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Varios clientes en el interior de la cafetería Gurugú, en San Juan de la Arena. FOTOS: OMAR ANTUÑA
Bares abiertos a quince minutos

Bares abiertos a quince minutos

Perjuicio. Hosteleros de Soto del Barco mantienen el servicio a sus vecinos sin restricciones, pero denuncian la pérdida de ingresos por culpa de los cierres perimetrales en los concejos del centro de Asturias

ALEJANDRO L. JAMBRINA

Domingo, 7 de febrero 2021, 01:05

Hace a penas siete días las calles de Avilés, Castrillón y Corvera estaban llenas de terrazas y el buen tiempo invitaba a los vecinos a disfrutar de una consumición al aire libre. Encerrados dentro de la comarca por el cierre perimetral sí, pero con esperanza. Ayer la estampa era muy diferente, el primer fin de semana con la hostelería cerrada a cal y canto ha dejado las calles desiertas y a los profesionales del sector desesperados, lo que contrasta con lo que se está viviendo en concejos tan cercanos como Soto del Barco, donde permanecen sin restricciones a pesar de estar a tan solo quince minutos del centro de Avilés.

Entrar en San Juan de la Arena es llegar a un mundo totalmente diferente. Los bares permanecen abiertos, dentro y fuera, la gente pasea tranquilamente por sus calles y las terrazas siguen formando un tapiz de mesas y sillas sobre las aceras que en Avilés ya solo es un recuerdo.

Sin embargo, allí tampoco todo es tan bonito como pudiese parecer a primera vista. Los hosteleros también lo están pasando mal porque, según dicen, el cierre de los concejos limítrofes les ha dejado «aislados» y han perdido un elevado porcentaje de sus clientes, lo que deja su economía en manos de los apenas 1.400 habitantes locales, la mayoría gente de avanzada edad.

«De nada nos sirve seguir abiertos si el volumen de clientes que tenemos es tan bajo que nos cuesta llegar a fin de mes», argumenta el dueño de la pulpería El Tintero, Macario Montoya. «Aquí vivimos de los clientes que vienen de Castrillón, Avilés u Oviedo y Gijón. Sin ellos es imposible, así que hemos pasado de tener colas en la puerta a que el comedor esté vacío y trabajamos sin sueldo», lamenta este hostelero de La Arena.

Como es lógico, son los restaurantes como el suyo los que peor lo están pasando con esta situación y algunos incluso han tomado la difícil decisión de cerrar temporalmente, como La Escollera. Su dueña, Arancha Burgueño, sostiene que ha sido algo necesario. «En otros concejos les han obligado a cerrar y en nuestro caso nos vemos forzados por la situación. Si la gente no se puede mover no tienes a quien darle comidas y los cierres nos acaban perjudicando a todos».

Hay otros compañeros que aguantan abiertos, pero a duras penas. «El pasado lunes volví a abrir después de tres meses y en toda la semana he dado tres menús, cuando un día normal debería de tener al menos treinta reservas», lamenta Gonzalo Gutiérrez, dueño del restaurante El Pescador.

«Nos sentimos encerrados»

Los propios vecinos de San Juan de la Arena sufren al ver a sus hosteleros tan desesperados y ellos mismos reconocen sentirse «encerrados y sin poder salir de aquí», sostiene Mariano González mientras apura una cerveza mientras lee la prensa. Los únicos visitantes que se acercan a La Arena son los de concejos limítrofes sin restricciones como Cudillero. De San Martín de Luiña, por ejemplo. De allí son Vicente Hernández y María del Mar Lago, que ayer se tomaron unas sidras y comieron en el restaurante La Deva.

«No nos queda otra que acercarnos hasta aquí para hacer un poco de vida porque los fines de semana los solíamos pasar en Avilés, pero ahora lo tenemos prohibido», reconocen estos clientes. El manjar elegido, una fuente de arroz con bugre que les sirve con mimo y esmero Candi Laguna, la dueña de este establecimiento.

«Gracias a clientes como ellos y a los que son el pueblo de toda la vida salvamos un poco los muebles, pero el concejo está totalmente vacío, la Semana Santa la damos por perdida y ponemos las esperanzas en el verano y en que los contagios mejoren en el resto de la región», anhela esta hostelera mientras observa con resignación un comedor vacío con apenas dos mesas ocupadas.

Es una situación complicada, donde los que peor lo están llevando son los hosteleros avilesinos. Restaurantes como el Panorama tratan de subsistir con repartos a domicilio, pero las cuentas no salen. «Me parece muy injusto que Avilés cierre a cal y canto cuando otras ciudades de Asturias siguen con los bares abiertos y los contagios aumentan. Pagamos todos y ya no podemos más», critica Moisés Quijorna, dueño del restaurante.

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