«La gente está viendo nuestro valor»

Desde que, en 1995, reabriese sus puertas tras las prolongadas obras de reforma a que fue sometida, iniciadas tres años atrás, la plaza Hermanos Orbón, coloquialmente conocida como 'la plaza', se ha convertido por derecho propio en un pulmón comercial del municipio. Y quizá sea esa solidez la que está permitiendo a los negocios que la pueblan mantener un razonable nivel de beneficios, con balances mayoritariamente positivos pese a las restricciones y a la merma del mercado de los lunes.

Pocas personas pueden constatar dicha realidad con la autoridad de Francisco Ariza, «el más antiguo de la plaza... Y también el más viejo». Así bromea este veterano con más de cuatro décadas de experiencia en el lugar, y que regenta la charcutería homónima desde hace un año y un mes después de haber sido empleado. «Desde el confinamiento ha crecido la afluencia. El ánimo está triste, pero muchos clientes son de toda la vida, y siguen confiando».

La misma tendencia registra Ángeles Menéndez, tras doce años apostada detrás del mostrador de Frutas y Legumbres de la Aldea. «Esta crisis está haciendo ver el valor del comercio de proximidad. La gente ha entendido que, para diario, somos la mejor opción», asegura, tajante. A esa visión ayuda, a su juicio, el actual cierre de buena parte de la hostelería. «Como los restaurantes están cerrados, se cocina más en casa, y la gente compra para varios días».

Al mismo gremio pertenece Toñi Jorge, pese a sumar la mitad de tiempo que Menéndez como rostro visible de Astur Fruit en La Plaza. «De momento, nos mantenemos. Es verdad que el cierre perimetral, porque me viene mucha gente de fuera de Avilés, y que noviembre siempre es un mal mes, pero estoy vendiendo bien. Apenas noto la diferencia con otros meses».

El negocio de los productos de la tierra forma legión en Hermanos Orbón. Marta González, titular de Frutas Marta, se sumó a ella hace ya una década, aunque combinando dicha actividad con la de un quiosco. Su percepción, no obstante, es distinta. «Desde el cierre, hay bajada de ventas, porque mucha gente sale solo un día; hay miedo», reconoce. No obstante, aprecia «el buen ambiente que crean compañeros y clientes».

Entre dichos compañeros se encuentra Ramón García, responsable de uno de los dos puntos de venta que la carnicería Rodera mantiene en La Plaza. Igualmente veterano desde hace año, trata de complementar la venta con su afán de «transmitir alegría. Pregunto a la gente cómo están ellos, sus seres queridos... Al final, somos muy familiares. Y eso gusta».

Siempre se ha hablado de la dualidad entre carne y pescado, y en ese último campo juega Antonio Pérez, empleado longevo en Pescados Vicente, otro negocio que capea con éxito el vendaval de la pandemia. «Nos mantenemos igual. Si acaso, es ahora cuando empezamos a notar algo menos de venta, porque empieza a haber miedo a perder el trabajo, menos poder adquisitivo... Pero de esta situación saldremos; estoy seguro de ello».

También del mar vive Marta Rodríguez, que despacha entre los grandes frigoríficos de Congelados Basilio. «Desde que no hay mercado, los lunes son flojitos, pero los fines de semana sube la venta, y se mantiene durante la semana», expone. Y, como Pérez, también ella es optimista. «Vamos a salir reforzados. Estamos peleando mucho».

Dicen que no hay comida que se precie sin el acompañamiento de un buen pan. En el caso de la plaza, esa provisión corre a cargo, entre otros comercios, de la panadería Teboyas. Hace dos meses que Minerva Aznar llegó a ella, y ha descubierto que, en el caso de un producto tan común como el pan, «los malos días son puntuales; en especial, los lunes». Aun así, reconoce que «no va mal, y la gente que es de todos los días se para y te da conversación. Eso lo hace ameno».