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Las columnas y bancos del jardín francés del Ferrera ya se han roto y desconchado. FOTOS: MARÍA FUENTES
El olvido después de la restauración

El olvido después de la restauración

Los expertos del sector reclaman medidas de conservación preventiva para que el efecto de su trabajo se prolongue en el tiempo Monumentos y edificios rehabilitados adolecen de un escaso mantenimiento

BORJA PINO

AVILÉS.

Domingo, 2 de febrero 2020, 01:32

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Pocos de quienes se aventuran en el parque del Muelle quedan indiferentes al contemplar la imponente estatua de Pedro Menéndez, referente tanto de la historia como del patrimonio artístico locales. A apenas dos semanas de que, el 15 de febrero, se celebre el 501 aniversario de su nacimiento, y con un amplio abanico de actividades programado, la apariencia del monumento, sin embargo, dista de ser la ideal para tan señalada fecha. Desde que, a principios de 2008, concluyese su restauración, no ha recibido nuevos tratamientos, y el musgo, la humedad y el óxido vuelven a ganar terreno poco a poco.

A pocos metros del Adelantado, la talla de la foca de Avilés vive un problema semejante, con su superficie original completamente oculta bajo la pátina de verdín. Ni siquiera la estatua de Venus escapa al zarpazo de la exposición a la intemperie; las grietas que luce su pedestal, en las que ya crece el musgo, son testigos mudas de ello.

Pero no sólo los monumentos sufren la falta de mantenimiento. A poco metros del Muelle, en la plaza de Camposagrado, el palacio del mismo nombre luce en sus cubiertas un vistoso 'bosque' de vegetación, fruto, como las humedades y grietas que asolan su interior, de la falta de atenciones que ha recibido desde la reforma a que fue sometido a comienzos de la década de 2000.

Escenas similares se repiten en la cercana iglesia de San Antonio de Padua, en la plaza de Carlos Lobo, en la que el avance de la vegetación y el moho se alía con el desgaste que presentan las piedras d e la fachada, muy deterioradas por el paso del tiempo. También en el palacio de Valdecarzana, cuya fachada que da a la calle del Sol está visiblemente afectada por la humedad. E incluso en corazón del parque de Ferrera, cuyo jardín francés, pese a su incuestionable belleza, luce bancos desmontados, columnas rotas y fuentes invadidas por los líquenes.

Las escenas descritas dan fe de uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el patrimonio cultural avilesino, tanto artístico como arquitectónico: la falta de una política de conservación preventiva. Pese a las inversiones hechas periódicamente para restaurar dicho patrimonio, terminadas las intervenciones son pocos los cuidados a los que es sometido. Algo especialmente dañino en una ciudad como Avilés, próxima a la mar y permanentemente sometida a la humedad.

Los especialistas del sector ya han dado la alarma, inquietos por los posibles daños permanentes que la pátina biológica (el conocido como verdín) puede causar al invadir la piedra y dilatarla hasta quebrarla. Ese riesgo se vuelve especialmente preocupante en edificios y monumentos que no han sido restaurados, y cuyas superficies presentan daños por efecto del paso del tiempo.

Una de las voces que se han alzado es la de Luis Saro, profesor de Restauración de la Escuela de Arte del Principado (Esapa). «La prevención, aunque deba hacerse periódicamente, es mucho menos costosa que una campaña de restauración directa, por lo que al final se ahorra dinero», explica.

En opinión del veterano restaurador, la razón principal que se esconde tras esa carencia es el desconocimiento. «Las instituciones no suelen pensar en ello y, por tanto, no destinan partidas presupuestarias». También podría deberse a una falta de interés deliberada, sustentada en motivaciones políticas. En ese sentido, «la intervención preventiva, al ser mucho menos vistosa que la restauración, no da réditos políticos, así que puede que no les compense», denuncia.

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