Decisión sorprendente

José María Urbano

Sábado, 4 de julio 2015, 18:16

El anuncio del traslado de José Manuel Feito, el párroco de Miranda desde hace cincuenta años, a la parroquia de San Juan de Ávila como coadjutor, ha sorprendido a todo el mundo en esta ciudad. El propio Feito será el primer sorprendido, rebasada ya la edad de ochenta años y dispuesto a seguir sirviendo a los demás, pero acompasando su labor a un ritmo más adecuado a su condición física.

Publicidad

El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, que acaba de firmar una reoordenación en profundidad en lo que respecta a las iglesias de la comarca de Avilés, tendrá razones suficientes para establecer esta serie de cambios. La falta de sacerdotes en Asturias, algo que ya se viene padeciendo desde hace varios años y con lo que ya tuvieron que lidiar los anteriores obispos, hace cada día más difícil ordenar las parroquias y tratar de dar servicio a los fieles de todas ellas.

En todo caso, uno tiene dudas, que son las que expresan la inmensa mayoría de personas hoy en Avilés, de si el arzobispo ha medido el alcance de la decisión de apartar a José Manuel Feito de «su» parroquia de Miranda. Porque cincuenta años después, Miranda no se entendería hoy sin Feito y Feito se va a quedar huérfano, a sus ochenta años, si se le aleja de «su» casa.

La casa sacerdotal de Miranda es, gracias a su sacerdote, mucho más que la casa del cura. Es una casa de cultura, un archivo, una emisora de radio, una biblioteca inmensa, un ordenador que echa humo poniendo en contacto a las familias de América con sus ancestros avilesinos, un museo de cerámica, la cerámica negra de Miranda, un archivo del lenguaje bron de los caldereros de Miranda... Es también el depositario de colecciones de libros, periódicos y revistas que llegaron a las manos de Feito gracias a su incansable labor investigadora. Y es, para la Iglesia, la casa de un sacerdote que ha hecho una labor tan impresionante con los vecinos de Miranda que no es extraño que se hayan «echado a la calle» en cuanto han sabido que Feito se tiene que ir.

Sin hablar con José Manuel Feito, uno sabe que ha recibido uno de los mayores disgustos de su vida, aunque él no vaya a expresar, por obediencia, la más mínima queja. Pero no se lo merece.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad