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Pablo Alcántara disertó sobre los bombardeos en Avilés. MARIETA
Cuando la muerte llegó del aire

Cuando la muerte llegó del aire

El historiador Pablo Alcántara rememora, como parte de las Jornadas de Memoria, los bombardeos de la Legión Cóndor en la comarca

BORJA PINO

AVILÉS.

Jueves, 15 de octubre 2020, 00:31

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Para quienes sufrieron primera persona la sangría de la Guerra Civil como parte del bando republicano, la mención de la Legión Cóndor alemana aún trae a la memoria infaustos recuerdos de aviones y bombas, de edificios destruidos y cadáveres en las calles. Avilés fue una de las localidades que sufrieron los ataques de aquella fuerza aérea mercenaria, enviada por Adolf Hitler para apoyar a los sublevados de Franco. Y ayer, en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE), el historiador Pablo Alcántara convirtió la tragedia en la espina dorsal de la charla 'El Avilés de los bombardeos'.

La cita consumó una más de las actividades programadas en las II Jornadas de Memoria Histórica, organizadas por la Plataforma Pro Servicios Públicos de Avilés y Comarca. Por espacio de hora y media, y ante un auditorio formado por una treintena de personas, Alcántara narró los pormenores de aquellas ofensivas aéreas, repartidas de noviembre de 1936 a octubre de 1937.

«El bombardeo del 27 de agosto de 1937 fue el peor de todos; se cebaron con Rivero y con San Juan de Nieva, murieron cuatro personas y hubo decenas de heridos», explicó. Los protagonistas de la acción, verdadero ensayo del letal 'bombardeo de alfombra' que los aviadores germanos practicarían en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, fueron los aviones Heinkel He 111 de la Luftwaffe (Fuerza Aérea alemana), capaces de transportar has 2.000 kilos de proyectiles cada uno. Con el apoyo de un puñado de bombarderos Savoia Marchetti SM.79 de la Aviación Legionaria italiana, sembraron el terror en las zonas bajo control de la Segunda República.

No obstante, algunos de los presentes en el CMAE se mostraron sorprendidos por el reducido número de muertes en la ciudad, algo que Alcántara no tardó en aclarar. «Aunque, para 1937, Asturias estaba aislada del resto de la zona republicana, se habían aprendido las lecciones de los bombardeos en el País Vasco, donde combatieron tropas asturianas», acotó. Gracias a ese conocimiento, el Consejo de Seguridad Asturiano levantó eficaces refugios para la población, pese a la escasez endémica de recursos. En Avilés, los más importantes se construyeron en el parque de El Muelle, en la calle Rivero y en la iglesia de San Francisco.

No faltaron anécdotas macabras, como la de la vaca que, en el bombardeo del 27 de agosto, sufrió la amputación de sus dos patas derechas a la altura de la plaza del Pescado, y murió desangrada allí mismo. También las hubo épicas, desde luego; la más aplaudida fue la del fusilero republicano que el 21 de octubre, en plena evacuación definitiva de la ciudad, alcanzó con su arma uno de los aviones, obligándole a refugiarse en Cantabria.

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