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Aique Rodríguez, con su pijama de celador, en los pasillos del hospital MARIO ROJAS
«He conocido negacionistas de la vacuna, pero ninguno de la anestesia»

«He conocido negacionistas de la vacuna, pero ninguno de la anestesia»

Celador que ha pasado por distintos hospitales, en Aique Rodríguez se esconde también un escritor y actor de teatro

DOLFO CAMILO

Lunes, 16 de agosto 2021, 01:53

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Aique Rodríguez López es una parte fundamental de un sector fundamental... Aunque la ciudadanía lo ignore. Nos explicamos: como celador en el HUCA, es la parte invisible de la sanidad. Médico/as y enfermero/as, a veces auxiliares, focalizan las miradas y los (justos) reconocimientos de la sociedad. Sociedad del espectáculo que aclama a sus sanitarios a las ocho y a las ocho y media a sus futbolistas, sin más criterio aparente que el dónde vas Vicente de turno...

Volviendo a la sanidad, celadores, limpiadores, administrativos, concesionarios de cafetería, personal de lencería, cocina o ambulancieros no suelen aparecer en el imaginario del combate contra el virus... Pero ahí están, haciendo esa lucha posible y nuestra vida mejor. Aique Rodríguez López, ovetense («y del Uviéu!»), hijo de Enrique, mecánico praviano y de Alicia, enfermera allerana del antiguo HUCA y fuerza de la naturaleza para poner al lado de los movimientos orogénicos... Hermano menor de dos técnicas de Radiología (Bety y Arancha: «Ellas siempre están radiantes») se desvió de la tradición familiar sanitaria hasta que en las últimas macro oposiciones del Sespa fue uno de los 15.000 valientes que lucharon por una cotizadísima y dura plaza de celador.

Desde 2019 ha pasado por los hospitales de Arriondas, Avilés y, ahora, el HUCA. Pero detrás del Aique celador se esconde un escritor, un teatrero, un historiador, un radiofonista, un periodista... Después llegaremos a ello. Antes debemos detenernos en la infancia. «El verano para un guaje es eterno... De adulto, un mes de vacaciones es un minuto en el reloj de la vida. Fui de los privilegiados que se pasaba parte del verano fuera de la ciudad, en mi caso en La Carihuela, un pueblín de pescadores malagueño donde cada ola del Mediterráneo traía la felicidad absoluta... Creo que el balón de playa con el que jugaba de guaje, no tocó todavía la arena. Mi receta es R+H, responsabilidad más humor. Lo relativizo todo, consciente de que vivimos demasiado poco y que, igual que nací sin nada, me iré sin nada».

Aique ha hecho de todo para buscarse la vida. «Después de sacar media carrera de Derecho, me licencié en Historia con matrículas de honor, incluidas... Pero me picó el veneno del teatro y de los 25 a los 35 años conseguí 'comer' como profesional de la escena. Sabía que era algo temporal, Asturies invita a la temporalidad, pero se alargó diez años. Teatro escolar, encadenando seis representaciones seguidas por las mañanas; ensayos y representaciones del teatro adulto. He participado en más de 1000 representaciones... En teatro para adultos me tocó hacer, entre otras, 'País' del Grupo de Teatro Casona, obra de culto (por cierto: la última obra que los corruptos asturianos del carbón pretendieron censurar) que me dio la oportunidad de codearme con grandes de las tablas como Xuan Coll. También dirigí el grupo de teatro del Centro Asturiano de Oviedo durante cuatro años, bajo la presidencia del actual alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli... Y dos años en los informativos de la extinta Radio Vetusta hasta que De Lorenzo ordenó su cierre por no tener ingresos económicos, cuando en las bases de la creación de la radio estaba expresamente prohibido contratar publicidad... Y otros dos años como redactor del periódico Oviedo Diario, donde me ocupaba del reportaje semanal de las páginas centrales».

Y al final, la oposición para celador y la entrada en ese desconocido colectivo. «Somos especiales, nadie a los dieciocho años se plantea estudiar para celador y, por eso, cada miembro de este numeroso colectivo tiene un pasado interesante que contar: desde arquitectos barridos por la crisis del ladrillo a jefes de concesionarios, desde filólogos a encofradores».

La covid pone a cada en su sitio, descubre lo peor y lo mejor del ser humano. «De septiembre, a noviembre del año pasado fue brutal: trabajé en las plantas y en las UCIs del covid. Recuerdo el 14 de noviembre, día de mi cumpleaños, cuando los cadáveres no cabían en las cámaras frigoríficas y seguían llegando pacientes para nueve UCIs completas. No era una ola, era un tsunami imparable. No encontrabas un minuto de sosiego ni trabajando ni durmiendo. Durante el mes de noviembre, entré de forma voluntaria una hora antes, porque todas las manos eran pocas. El personal se volcó solidariamente... Solidaridad que nunca se verá reflejada en la nómina. Era un drama terrible: cada día pensabas que ese día te contagiarías trabajando, envuelto en unos plásticos... No sé de dónde sacamos las fuerzas, para dar apoyo a tanto drama, más allá de nuestra responsabilidad laboral. Si de algo tenemos que sentirnos orgullosos como sociedad, es que los sanitarios dimos la cara, los brazos y el alma con cada paciente. Luego vivías una esquizofrenia: la gente abarrotaba las terrazas de los bares mientras que en el hospital seguías viviendo un drama diario. Se ocultaron muchas cosas, los responsables políticos trataron a la gente como a niños. Y los mismos vecinos que nos aplaudían desde los balcones, eran los mismos que te encontrabas sin mascarilla en el ascensor. La sensación de derrota diaria entre el personal que lidiaba contra el covid fue general porque mucha gente en la calle solo se preocupaba por las compras de Navidad y nosotros en las UCIs, viviendo una espantable realidad. Con humor negro, siempre digo que encontré negacionistas de la vacuna, pero de la anestesia, no encontré todavía a ninguno. Estuve a punto de perder amigos, como al gran Andrés Presumido, director del grupo de Teatro Casona, sedado e intubado, luchando por la vida...»

¿Y ahora? ¿Hay salida? «El veneno del teatro me acompañará mientras viva. Ahora estoy volcado con la dramaturgia, esa terapia con la que construyo mi verano... Como cuando era un guaje, cada ola de la playa, como los versos de Machado, me recuerda que todo llega y que todo pasa, como pasará el covid».

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