El Instituto de Oceanografía alerta del mal estado del fondo del Cañón de Avilés
Las zonas arenosas son las más deterioradas, en especial por la pesca de arrastre, lo que hace necesarias estrategias de control inmediatas
BORJA PINO
AVILÉS.
Lunes, 20 de enero 2020, 01:25
Hablar del Cañón de Avilés es hacerlo de uno de los ecosistemas submarinos más ricos de la franja del Cantábrico. Situado a unos 12 kilómetros de la entrada de la ría, esta gigantesca 'V' tallada en el fondo marino, con una longitud total de 75 kilómetros y que alcanza una profundidad de hasta 4.700 metros, es el hogar de casi 1.500 especies marinas, tanto animales como vegetales. Sin embargo, desde hace años esa privilegiada reserva natural sufre los efectos de la pesca. Unas consecuencias que comienzan a ser evidentes ahora, a la luz de los estudios realizados a lo largo del año pasado por el Instituto Español de Oceanografía, ubicado en Santander.
Pese a que el análisis de los resultados todavía se encuentra en una fase muy primaria, un vistazo preliminar permite identificar las zonas más vulnerables del lecho del Cañón. Así, los fondos denominados 'blandos', compuestos en su mayor parte por arena, son los que más daños han sufrido por efecto de la actividad pesquera. «Son zonas muy concretas, a entre 100 y 500 metros, donde se practica la pesca de arrastre desde hace mucho tiempo», expone el doctor Antonio Punzón Merino, de la institución oceanográfica. No obstante, matiza que «todavía quedan pequeños espacios en los que los que se da una buena calidad de los hábitats bentónicos».
Los fondos conformados por rocas, en cambio, resisten mejor los efectos de la pesca, gracias, fundamentalmente, a la escasa actividad que se produce en ellas. Tal como explica Punzón, «de los 0 a los 500 metros de roca hay bastantes zonas donde apenas ha habido explotación, por lo que los hábitats parecen estar en buen estado, y más allá de los 600 ó 700 metros prácticamente no existe una pesca importante».
Las investigaciones de los científicos del Instituto de Oceanografía también se centran en detectar qué artes de pesca resultan más dañinas para los ecosistemas del Cañón. A falta de una mayor profundidad en el análisis de los resultados, los estudios ya permiten señalar a la pesca de arrastre como la más perjudicial, dada la cantidad de arena que remueven, con la consiguiente alteración de los hábitats submarinos. La pesca con mallas está igualmente en el punto de mira, pese a la falta de datos concluyentes.
A la espera de que, finalmente, sea declarado Zona Especial de Conservación, los científicos insisten en la necesidad de implementar estrategias para proteger el Cañón de Avilés, en cuyas aguas faenan a diario más de 250 barcos pesqueros. «No pretendemos acabar con la actividad, pero sí regularla», apunta Punzón. Tanto en su mente como en la de los demás científicos implicados en los estudios está el objetivo de «mitigar el daño, cambiar las artes de pesca para hacerla compatible con los ecosistemas del Cañón».
El ejemplo próximo que todos ellos esgrimen es el de 'El Cachucho', la colosal montaña submarina ubicada a la altura de Ribadesella, y que, con una altura que se extiende desde los 4.400 a los 425 metros, equivale en tamaño a los tres macizos de los picos de Europa. Desde 2008, cuenta con un plan de protección que lo ha vedado a la pesca, siendo, además, el primer espacio marítimo protegido de España. Desde entonces, la recuperación de sus hábitats ha sido constante. «Los pescadores faenan en los márgenes de la zona de veda; al no invadirla, permiten que se reponga y están pescando piezas más grandes y de mayor calidad», puntualiza Punzón.
Ventajas para todos
Las ventajas que implicaría la regulación de la pesca en el Cañón beneficiarían, a juicio del biólogo, no solo a la fauna y flora submarinas, sino también a la propia estructura económica de la pesca en Asturias. Y es que la recuperación de los hábitats dañados permitiría que creciesen ejemplares de mayor tamaño, más sanos y de mayor calidad, además de prevenir posibles migraciones de especies.
Más allá de ese punto, la pesca de animales en espacios controlados puede entrañar otras ventajas para los profesionales del gremio, como el aumento de los precios al ofrecer un producto procedente de áreas de seguridad garantizada. «Se podría etiquetar el pescado indicando que ha sido cogido de una zona ecológicamente controlada. Normalmente ese pescado vale más que el cogido en banco libre». Una práctica que «ya se hace en otros países, y que es una buena forma de incentivar la pesca responsable».
Pese a tales ventajas, el gran punto de resistencia podría ser la actitud de los propios pescadores ante la posibilidad de que su labor actual se vea aún más restringida. «Suelen ser reacios a todo esto, porque, en un principio, lo ven como una limitación de la actividad», asegura Punzón. Una creencia que nace directamente de «un sector ya muy regulado con zonas de veda, límites de capturas, limitaciones en las artes usadas... Una regulación más suele provocarles temor».
De no tomar medidas pronto, se podría alcanzar un punto de no retorno, un grado de daño irreversible. En ese sentido, desde la institución oceanográfica recuerdan que las especies marinas, como cualquier otro ser vivo, acuden a aquellos entornos que ofrecen condiciones favorables para su crecimiento y supervivencia. «No es que se vayan a esquilmar las poblaciones de merluzas, de jureles o de otros peces, pero sí se puede llegar a dañar en exceso los hábitats de los que dependen los recursos de esas especies». Por ello, la premura es importante; ya en 2017 el Instituto de Oceanografía anunció que el Cañón sería declarado Zona Especial de Conservación en no más de seis años.
Con todo, Punzón se muestra optimista de cara a las relaciones con los profesionales del sector. «En general, los pescadores están muy concienciados», asegura. No en vano, el centro al que pertenece sostiene colaboraciones periódicas con la Federación de Cofradías de Pescadores de Asturias. «La cooperación es fantástica, hasta han participado con uno de sus pesqueros, el 'Diana'. Además, en gran medida es culpa nuestra, tenemos que ser capaces de enseñarles más y mejor qué hacemos y por qué», reconoce.