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Sara Álvarez aprende a acariciar a los caballos con la ayudante de terapeuta Carla del Valle.
Terapia desde las caballerizas

Terapia desde las caballerizas

Equitación para todos. El Club Ecuestre Arabian abre sus puertas a quince alumnos con necesidades especiales del colegio Santa María del Naranco

MÓNICA RIVERO

Jueves, 11 de noviembre 2021, 00:46

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Los caballos han acompañado al hombre a lo largo de la historia. Han servido para el trabajo, el deporte, la diversión, el transporte e incluso para la guerra, pero desde el siglo XIX ocupan un lugar especial en la vida de muchas personas, ayudando en las terapias. En el Club Ecuestre Arabian de Pruvia de Arriba, un equipo de profesionales trabaja con equinos en las sesiones a las que asisten una quincena de alumnos con necesidades especiales del colegio ovetense Santa María del Naranco.

La hípica no supone una disciplina ajena para algunos como la joven ovetense Sara Álvarez, que presume de llevar «mucho años; toda la vida» montando a caballo. Para otros, como Alba Feito, resulta una novedad ilusionante. Nunca se habría imaginado acariciando, cuidando y manejando estos animales y le gusta. A uno, incluso, ya le ha cogido cariño: «Me lo paso muy bien, 'Gominola' es mi favorito», afirma en su segundo día en el centro.

La estructura de estas terapias es siempre la misma, ya que la rutina es importante para lograr avances. Los alumnos llegan en autobús y se dividen en tres grupos, que rotarán entre una pequeña aula, donde continúan con las clases aprovechándose de lo estimulante del nuevo entorno; la pista, en la que suben a lomos de los corceles para mejorar su postura corporal y confianza, y los establos.

«Estamos aprendiendo a peinar, a poner la montura y tocarlos; me acuerdo de muchas cosas porque lo he memorizado», comenta Cayetana Piniella en las caballerizas. La ayudante de terapia Carla del Valle no puede contener su asombro ante la memoria de la noreñense, amante confesa de los animales y orgullosa dueña de tres perros. «A mí me encanta acariciarlos», le cuenta Lucía Rodríguez, pendiente de una cachorra de pastor alemán que no para de jugar a sus pies.

El colegio Santa María del Naranco y el centro ecuestre trabajan juntos tras su primer contacto en 2018. El director del centro educativo, Jaime Nicolás Alvarodíaz, tenía experiencia; lleva más de quince años apostando por la hipoterapia y sus múltiples aplicaciones.

Porque el beneficio, apunta la terapeuta del centro, Verónica Ortiz, es global. Mejoras que abarcan desde el desarrollo personal y emocional a la motivación, el equilibrio, la posición corporal y la psicomotricidad, entre otros. «Adaptamos los contenidos y utilizamos como compañero de terapia al caballo, no como instrumento; a veces es el caballo más terapeuta que nosotros», defiende Ortiz, que en esos momentos tan solo tiene que «observar y dirigir».

Y la recompensa es para todos. El director del centro equino, Pablo Gil, es consciente de que el negocio está en sus clases habituales, pero los días de terapia admite que «pagan de otra manera; te llena de una forma diferente». «Niños que están desconectados y de repente te miran y la sensación es increíble», asegura Ortiz sobre su experiencia.

El entorno resulta clave. La naturaleza, animales y sensación de libertad hacen de la hipoterapia un ámbito ideal para romper con la monotonía y dotar a estos jóvenes de nuevas competencias. «El objetivo no es que los usuarios salgan de aquí con un diagnóstico diferente, queremos aprovechar su potencial y lograr avances sin frustrar a nadie, poco a poco; lo importante es que se sientan felices y autorrealizados», explica la terapeuta.

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