Transición Ecológica decidirá cuándo aplicar el protocolo contra la contaminación del aire

Contra la contaminación del aire las administraciones tienen varias armas. Las más potentes son las leyes y autorizaciones que marcan un máximo de emisiones y multan a quien se se lo salta. Es un trabajo a largo plazo que exige constancia, inversiones e inspectores. Hay momentos, sin embargo, en los que no se puede esperar, la dinámica del aire facilita la concentración de polución y amenaza la más la salud de la población. Para esos días, el Principado, como otras comunidades, creó los protocolos anticontaminación.

El primero de la región se elaboró en 2015, pero es el que se aplica desde 2018 el que más críticas suscita. Incluye medidas más ambiciosas, como reducir la velocidad máxima en las autovías en días de especial polución. El problema es que condiciona la activación a que, además de mucha concentración de contaminantes, se tenga, además, «previsión de fenómenos meteorológicos que dificulten la difusión de contaminantes en la atmósfera».

Antes, bastaba con que durante una serie de días el aire pasara de determinada suciedad. Ahora, aunque se registre esa concatenación, el protocolo queda sin activar en Asturias si la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) prevé la llegada de lluvia o viento. En los últimos episodios de polución de la zona oeste de Gijón esa dicotomía ha enervado a los vecinos y ecologistas, que veían que las precipitaciones no terminaban de materializarse y las administraciones seguían sin reaccionar.

El Ministerio de Transición Ecológica ha detectado el problema y va a intervenir en la cuestión. En los últimos años el departamento que rige Teresa Ribera constató cómo cada administración establece criterios distintos. El Ayuntamiento de Sevilla, por ejemplo, tiene, como el protocolo asturiano, tres umbrales de respuesta; las medidas más leves para mitigar las micropartículas de PM10 las toma cuando registra que su presencia pasa de los 40 microgramos por metro cúbico, con 50 toma medidas más serias y a partir de 100 echa toda la carne en el asador. En el asturiano en cambio no se hace nada hasta los 45 microgramos, pero las medidas más contundentes se aplican cuando se pasa de los 75 microgramos.

El sevillano atiende a la previsión de la Aemet, pero solo cuando hay mucho dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y monóxido de carbono. Para el PM10 basta con que exista mucho para para empezar a actuar. En Madrid los protocolos son para dióxido de nitrógeno y ozono troposférico, pero no para PM10.

En el de Barcelona solo hay dos niveles de alerta (aviso preventivo y episodio de contaminación) y en las micropartículas condiciona la respuesta aún más a la previsión de la Aemet, pues requiere que la ausencia de viento y lluvias sea tal que llegue a anticipar concentraciones por encima de 50 microgramos.

Cada administración se ha buscado una solución y ahora el ministerio quiere unificar criterios. Para ello ha empezado a intercambiar informes con las autonomías y trató la cuestión en la comisión sectorial celebrada ayer.

La elaboración de un protocolo nacional está dando sus primeros pasos, según reconocen fuentes de Transición Ecológica. La discusión aspira a determinar si es mejor graduar las restricciones y medidas en dos o tres niveles de alerta, qué nivel de concentración de contaminantes debería marcar cada escalón y hasta qué punto debe supeditarse la respuesta a los pronósticos de la Aemet. Se busca, así, aprender de las experiencias de cada territorio, zanjar las críticas que suscita cada protocolo particular y marcar pautas nacionales.