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IVÁN GARCÍA
LA RIBERA.
Viernes, 5 de julio 2019, 03:34
Veinte de los presos que forman el módulo de Unidad Terapéutica del Centro Penitenciario de Asturias se han enfundado el mono de trabajo y están desbrozando caminos en Ribera de Arriba, para beneficio de los vecinos. Un trabajo de campo que organiza la Fundación Adsis. Es la veinte edición. «Lo que perseguimos de alguna manera es dar un impulso al proceso de cambio para estas personas privadas de libertad», cuenta Javier Illarramendi, cordinador de Adsis. En los ocho días que dura la actividad «se pretende que experimenten lo que es la vida cotidiana para cuando vuelvan a la sociedad».
Veiente reclusos han sido los elegidos, y trabajan duramente, arropados por nueve voluntarios de la fundación. Las jornadas se dividen en trabajo físico por las mañanas y terapias y momentos de reflexión por las tardes.
Angel Manuel Reneses lleva en prisión veintiún meses. «Los problemas con el alcohol me trajeron peleas y más peleas. Robos no, pero llevaba una mala vida. Vivía en la calle», explicó. Aún le quedan quince meses de pena, pero reconoce que los resultados que está logrando le hacen sorprenderse a sí mismo: «Estoy redescubriendo cosas que las tenía olvidadas o dormidas».
Tráfico de drogas y estafa fueron los delitos que acabaron con Francisco Javier Álvarez entre rejas. Cuatro años y cuatro meses cárcel, ahora lleva la mitad. Estas terapias «ayudan a deshabituarse con las drogas y conocerse mejor a uno mismo», celebró.
A Alberto Santamaría fue su «mala cabeza» lo que le llevó por el camino equivocado. Apuntó que está encarcelado «por andar con el coche bebido». Le queda un año y dos meses de prisión, el mismo tiempo que lleva en ella. «Estar en la cárcel me ha servido para pensar y comerme la cabeza. Sé lo que quiero hacer para no volver a acabar ahí», dijo desde la libertad que disfruta estos días en Ribera. Por ello, cree que debería haber más actividades similares. Coincidió con él Sebastián Labrador, quien lamentó que «son pocas plazas. Al final en la cárcel somos más de mil personas y para la gente que tiene condenas largas es fuerte que no te elijan».
En su caso le quedan once meses en prisión por un delito de amenazas. «Cuando murió mi padre empecé a consumir cocaína y a juntarme con gente con la que no tenía que hacerlo», admitió. Ahora, gracias a la Fundación Adsis, está viviendo una experiencia «impresionante y que agradecemos».
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