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Inmaculada González-Carbajal, en la plaza de la Escandalera de Oviedo.
«En África suelo ver caras amables, con el ceño fruncido vamos aquí»

«En África suelo ver caras amables, con el ceño fruncido vamos aquí»

Inmaculada González-Carbajal Presidenta de la Fundación El Pájaro Azul

M. PICHEL

Domingo, 26 de marzo 2017, 01:52

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Inmaculada González-Carbajal García (Avilés, 1955), es doctora en Medicina, profesión en la que ejerce, y Licenciada en Historia. Asimismo, es la fundadora de la ONG El Pájaro Azul, con sede en Oviedo, y que esta misma semana ha firmado un convenio con el Hotel Palacio de Ferrera para impulsar un proyecto ambicioso: convertir Avilés en el referente español para el africanismo. Es una enamorada de África y ha puesto en marcha allí proyectos de desarrollo a través de su fundación. Está firmemente decidida a contribuir para romper los estereotipos con respecto al continente del sur, y sus habitantes. Estos días prepara su viaje número 18 al continente africano. «La mayoría de edad, sí. No lo había pensado», sonríe.

¿Cómo surge su interés por África?

Desde siempre quise ir. Soy médico, y a través de un amigo me invitaron a conocer un proyecto con niños de la calle, en Kinsasha. A mí me gusta hacer fotos, y con el material hicimos una exposición en el café Español en Oviedo. Era el año 2008, y desde entonces hasta ahora. Tras conocer aquella realidad, pusimos en marcha el proyecto de la Fundación Pájaro Azul, que nació en 2009.

¿Cuántas veces ha estado allí?

Con el viaje que iniciaré ahora, 18.

¿Hubo algo que le impactase especialmente en su primer viaje?

Sí, muchas cosas. Al día siguiente de mi llegada, visitamos un hospital. Encontramos a un bebé de dos meses, recién operado de una hernia. Me llamó la atención que estuviese echado sobre el somier de la camilla, no sobre un colchón, y pregunté por qué. La respuesta es que el colchón había que pagarlo aparte y los padres no tenían dinero para ello. Nosotros, que venimos de un sistema de salud público y universal, y ver esa realidad... Ves el estado de vulnerabilidad en el que se encuentran, y empiezas a cuestionarte muchas cosas.

Y decidió poner en marcha la fundación. ¿Fue complicado hacerlo?

Nos pusimos de inmediato manos a la obra. Encontramos el modo adecuado para empezar. Nosotros supervisamos directamente todos los proyectos desde el terreno. Es una de nuestras premisas. Y es costoso, pero a todos los niveles. No solo el económico. Mis viajes allí, por ejemplo, los sufrago con mi propio dinero. Pero el coste es también emocional, personal.

¿Qué colaboración encontró en un primer momento?

Gente muy próxima. En el patronato tenemos profesionales muy cualificados, especialistas en diferentes áreas.

¿Cuál es su misión en el viaje que iniciará en estos días a Congo?

Cada vez que voy, siempre me pregunto a qué, y la respuesta es clara: a seguir aprendiendo. Esta vez iré al interior del país, a unos mil kilómetros de la capital, Kinsasha. Allí queremos empezar un proyecto con una escuela para niñas. Será nuestra primera incursión en la zona rural. Hasta hora, siempre habíamos colaborado en la ciudad.

¿Irá usted sola?

Sí. otras veces viajaba con una congoleña, pero esta vez no. Siempre puede haber alguna peripecia, estar atentos por si hay alguien que intente extorsionar... Pero la aventura en sí ya es el viaje. Las distancias son inmensas, y el concepto del tiempo también. Una vez, hicimos un trayecto de más de cinco horas y apenas habíamos recorrido 60 kilómetros.

Si aquí a veces encontramos cierto recelo hacia los llegados de África, ¿ha sentido usted algo parecido allí, al ser mujer, y blanca?

