La Factoría Cultural de Avilés cierra el curso con piezas de arte ancestral japonés
Los alumnos de la Escuela de Cerámica cocieron al aire libre figuras de gres mediante la técnica ancestral del rakú
Los vecinos del Carbayedo disfrutaron a pie de calle de un espectáculo visual frente a la Factoría Cultural de Avilés. Fuego, humo, serrín, agua... y piezas para el recuerdo. Con dos hornos de gas y los maestros artesanos Pablo Hugo Rozada y Orlando Morán al frente, los alumnos de la Escuela de Cerámica cerraron el curso de la mejor manera, con una jornada al aire libre en la que poner en práctica lo aprendido en el aula durante el año.
Como suele ser habitual, la técnica elegida es ancestral y proviene de Japón. Se trata del rakú, que se caracteriza por una cocción rápida de las piezas y enfriamiento repentino, lo que produce efectos únicos en las figuras, como reflejos metálicos y grietas en el esmalte. «No hay dos iguales», aseguran los maestros.
El barro elegido es «un gres especial», pues «pasar de 1.000 grados a 500 o 600 tan rápido no es fácil, así que se necesita un gres que soporte esos cambios y no se agriete». Aunque hay unos «parámetros», el diseño de las piezas es libre, de tal manera que «las hay más escultóricas, más funcionales, muchas kuramas para bonsais... Hay de todo». Los alumnos se llevaron para casa sus dos piezas realizadas, mientras que las de los maestros se las quedará el Ayuntamiento.





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Aunque había rumores de una posible jubilación de Pablo Hugo Rozada, nada más lejos de la realidad. «No me lo digáis dos veces, que me voy», bromea. Pero aún queda maestro para rato. «Este verano tendremos campus en los que haremos también este tipo de cocción y después continuaremos con los cursos, que siguen completos año tras año».
Y es que, aunque parece que el mundo pasa en estos momentos por la tecnología, «por la IA o el 3D», también hay una corriente, cada vez más grande, de personas que miran hacia el pasado buscando otro camino. «Ocurre también con la comida. Gente que apuesta por los alimentos ecológicos, por la comida saludable. Aquí quizá pase un poco algo parecido. La gente quiere aprender a hacer cerámica, conocer artes ancestrales...», añade Orlando.
Actividades como esta, que aunque estuvo ligeramente pasada por agua no enturbió en absoluto su realización, no hacen más que llamar la atención de la gente, «que se matricula de todas las edades. Tenemos desde niños a personas de más de ochenta años en las aulas. La demanda es muy alta», aseguran.
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