
Benjamín Prado
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Benjamín Prado
Hijo de padre asturiano nacido en Freal (Navia), el escritor Benjamín Prado se siente en Asturias como en casa. Gran admirador de Bob Dylan, todavía ... no ha podido participar en 'Ciudad Dylanita' en Avilés, pero tras la Feria de Sant Jordi, ayer sí pudo pasarse por la Feria del Libro de Corvera.
–¿Por qué firma los libros con bolígrafos de tinta verde?
–Soy el tipo más supersticioso de este planeta. Mi amigo Antonio Carmona me dice que soy más gitano que él, eso lo explica todo. Tengo todas las supersticiones del reglamento salvo la del gato negro: nunca paso por debajo de un andamio, nunca me verás salir a la calle con los cordones de los zapatos torcidos,..., y luego me voy inventando una serie de cosas entre las que está escribir, siempre que es posible, con tinta verde. Lo hacía Neruda, que seguramente es el poeta que más admiro. A ver si con el color de la tinta se me pega el color de la poesía.
–Hoy (por ayer) viene a celebrar el Día del Libro. ¿Pero con qué compras o lecturas lo ha celebrado usted?
–Lo celebré trabajando en Sant Jordi, en Barcelona. El Día del Libro es para mí todos los días. Yo me leo cinco o seis libros a la semana. Mi casa es una biblioteca disfrazada de hogar. Lo más bonito es el encuentro con los lectores. Somos una media naranja que tiene otra muchísimas medias naranjas, cuantas más mejor, porque eso significa que estás haciendo algo bien. Escribir es un trabajo muy solitario y descubrir que hay alguien al otro al lado le da todo el sentido a este trabajo.
–¿Todo el mundo es amable? Porque usted también es tertuliano y no se muerde la lengua.
–El 99% de la gente es amable y respetuosa. Los desagradables se me olvidan a los cinco segundos. No merece la pena. La vida es celebración y la literatura es contar cosas que alguien sienta como suyas. Las libros no son un autorretrato sino que son un espejo. Lo decía Balzac, un libro es como un espejo que atraviesa por el medio de una multitud. Hay que escribir dejando han hueco para quien lee. Eso he sentido toda vida.
–¿Hay algún clásico que le quede por leer?
–Uf, difícil. Habrá algún libro de algún autor clásico que no haya leído. Me habré leído 'Los hermanos Karamazov', 'Crimen y Castigo' y 'Los Endemoniados, pero me faltará por leer algún libro menor de Dostoyevski. Ten en cuenta que tengo 63 años y llevo leyendo sin parar desde los 15. Me gustaría haber leído treinta mil menos, porque eso querría decir que soy diez años más joven.
–¿Tiene Juan Urbano, protagonista de sus últimas siete novelas, algo de usted?
–Tiene mucho de mí. Es como el escondite, es como yo y mis compañeros. Urbano es heredero de las novelas clásicas de detectives de Chandler, Hammer; es heredero de los narradores de los años 50 que tanto me gustan, las Ana María Matute, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite y Juan Marsé... y tiene un poco de los libros que yo leía en la infancia de aventuras, de Salgari, de Dumas, Walter Scott. Tiene un poco de novela de aventuras, un poco de misterio, un poco de amor, de novela política. Porque, al fin y al cabo, estamos hablando de casos de nuestra historia sobre los que hay que arrojar alguna nueva luz.
–Recientemente falleció Mario Vargas Llosa, amigo suyo.
–Sí, lo éramos. Aparte de conocer al escritor imborrable, he conocido al tipo divertido, generoso, con ganas de reírse tremendas y una falta de solemnidad que no cabía esperar. Una persona tan deliciosa que era un placer no estar de acuerdo con él.
–Al hilo de sus manifestaciones sobre la posible publicación sobre José Bretón, ¿Siente que la libertad de expresión está en peligro?
–Sin duda está coartada en un mundo en el que por hacer humor se acaba en la cárcel. La corrección política y las corrientes de opinión llevan a la autocensura. Nos hemos pasado de misóginos, patriarcales, machistas... A ver si ahora nos pasamos de frenada en la dirección contraria. De todas formas, yo opino sobre el libro que he leído y mi respuesta tiene dos partes. Desde la parte literaria, el libro está bien escrito y refleja la mente del psicópata y a un ser abyecto, que lo consigue porque le coges asco. Pero Santiago Díaz publicó uno sobre el crimen de Alcasser con pelos y señales y no pasó nada. Y sobre el crimen de la Guardia Urbana, tampoco ha pasado nada. Dicho todo eso, hay otra parte, en la que Luisgé Martín decidió no hablar con Ruth, pero da una serie de detalles muy íntimos, con lo cual que ella tiene todo el derecho del mundo a que se respete su vida privada. En este país, todo es blanco y negro. Tampoco queda ninguna duda de que la intención del miserable es seguir haciendo el daño.
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