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AIDA COLLADO
GIJÓN.
Jueves, 1 de enero 1970
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El temporal lo complica todo. Cuando las temperaturas se desploman o las precipitaciones arrecian, la vida en la alta montaña se recrudece mucho más allá de lo anecdótico. Cuando las hojas, el hielo o la nieve no dejan ver ni un centímetro de la carretera, los profesionales sanitarios que son reclamados para atender a los enfermos en sus domicilios tienen «complicado llegar y también trabajar».
Se juegan el tipo y, por si eso fuera poco, no lo hacen en las mejores condiciones posibles. «Ni siquiera tenemos ropa uniformada para las salidas», lamentan. Los abrigos corren de su cuenta, lo que impide que lleguen a los domicilios «presentables e identificados». No ocurre lo mismo con la Policía, los Bomberos o la Guardia Civil. Tampoco con los operarios de las ambulancias de Transinsa. «Somos los únicos que llegan con su ropa de calle y no es presentable», inciden.
En algunas zonas y hasta hace bien poco utilizaban sus vehículos particulares para desplazarse a los domicilios. «Ahora lo hacemos en taxi», explica una enfermera a la que ayer pilló la nevada en pleno trayecto. El día anterior, un argayo la había hecho desviarse y rodear varios kilómetros para llegar al consultorio. Más suerte tuvo con otro nuevo desprendimiento que ayer no llegó a inutilizar la vía que utiliza para llegar al trabajo.
Con ello y con todo, «ayer fue un día tranquilo». Al menos, en comparación con lo que podría haberse llegado a complicar en el caso de que hubiese habido más emergencias médicas y las condiciones meteorológicas continuaran empeorando.
Los Oscos, Somiedo, Cabrales, Ponga... en todos ellos la dispersión de los pueblos y la altitud se convierten en grandes inconvenientes cuando llega el invierno. «Siempre que llueve, hace viento o nieva se complican las cosas para nosotros», reconocen. Y un poco de ayuda «no sobraría».
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