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MÓNICA RIVERO
POLA DE SIERO.
Domingo, 16 de junio 2019, 01:23
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Setenta y tres personas pueden parecer muchas para disfrutar de una comida, pero en la calle San Antonio han llegado a sumar más de un centenar. «Normalmente éramos 130; mirando fotos faltan al menos cincuenta, va muriendo mucha gente», lamentó José Emilio Suárez Baragaño, antiguo vecino de la calle. Por eso este año el aforo del restaurante Los Portales de Jaminón fue suficiente.
Vivieron mejores tiempos pasados y esperan crecer en el futuro. Para ello, los actuales organizadores piden a las nueva generaciones que les echen una mano. «Ahora lo que queremos es que la juventud coja el relevo de esta comida; esto no ha dado nunca ningún problema para organizarlo», animó Suárez. Alicia Lagranda detalló que con «anunciarlo un poco, encargar una comida y avisar a la gente» está todo hecho.
Aunque solo sea por dar vida a esta calle durante un día merece la pena: «Fue la calle con más industrias abiertas», sostuvieron Suárez y Lagranda. Contaron ocho tiendas de comestibles, dos de coloniales, carnicerías, una fábrica de tostar cacao, un médico, un dentista, una guarnicionería, un paragüero, bares, clases particulares, una chatarrería, una huevería, una pensión, peluquería y una frutería. «Y eso que es pequeña», bromeó Lagranda, que a día de hoy tiene un negocio cerca de San Antonio.
Saben dónde vivían todos y de quién era cada casa, por eso les duele ver la vía tan vacía. «Antes había mucha gente, mucho tránsito, muchos trabajos... por eso queremos reavivarla, ahora prácticamente está muerta», recalcaba Suárez. Aunque lo que más echan de menos es «a la gente que falta», aseguró.
Por primera vez en la historia de la comida de San Antonio, ayer los residentes y los empresarios que en algún momento de su vida compartieron esta céntrica calle polesa comieron bajo el techo de un restaurante. La novedad se debió a la búsqueda de comodidad y ahorro: «La carpa, el seguro... hay familias que a lo mejor vienen doce y hacerla fuera era incrementar los gastos», expusieron.
Lo que nunca cambiará será la costumbre de alargar la comida con la fiesta. San Antonio fue conocida por sus folixas y al menos tres días al año los polesos reavivan ese recuerdo.
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