El juego a dos bandas del mundo de la intermediación económica

J. M. URBANO

Viernes, 21 de agosto 2015, 00:30

Las reglas no escritas del mundo de la intermediación económica, ya sea a nivel de particulares o a través de lobbys que actúan libremente en las propias instituciones -llámese Congreso de los Diputados o Parlamento Europeo- nos dicen que el intermediario siempre intenta conjugar los intereses de dos partes a las que trata de poner de acuerdo para hacer el negocio, el que sea. Su recompensa será la comisión sobre el porcentaje que se fije si al final se llega a un acuerdo y el proyecto sale adelante.

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En este caso en concreto, nadie es capaz de adivinar, ni entre los propietarios de la cantera ni en el Ayuntamiento, dónde puede estar el negocio. Y ni siquiera ven que alguien pueda hablar de estafa o timo, puesto que José Caamaño y sus socios no han pedido dinero a nadie, ni público ni privado, ni han solicitado subvenciones a las administraciones.

¿Cuál es entonces la clave de presentar un proyecto de esta envergadura, de una fundición de cobre, con una inversión de 90 millones de euros? Muy fácil: una cuestión de conjugar intereses y de «jugar» a dos bandas.

En este caso en concreto, los intermediarios han podido ver la posibilidad de negocio de una fundición de cobre. Y a partir de ahí, por un lado allanan el camino del terreno y el administrativo. No hay pegas por ninguna parte si al final se cumplen todos los requisitos legales. Está claro que en este caso no hay inconvenientes mayores si, como parece, se puede cerrar un acuerdo con los propietarios de la cantera. Con esa certeza, el planteamiento ya cerrado se lleva a la otra parte, la del inversor, en este caso un inversor industrial, que ve factible la posibilidad de expansión. Si el acuerdo se cierra, el intermediario se lleva su porcentaje y a otra cosa. A otro negocio.

Este 'modus operandi' no sorprende a empresarios como los relacionados con Asturmasa, propietarios de la cantera de Solís. Uno de ellos, José Antonio Arias, confesaba ayer mismo a LA VOZ que «no es raro que cada mes nos lleguen a las oficinas una o dos ofertas de inversión, cuando no es un bosque en Brasil, es una instalación industrial en Sudáfrica. Pocas veces fructifica algo».

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