Sanchís Sinisterra: «Tengo bastante miedo a encontrar la marca de mi teatro»
El prolífico y premiado dramaturgo interviene por videoconferencia en la VII Escuela de Verano de la Academia de Artes Escénicas de España
José Sanchís Sinisterra es un grande de la dramaturgia española por muchos motivos, pero no porque su teatro tenga un sello propio, una de ... esas marcas por las que inmediatamente se asocian obran y autor. Se lo ha preguntado César Oliva en la entrevista que, a través de videoconferencia, han mantenido en el Teatro Palacio Valdés, dentro del programa de la VII Escuela de Verano de la Academia de Artes Escénicas, haciendo referencia a Buero Vallejo, del que siempre se sabe que es Buero Vallejo. Lo aceptó el interpelado porque reconoció que «me gusta el trabajo de prueba y error y tengo bastante miedo a encontrar la fórmula, la marca». «Aunque no sé si eso es bueno o malo», reconoció.
Malo no debe ser porque Sanchís Sinisterra es autor de más de cuarenta textos teatrales, entre originales y adaptaciones, entre los que destacan 'Ñaque' (1980) o '¡Ay, Carmela!' (1986), dos de las piezas que han centrado la entrevista en la que, además de Oliva, participaron Rodolf Sirera y Alberto Fernández Torres.
El autor ha reconocido que siempre le ha llamado la atención «el abordaje de los temas desde mi perspectiva como profesor de literatura» y eso se ve bien en los primeros montajes teatrales, «en los que trataba de apropiarme de la libertad de la narrativa» porque, en su opinión, «el teatro tiene a asentarse en unos cánones». De hecho, «sigo trabajando en esa frontera entre la narratividad y la teatralidad», entre otros motivos porque «intento que el aprendizaje sea permanente» y «hacer lo que ya sé deja de estimularme», sobre todo cuando «hay tantos campos, enfoques, puntos de vista, y no solo temas, por explorar».
Ha explicado que dejó el teatro universitario por la enseñanza cuando fue padre y había que mantener a la familia, pero siempre «miraba con cierta envidia esa especie de bohemia que a mí me estaba restringida como respetable catedrático de Universidad». Sin embargo, en su primer destino como profesor de instituto en Teruel, continuó haciendo montajes con los adolescentes, un trabajo del que aseguró haber aprendido mucho.
El traslado a un instituto de Sabadell, en Barcelona, le permitió por las tardes participar en la renovación del teatro con el añadido de que «me encontré con un mundo muy estimulante a mediados de los años 70» y en 1977 fundó el Teatro Fronterizo, impulsando un teatro más de investigación que cree que lleva en el ADN porque su padre fue profesor de Física, Química y Matemáticas».
Explicó cómo surgieron sus primeras obras, habló de las que tiene entre manos y también sus autores de referencia, su «panteón», como lo definió: Bretch, Beckett, Pinter, Kafka y Cortázar, y Virginia Woolf, Leonora Carrington y Clarice Lispector.
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