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El director Daniel Villar se dirige a los miembros del coro, en el aula de música. MARIETA
La música que le faltaba al Poeta

La música que le faltaba al Poeta

Cincuenta alumnos integran el coro del colegio de La Luz y ensayan su repertorio durante el recreo

C. DEL RÍO

Lunes, 11 de febrero 2019, 05:22

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Lleva la literatura en su nombre y, desde hace un año, la música en su interior. El coro del colegio Poeta Juan Ochoa, de La Luz, ha nacido con fuerza. Con la fuerza que dan los cincuenta alumnos que cambian el patio por el aula de música durante el recreo de los lunes. Una sorpresa para muchos salvo para su impulsor y director, Daniel Villar, profesor de música en el centro que siempre había tenido la ilusión de llevar un coro infantil. Tanto la respuesta del alumnado como los resultados son muy satisfactorios y solo le gustaría tener la oportunidad de actuar más a menudo en otros escenarios fuera del colegio.

Su puesta de largo tuvo lugar el pasado mes de noviembre durante la celebración del XV Foro Solidario en el Palacio de Valdecarzana, una actuación en la que el coro demostró que no solo canta muy bien, sino que además se esfuerza por mejorar. Y así, pese al poco tiempo de ensayo, los resultados van llegando. «Enseguida quiero empezar a cantar a dos voces», asegura un director que derrocha paciencia y entusiasmo en cada ensayo.

Explica que «todo oído, salvo problema físico, es educable y cualquier niño puede cantar», por lo que muchos alumnos han sido los primeros sorprendidos con sus voces, como le pasó a Ona Nicolau, que «descubrí que cantaba bien y ahora voy al conservatorio». La casuística de los miembros es muy variada: A Lucía Camacho y Sara Álvarez siempre les ha gustado cantar, Aitana Soto lo considera una disciplina complementaria con el ballet que practica y Sheila Fernández muestra una gran determinación por mejorar «porque sé que canto mal», apreciación que corrige de inmediato el director; otras alumnas como Alba Rebollar asisten para aprender y practicar las técnicas de respiración y de voz que mejoran e incluso hacen desaparecer «los nódulos cuerdas vocales» que sufre.

Sea cual sea el motivo u objetivo de cada alumno, todos reconocen que se lo pasan «muy bien» y que no les importa 'perder' un recreo a la semana porque «hay más y disfrutamos más esto», según coinciden Ainara López, Duarte Delfín y Enol Quintero. Aunque, todo sea dicho, el fútbol hace un poco de sombra en el caso de los varones. De ahí que Nekane Gutiérrez se lamente de que «algunos no vienen a veces». No se da por aludido Sergio Espiñeira que destaca el «estar juntos» como gran atractivo del coro.

Los gustos son variados dentro del coro. A Daniel Hernández Gabarri le 'fastidia' aprenderse algunas canciones con «palabras que no entiendo» mientras Nela García disfruta traduciéndolas a lenguaje de signos durante las actuaciones. Todo un reto teniendo en cuenta que el director elige un repertorio internacional. «Tienes que motivarlos y tiene que ser de calidad y divertido», aclara.

Lo mejor de todo, sin embargo, es la sensación de equipo que flota en el coro, la argamasa que se va formando entre los alumnos de 3º a 6º que participan en esta iniciativa. «El ambiente y la convivencia son muy buena. El coro crea una identidad y es otra forma de socializar», advierte Daniel Villar.

El profesor subsana con esta iniciativa y con este grupo la escasa presencia de la asignatura de música en el currículum educativo. No es la panacea, pero sí un proyecto muy interesante que llegará tan lejos como quieran sus propios integrantes. «Ahora tengo la materia prima y es mérito de ellos que decidan invertir aquí sus recreos. Lo que no tenemos es tiempo», afirma.

Al docente, que dirige desde hace veinte años el coro (de adultos) de Porceyo, en Gijón, le gusta ser todo lo serio y oficial que puede con algunos protocolos como las pruebas de voz como «forma de engancharlos y motivarlos». En sus clases, en las que por cierto se comen el pincho o la fruta de media mañana como pueden, han aprendido a realizar ejercicios de respiración y vocalización y comienzan calentando la voz. «Después aprendemos las canciones y perfeccionamos el empaste, la colocación de los timbres y otra serie de elementos», explica un profesor que aplaude la «constancia» de sus pupilos y confiesa que está «sorprendido por la respuesta, aunque en el fondo la esperaba».

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