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RUTH ARIAS
Sábado, 15 de octubre 2016, 00:46
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Tomás Emilio Díaz, catedrático de Botánica de la Universidad de Oviedo, presentó ayer en el congreso sobre especies invasoras que se desarrolla en el Centro Niemeyer, los primeros pasos del proyecto Life+ Arcos, que se ha llevado a cabo en varios arenales del Cantábrico, entre ellos los asturianos de Barayo, en Navia, La Arena, en Ribadesella, y la de Verdicio, en Gozón.
¿Cómo los han encontrado?
Hemos visto que tienen dos problemas. Uno es la elevada concentración de gente en verano, que pisa los sistemas dunares y los altera, y el otro son las ciclogénesis que hemos sufrido en la última década, que han motivado la desaparición de las dunas primarias. Ahora queremos regenerar estos espacios, eliminar las plantas invasoras y multiplicar las especies típicas.
¿Es complicado?
Sí, porque hay que conjugar muchos aspectos distintos. Hay que contar con el apoyo de ayuntamientos, el Principado y Costas, y aunque la colaboración es bastante buena es una cosa compleja.
¿Qué medidas se plantean?
Una idea es la de delimitar determinadas áreas para que la gente no pase y proteger a las especies en peligro. Estamos llevando a cabo acciones como poner carteles para que la gente aprenda a valorar estos espacios, y en Verdicio llevamos a cabo una recogida manual de especies invasoras.
¿Encontraron muchas?
Pues una tonelada y media.
Cuando se habla de especies invasoras, la primera que se viene a la cabeza es el plumero de la Pampa.
Sí. Esta misma semana la he estado viendo con unos alumnos en unas prácticas de campo en la playa de Xagó, y allí les he explicado que los herbívoros de aquí no pueden comerla porque corta, que tiene unas raíces larguísimas que la hacen casi imposible de erradicar. Está catalogada como la planta invasora más peligrosa del mundo. Y no es solo un problema de Asturias ni de España, también está en América o en Asia. Y el problema es que es muy vistosa.
Por eso llegó.
Sí. El Ministerio de Fomento vio conveniente en una época colocarla en las medianeras, y así empezó todo. Fue la época en la se estaban construyendo autovías en el País Vasco y en Cantabria, luego llegó a Asturias y ahora ya se ha expandido también a Galicia.
Parece muy difícil de eliminar.
Sí. Primero habría que centrar los esfuerzos en los lugares protegidos, y también hay que pensar en las grandes áreas que están invadidas. Ahí habría que plantearse medidas agresivas, como herbicidas, aunque nos encontramos con que su eficacia depende de muchas cosas, de la climatología, de los suelos... hay que buscar un remedio que nos sirva y que además resulte medianamente económico.
¿Eso es posible?
Lo primero es que los políticos se convenzan de que es necesario erradicar esta planta. Hace veinte años hubiera sido fácil, pero ahora ya es complicadísimo porque está muy extendida. También hay que convencerse de que no basta con una sola actuación, sino que hay que estar varios años sobre una misma zona para vigilar que no salgan nuevas plantas de las raíces y las semillas.
¿Perdimos la oportunidad?
Es que hace veinte años aún no se veía como un problema, ni tampoco había conciencia de sus peligros.
La crisis parece haber paralizado las actuaciones sobre los plumeros.
Es que desde que ya no hay medios no se hace nada. La crisis ha sido la que ha destapado de verdad este problema. Y necesitamos fondos suficientes para atajarlo.
¿Hay otras especies igual de peligrosas?
Tenemos catalogadas 116 plantas invasoras, pero la mayoría están semi controladas. Sin embargo, hay algunas como la hierba del cuchillo o la yedra alemana que sí representan un peligro. Llegan a través de la jardinería, pero se escapan de los jardines y van eliminando a las plantas autóctonas. Hay una normativa para impedirlo, pero no está desarrollada y no se imponen sanciones.
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