse a reír, a llorar... Fue tremendo.

-¿Le ha dado ya tiempo a asimilar el apoyo que ha recibido desde España?

-Sí. No me deja de emocionar. He visto algunas fotos de las concentraciones en el que fue mi instituto y algunas de las noticias. Es muy emocionante. No tengo palabras para agredecer tanto apoyo.

-¿Es posible que, a sus 60 años, haya vuelto a nacer?

-Sin ningún tipo de duda. Dentro de un año celebro mi primer cumpleaños. (Risas).

-¿Qué va a hacer ahora?

-Mañana (por hoy) vuelvo a España. Necesito abrazar a mi familia. A partir de ahí voy a intentar devolverle al destino lo que me ha dado. Quiero participar en voluntariados y ayudar a la gente igual que me han ayudado a mí.

-¿Y el parapente?

-Esa es la pregunta del millón. No lo sé. Creo que seguiré volando pero está claro que pondré más límites a nivel de seguridad.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios