«Hay taludes que están a punto de caerse y no se hace nada»

Pablo Valenzuela, geólogo de la Universidad de Oviedo, pasó cuatro años elaborando una base de datos de argayos. Revisó las hemerotecas y recibió fotos e informes de voluntarios, hasta sumar más de 2.000 casos inventariados. Concluyó que el 97,9% de los deslizamientos de los que hay noticia afectaron a vías, carreteras, casas y tendidos, y el resto dejaron víctimas. El arreglo medio de cada argayo supone entre 212.000 y 227.000 euros, aunque en cuatro ocasiones la factura pasó del millón.

La investigación tuvo financiación pública porque era la base para elaborar un sistema de alerta temprana, capaz de advertir de dónde ocurrirá el próximo argayo. En 2018 todos los partidos salvo el socialista apoyaron una iniciativa que pedía fondos a este trabajo, algo a lo que el Principado hace aún oídos sordos.

«Es un desastre porque en el mantenimiento de carreteras donde pierdes dinero es en los taludes que se caen, no hay más que recordar el de Anzó del año pasado», apunta José Antonio Sáenz de Santa María, exdecano del Colegio de Geólogos. El especialista confirma que en el Principado «hay taludes que están a punto de caerse y nadie hace nada». Sáenz de Santa María defiende que con los avances científicos actuales «es posible tener un inventario actualizado, determinar qué zonas corren más o menos riesgo de desprendimiento, y priorizar la inversión, de eso iba la investigación de la Universidad a la que se cortó el grifo». El geólogo atribuye ese desinterés a que «pese a ser una región con 200 argayos al año, el Principado no tiene un solo geólogo en su plantilla. Los seis que tuvo se fueron jubilando».