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El virus que acabó con el 'mujer de' y 'discípula de'

Sus logros con el Phi 29 pusieron sobre ella los focos que la sociedad fijaba en su mentor, Severo Ochoa, y su marido, Eladio Viñuela

CH. TUYA

GIJÓN.

Lunes, 2 de abril 2018, 08:12

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En noviembre cumplirá 80 años y, pese que trabaja a diario, dice que no cree en la vida eterna. Ni en la que defiende una religión que no profesa ni en la que apunta la ciencia a la que venera. La científica 'culpable' de que de una porción mínima de ADN se pueda descubrir toda la secuencia genética lo deja claro: no se quiere clonar.

Una rotundidad que repite para expresar el orgullo que para ella supondría recibir el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica, y su pena ante el convencimiento de que «no me lo quieren dar».

Y eso que de reconocimientos va servida esta mujer de un aspecto tan frágil como de hierro es su voluntad. Cada día, por las mañanas, va al laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Lo hace porque es profesora 'ad honorem', cargo que mantendrá, confiesa, «mientras me sigan dejando». Porque jubilada forzosa desde los 70 años, debe renovar su contrato 'ad honorem' cada tres años.

Su patente fue la más rentable del CSIC, que obtuvo con ella el 50% de sus regalíasNo levanta el cartel 'Me too' «porque no fui acosada, aunque sí discriminada»

Por las tardes, o bien acude a la Real Academia de la Lengua (RAE), o lo hace a la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ya que en ambas es académica. A ninguna de sus tareas diarias acude Margarita Salas con el título de marquesa de Canero, el que el Rey Juan Carlos I le concedió en 2008, bajo el brazo.

Lo hace porque es una de las científicas más laureadas del país. El colofón fue la Medalla Echegaray, el más alto galardón que otorga la Real Academia de Ciencias Exactas, que recibió en 2016. Antes llegaron, entre otros, la Medalla de Asturias (1997), el premio Nacional Ramón y Cajal (1999), la Medalla de Oro de Madrid (2002), la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (2003) y la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (2005).

Una larga relación de premios y menciones que incluye ser Hija Predilecta de Valdés y Adoptiva de Gijón, así como haber sido elegida una de las cien mujeres del siglo XX que abrieron el camino a la igualdad para el siglo XXI. Porque ella, que no levanta el cartel 'Me too' porque «no fui acosada», sí fue «discriminada».

Hombres feministas

Una discriminación que venció con tres hombres feministas y un virus. José Salas, Severo Ochoa y Eladio Viñuela son el trío masculino que se saltó las normas de la época.

El primero, «mi padre», un experto psiquiatra que buscó refugio en Gijón, donde abriría un sanatorio frente a la plaza de Toros y que en la España de los años 50 tuvo claro que «sus hijas estudiarían en la Universidad, como lo hizo su hijo».

El segundo, «mi mentor», el asturiano que recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959, vio algo en la hija de aquel primo con el que vivió en la Residencia de Estudiantes. Vio que pese a ser mujer, es decir, pese a estar llamada a casarse y ser madre, podría parir además de hijos nuevas vías en la bioquímica molecular.

Y el tercero, «mi marido, que se fue demasiado pronto», lamenta al recordar que murió en 1999. Un año mayor que ella, compañero científico, nunca quiso que ella fuera 'la mujer de', pese a que a la España a la que regresaron ambos en 1967, tras años de éxito en Nueva York, Margarita Salas necesitara autorización de su marido para casi todo,

Por eso, Viñuela abrió otra vía de investigación, sobre el virus de la peste porcina africana, que le traería el reconocimiento internacional, y dejó a su mujer 'peleándose' con un virus, el bateriófago Phi 29.

No pensaba ella que este elemento, de solo veinte genes, acabaría convirtiéndola en una científica galardonada. Pero sus trabajos sobre la materia la llevaron descubrir la ADN polimerasa, una proteína que amplifica los genes del virus.

Se ríe al pensar que los espectadores de series como CSI están viendo una de las aplicaciones prácticas de su descubrimiento: de una pequeña porción de ADN se puede lograr la secuencia genética completa. Y le quita importancia al hecho de que su patente haya sido, en la historia del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) la que más dinero haya procurado a la institución. Hasta el 50% de las regalías recibidas durante la vigencia de la patente, que concluyó en 2009.

Y mientras tanto, la de Canero, que ya no tiene casa en su tierra, pero sí la lleva en su marquesado, siguió rompiendo moldes, con una maternidad a los 37 años, una hija que ha seguido su propio camino, con una defensa de la igualdad, «la mujer sigue sin tener su lugar», hasta lograr que el foco fijado en el genio masculino descubriera que tras la 'mujer de' solo hay ciencia.

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