Otro 'modelo avilés' que se cuestiona
José María Urbano
Jueves, 3 de julio 2014, 19:00
Existe una coincidencia general en que Asturias probablemente sea una de las comunidades autónomas de este país más analizada. Desde el advenimiento de la democracia se han gastado bosques enteros para alimentar la cantidad de papel que se ha utilizado para sacar a la luz todo tipo de estudios, análisis y debates sobre lo que somos, lo que fuimos y lo que deberíamos ser en el futuro. Otra cosa diferente es que hayamos sido igual de diligentes en aplicar las fórmulas que nosotros mismos nuestros representantes, nuestros sabios, nos hemos recetado. Con todo, a uno le queda la duda, basada en la constatación casi diaria de lo que sucede a nuestro alrededor, de si todavía nos falta un estudio clave: saber de dónde nos viene esa tendencia, casi obsesión, de cuestionarlo todo. Y lo que es más grave, de esa propensión a destrozar, eliminar o simplemente ignorar aquello que funciona, incluso cuando personas o agentes externos han alabado y destacado su éxito.
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El tratamiento de las enfermedades mentales en nuestro país fue durante muchos años algo que había que esconder. Era un estigma que perseguía a los propios enfermos y a sus familias. Era algo que se trataba de puertas adentro, en edificios como el de La Cadellada, nombre que en Asturias se adoptó al lenguaje común como algo propio y que ya forma parte de nuestros recursos a la hora de expresarse cuando se trata este asunto con frivolidad.
Cuando se cerraron las cadelladas en España, las familias de esos enfermos, y ellos mismos, padecieron como pocos las carencias de un sistema que simplemente había tratado de borrarlos, como si fueran los datos molestos de una estadística más que convenía edulcorar.
Años después, un equipo de profesionales, siguiendo la estela del extraordinario trabajo iniciado por el doctor Peñuelas en Avilés, descubren que hay otra forma de tratar al enfermo mental, hasta el punto de que con el paso del tiempo su objetivo soñado es que ese enfermo pueda un día recibir el alta médica, como se ha puesto de manifiesto en el congreso internacional que acaba de celebrarse en nuestra ciudad.
El Modelo Avilés, que es como se conoce el tratamiento que desarrolla el Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario (ETAC) que dirige en este momento el doctor Juan José Jambrina, ha conseguido en los últimos años convertirse en uno de los referentes mundiales en el tratamiento del enfermo mental, basado precisamente en la implicación de esos equipos de profesionales, de los avances médicos, pero sobre todo de las familias y del propio enfermo, en una labor en la que el entorno más cercano es un elemento clave para esa terapia. El reconocimiento ha sido prácticamente unánime.
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Pues bien, siguiendo esa máxima asturiana, que bien podríamos patentar, de cuestionar todo aquello que funciona, la semana pasada se daba la voz de alarma por el propio doctor Jambrina. Los planes futuros del SESPA pueden poner en cuestión el futuro de los equipos de Oviedo y Avilés, que son los que fundamentan su labor en el Modelo Avilés de tratamiento asertivo de los enfermos mentales.
Sorprende un planteamiento que nadie ha querido explicar hasta ahora. Y sorprende aún más el silencio general de administraciones y políticos después de que LA VOZ DE AVILÉS denunciara, hace ya casi una semana, un nuevo episodio que anuncia el asalto a otro proyecto de éxito de esta ciudad.
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