A veces nos pueden mirar con recelo, otras con admiración, o con extrañeza. También depende de cómo los miremos nosotros. Pero la gente es muy amable. Y lo que suelo encontrarme son miradas amables, sonrientes. Con el ceño fruncido vamos aquí. Por ejemplo, hace dos años me coincidió estar allí cuando se estaba disputando la Copa de África. Congo jugaba por el tercer y cuarto puesto, y salí a la calle a ver el partido, que ponían en una pantalla. Eran casi todo hombres, y de las pocas mujeres, yo la única blanca. Pues Congo ganó el partido, y al final, me mantearon entre todos.

¿Qué es lo primero que tendría que entender sobre África un lego?

Habría que centrarse en todo el potencial de vida que allí existe. Solemos decir que viven alegres, pese a sus carencias. Pero es su forma de afrontar la vida. Porque debemos entender que no se puede ser feliz cuando se pasa hambre, cuando no puedes pagar los medicamentos a tu hijo. La alegría es una experiencia de la vida.

Al final, siempre recurrimos a los mismos tópicos para referirnos al continente: hambre, guerras, inmigración ilegal... ¿Cómo se combaten estos prejuicios?

Nuestro proyecto nace tras un proceso de reconocer esos problemas, que realmente existen, pero que ocultan todas las demás realidades. Al lado hay una África que lucha, formada. Hay una literatura muy activa, cine... Arte que no es conocido aquí, y que nos incita a verlos con paternalismo, cuando ellos son también ciudadanos del mundo, como nosotros.

¿Se ha encontrado con gente que haya emprendido el viaje de la emigración que llamamos ilegal hacia Europa?

Sí, mucha gente ha emprendido el camino. Por ejemplo, un chico de Camerún. Una persona formada, con estudios universitarios, que nos contó las dificultades de su viaje, y tardó tres años en llegar a Europa.

¿Cuál es la reflexión o reflexiones que realiza tras toda su experiencia allí?

Allí la gente sabe compartir lo que tiene. Nosotros somos más individualistas, con un egoísmo que nos aleja de ese compartir. Vivimos en un mundo global, y hay que tratar de crear una conciencia global. Entender que ellos viven de menos porque nosotros vivimos de más. Ellos, que viven en países empobrecidos, que no pobres. Y es ese principio de injusticia, de aportar para tratar de equilibrar, lo que nos llevó en su día a crear la Fundación El Pájaro Azul.

Lo que proponen para Avilés es realmente ambicioso.

Es un proyecto amplio, que rompe con los estereotipos. Es ambicioso, y pone de relieve el valor de los africanos que despuntan en ámbitos nuevos. El ciclo de cine Africano en Oviedo lo hacemos nosotros, y traeremos a Avilés proyecciones. Abriremos espacios de cultura, actuales, alejados de lo tradicional, de lo etnográfico, que está muy bien, pero hay artistas que hacen trabajos de vanguardia, en el diseño, cantantes... Pero también científicos. Gente que apuesta por un África que pueda despuntar.

¿Vendrán aquí a mostrar sus diferentes trabajos?

Sí. Es nuestra idea. Traerlos. Hacer un intercambio. Ver cuál es el trabajo de los autores africanos, de realizadores, por ejemplo.

¿Con qué tipo de colaboración cuentan, además del Hotel Palacio de Ferrera, para desarrollar su propuesta de ciudad africanista?

Tenemos colaboradores de alto nivel. También nos hemos puesto en contacto con las instituciones públicas, pero ya sabemos que ellos tienen un ritmo y hay que seguir unos cauces y procedimientos concretos.

Instalarán una sede en el hotel.

Sí. Cuentan con unas instalaciones magníficas, y está muy céntrico, con la ventaja que supone. Pero también estamos abiertos a participar en otros espacios de la ciudad.

Lo que proponen es único en España. ¿Hay en Europa algún modelo que puedan seguir?

En Francia, en Bélgica, hay muchísimas actividades, cuentan con la ventaja de su relación histórica, que nosotros no tenemos.

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